domingo, 16 de febrero de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


JUEGOS DE MUERTE
Las formas se han diversificado al paso de los días, pero en esencia es lo mismo: Grupos de jovencitos de educación media o media superior en áreas escolares de recreo.  De entre ellos un líder que actúa utilizando el factor sorpresa. Junto con un cómplice, convencen a un tercero de saltar en su mismo sitio; para hacerlo, primero ellos, flanqueando a la víctima, saltan a la vez. Al momento en que el incauto tiene ambos pies en el aire, y poco antes de que éstos toquen el suelo, los compañeros le meten zancadilla, consiguiendo que caiga de bruces.  La otra variante, un grupo de chicas, entre las que destaca una  que comanda y otra que actúa. Ésta última utiliza su suéter para lazar, desde atrás, las piernas de una compañera que está de espaldas, para hacerla caer de manera violenta hasta el suelo.  En ambos casos el propósito de este “juego” perverso es que el incauto se precipite de manera abrupta, haciendo que su cabeza choque con el suelo.  Desde el punto de vista médico, un mecanismo muy peligroso, capaz de provocar fractura de piso medio del cráneo.  Por ahí se reporta en redes sociales el caso de un jovencito muerto debido una lesión de este tipo.
     Vienen a la mente tantos retos que se han difundido en redes, y que dan cuenta de un vacío interior que no halla cómo llenarse.  Ahora recuerdo los de apearse del vehículo y caminar o bailar al parejo del carro en marcha.  O los de ingerir cápsulas con detergente ultra concentrado.  O los de la asfixia erotizante.  Todos ellos se desarrollan en un panorama desalentador, como si nada sobre el planeta Tierra fuera capaz de estimular a sus autores, que han de recurrir a eventos de elevado riesgo para sentirse vivos.  Duro, doloroso, lamentable.  A diferencia de los anteriores, el actual tiene un elemento  perverso de nulo respeto a la vida y a la integridad de otros seres humanos.  Podríamos llamarlo un “bullying” extremo, una forma de poder que se ejerce “a la mala”, en contra de los demás, valiéndose del factor sorpresa, para garantizar  éxito en la acción.
     De lo anterior surgen muchas preguntas que de momento no hallan respuesta satisfactoria.  Leyendo entre líneas, adivinamos cuál es el estado emocional de esos jóvenes que planean el juego y organizan a su grupo de seguidores para llevarlo a cabo.  Más delante eligen una víctima, van contra ella, la atacan, y al momento de verla caer contra el suelo se botan de la risa.  Dentro del grupo no puede faltar alguien encargado de tomar video y subirlo a las redes.
     De acuerdo con lo que sabemos, ésta es una forma grave de acoso escolar. De estupidez llevada al extremo.  El líder emprende –o encomienda—una acción en contra de cierto compañero elegido como blanco.  Se asegura  que  se lleve a cabo y se ufana por ello, pero no está dispuesto a hacerse responsable de las consecuencias de sus actos. 
     Viene entonces la reflexión a la que todos estamos invitados, como miembros  de una sociedad que gesta dichas conductas perversas:
    ¿Por qué esos chicos tienen la necesidad de una inyección de adrenalina que cuesta vidas humanas? ¿Será que nunca nadie estuvo a su lado, para enseñarlos a gozar la vida de otra forma?      Quizá crecieron rodeados de cosas materiales, pero hambrientos de reconocimiento, y tienen un hoyo negro en el pecho, que los auto consume.
     ¿Qué cruza por su mente cuando planean un acto así? ¿Con qué palabras verbalizan su gozo anticipado? Algo es obvio, ellos se sienten con pleno derecho de desgraciar la vida de otros. Es evidente que poco o nada saben acerca del derecho a la vida y a la integridad.
     ¿Qué emprenderán cuando este jueguito pierda su efecto estimulante? ¿Contra qué irán? Son mentes brillantes caminando por el desfiladero.  Tarde que temprano terminan desbarrancados.
     Una característica de estos líderes es su capacidad para controlar el entorno.  Consiguen seguidores, además del silencio de testigos y autoridades.  Priva el miedo; nadie los denuncia, nadie los sanciona.  Aun más, ante la evidencia tácita, su grupo hallará la forma de justificarlos.
     Cuando un ser humano pierde su capacidad crítica a causa del embeleso por un líder autocrático, habrá que revisar por qué su corazón se lo permite.
     No se vale, como en tantas ocasiones hemos hecho, desviar la mirada a otro lado y hacer como si nada pasara.  Son jóvenes vidas humanas que se dañan o se pierden por estos juegos perversos.  Es la esfera emocional de nuestros chicos que urde tales formas de acoso.  Son los futuros adultos en cuyas manos quedarán los destinos de nuestra nación.
     Evitemos actuar como habitualmente hacemos: Leemos, nos alarmamos, y a la vuelta de una semana lo hemos olvidado, cuando la nota nueva y fresca desplace a la actual.  
     Debemos recordar: La solidez de un país no se construye a sobresaltos.

Prosa poética por María del Carmen Maqueo Garza



En los ratos en que surge el desasosiego, hilvano recuerdos.

Cuando el paso del tiempo me genera zozobra, echo mano de mi castaña de memorias.  Saco hilo y aguja y comienzo a hilvanarlos, uno junto a otro.  Los mejores, los más alegres.  Aquellos que dan cuenta de  los tiempos cuando no importaba el transcurso de los días o los meses.

Ahora, con mis años a cuestas y un manojo de temores a los hombros.  Cuando –de un solo golpe—me cae el peso de la realidad encima, voy al ropero de la abuela.  Busco el viejo  costurero de mimbre, preparo mis enseres.

Luego abro la castaña clara de mis memorias.  Reviso las vivencias de ayer, las acomodo encima de la mesa.  Voy sintiendo la emoción de un niño que anticipa su creación.   Comienzo a hilvanar mis  recuerdos.  Lo hago con hilos de distinto color.

Así veo nacer una cobija que habrá de abrigar el  frío paso del tiempo sobre mis huesos…Y sonrío.

A través de la ventana veo venir el invierno.  Lo recibo gustosa.


Ecos del amor, de Omar Akram


Edición maravillosa de Andreea Petcu

Fragmento de la amistad por Edna Frigato


Benditos sean los que llegan a nuestra vida en silencio, con pasos suaves para no despertar nuestros dolores, no despertar nuestros fantasmas, no resucitar nuestros miedos.

Benditos sean los que se dirigen con suavidad y gentileza, hablando el idioma de la paz para no asustar a nuestra alma.

Benditos sean los que tocan nuestro corazón con cariño, nos miran con respeto y nos aceptan enteros con todos nuestros errores e imperfecciones.

Benditos sean los que pudiendo ser cualquier cosa en nuestra vida, escogen ser generosidad.

Benditos sean esos iluminados que nos llegan como un ángel, como colibrí en una flor, que dan alas a nuestros sueños y que, teniendo la libertad para irse, escogen quedarse a hacer nido.

La mayoría de las veces llamamos a estas personas "Amigos"

Agradezco a mis queridas Sylvia Martha y Aurora esta hermosa sugerencia que las pinta, a una y otra, de cuerpo entero.

¿Cómo decides vivir? Con Irene Villa

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Si bien las redes sociales han permitido un contacto más inmediato y constante entre la gente, facilitándonos acercarnos a mucha gente que se encuentra lejos, y que a veces ni siquiera conocemos en persona, nos lleva a alejarnos de aquellas que están próximos a nosotros. 
Es curioso como podemos conocer vidas ajenas y las seguimos a diario, y sin embargo no tenemos idea de lo que pasa con aquellos con los que convivimos cotidianamente, quizá hasta el término convivir dice más que lo que nuestras relaciones interpersonales con ellos. 

Se ha empobrecido el contacto personal, con ello se ha perdido la sensibilidad  de aprender a reconocer los sentimientos y las emociones a través del mismo.

Tengo nostalgia de aquellos tiempos donde la distancia se acortaba a través de una carta, cuando se requería del esfuerzo de escribir unas letras y tomarse el tiempo de enviarla. De la emoción de esperar que llegara el cartero y nos trajera la ansiada misiva donde se plasmaba --de puño y letra--, su sentir, su acontecer. Nostalgia del toque humano que dan las reuniones personales, de reconocer en la mímica, en los gestos, en el tono de voz, en la mirada más allá de tan solo en las palabras, lo que una persona  quiere transmitir. De este modo se tiene la posibilidad de palpar la autenticidad o falsedad de lo que se dice.

Habremos de adaptarnos a este tipo de interacción virtual, solo esperemos que dicha adaptación no conlleve la pérdida de la autenticidad, la sensibilidad, la emoción de los encuentros personales, la facultad de expresarnos verbalmente; el no reconocernos por nuestra voz, nuestras miradas.

Solo espero que la tecnología no atrofie nuestra capacidad de comunicar  ideas y sentimientos con la autenticidad y emoción que solo da el encuentro personal, ese que nos hace sentir que la vida que vale la pena, es la real.

Tigrito en busca de sus rayas