domingo, 16 de noviembre de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 PANTALLAS E INDIFERENCIA

Susan Sontag (1933-2004) fue una escritora norteamericana muy prolífica, de novela, ensayo y guion cinematográfico, entre muchos otros menesteres artísticos. Uno de sus últimos libros, publicado en el 2003, se intitula “Ante el dolor de los demás”. Constituye un regreso a una de sus primeras obras que hablaba sobre fotografía testimonial. Ahora lo hace a partir de nuevos elementos visuales a los cuales se enfrenta para hablar sobre el efecto de impresiones gráficas sobre la conciencia colectiva.

La ensayista utiliza un término que resonó profundamente en mí: “Fotografía de conciencia”, que designa esas expresiones visuales que ilustran distintos momentos trágicos de la humanidad para despertar en el espectador la conciencia de lo que pudo haber sido. Refiere, y con sobrada razón, que una misma imagen cruenta es vista de distintas maneras si se publica en un periódico, si se lleva a un libro de fotografía especializada, o si se incluye como parte de una colección en alguna sala de exposiciones. Además, hace referencia a un término que me parece de lo más descriptivo, y que da pie a reflexiones que deseo abordar en seguida. Refiere que vivimos en una sociedad del espectáculo, en la cual materiales sensibles como pueden ser el dolor o la muerte, se convierten en mercancía que se comercializa, y nosotros, como espectadores, la consumimos a discreción desde la comodidad de nuestro hogar impoluto.

El caso contrario, al que no se refiere específicamente Sontag, pero que se antoja que habrá que analizar también, es el de negar una realidad ocultando los hechos que la pondrían de manifiesto. Por desgracia en México venimos viviendo mucho este fenómeno, los asesinatos dolosos bajan en la estadística porque se convierten en desapariciones; las fosas clandestinas se borran del mapa porque, antes de permitir la entrada a los periodistas, se retiran los detritus del lugar de los hechos. Se lleva a cabo un perverso juego de evidencias para recomponer la escena. Por cierto, esa suerte de protección que se otorga a cualquier individuo acusado o confeso cubriendo parte de sus rasgos y colocando una “N” en lugar de su apellido, a ratos me parece parte de ese mismo juego, una forma de enmascarar la evidencia de los malhechores para tal vez buscar que los delitos que se registran causen menor impacto.  O será también parte de esa estrategia calificada como humanista, de reconocer los derechos humanos de los criminales por encima de los de los ciudadanos. Y paradójicamente, como lo venimos viendo en derredor a la marcha del sábado 15, la identidad de los creadores de contenido convocantes se publica con todo detalle en la conferencia mañanera. Este manejo de lo que se muestra y lo que se oculta termina siendo manipulación de la verdad.

“La compasión se está adormeciendo”: Una de las más fuertes afirmaciones de Susan Sontag al referirse a la forma como nos vamos desensibilizando frente a escenas que presentan el dolor humano. Y si bien, en estos tiempos no es tan común asistir a un museo a ver colecciones de óleos o de fotografías de las grandes tragedias humanas, sí las tenemos a la distancia de un clic en nuestros aparatos digitales. Tal vez ni siquiera las estemos buscando intencionalmente, solamente deslizando nuestro dedo sobre ellas una y otra vez, pero el efecto repetido de su contundencia sobre nuestras pupilas, día tras día, a lo largo de toda una vida, terminará por volvernos indiferentes al dolor que expresan. Entre otros temas, la guerra se presenta como un espectáculo cotidiano, al que nos vamos acostumbrando.

¡Cuánto gana la inercia a nuestra mente racional! Las noticias se transforman en entretenimiento que consumimos a discreción, mientras esperamos el camión o nos sentamos a cenar. La imagen de personas con la mirada fija en la pantalla del celular es cotidiana en nuestros tiempos, al grado que parece fuera de lugar alguno, en particular de jóvenes edades, que no vaya caminando y revisando su celular de manera continua.  Susan Sontag refiere que ello nos está volviendo cínicos ante la sinceridad; hacemos todo lo posible para no sentir compasión, lo que nos coloca en una supuesta superioridad frente a lo observado.

Los especialistas en educación infantil están prendiendo las alarmas con relación al uso de pantallas durante la primera infancia. Podemos considerar que, a los muchos efectos perjudiciales que se vienen dando a conocer, se suma este, el de la pérdida de la compasión por el dolor ajeno, lo que nos conduce invariablemente a una sociedad cada día más indiferente frente al sufrimiento de los demás.

¿Es esto lo que nos proponemos legar a las futuras generaciones…? Pensémoslo dos veces antes de dar la vuelta a la página.

CARTÓN de LUY


 

Fuga de JS Bach a cuatro voces, por el Cuarteto Newfangled Four

CARTAS A MÍ MISMO por Carlos Sosa

El universo no se queda con nada

Mi papá solía decirme que el universo no se queda con nada. Que todo lo que das —sea bueno o malo—, en algún momento vuelve, aunque a veces tarde una vida entera en hacerlo. Por eso, decía, siempre conviene hacer el bien.

Hoy me acordé de él. Venía de regreso a casa en un Uber, y el conductor, un muchacho de unos veintitantos, empezó a contarme su historia. Me dijo que trabajaba todo el día manejando y estudiaba los fines de semana. Que dormía poco, comía cuando podía, pero que tenía una meta: graduarse para darle una vida mejor a su familia.

Entre charla y charla, me contó que una vez un extranjero olvidó su billetera en el asiento trasero. Dentro había más de seiscientos dólares. “Ese día no había comido”, me dijo. “Tenía hambre y apenas gasolina en el tanque.” Y lo tentó la necesidad —o el diablo, quién sabe—, pero al final decidió devolverla. Llamó al número del viaje, contactó al hombre y se la entregó sin esperar nada. Ni las gracias le dieron. Pero él, me dijo, durmió tranquilo esa noche.

Cuando llegamos a mi destino, le pagué con un billete de veinte. Él, con esa honradez que no sabe de máscaras, me extendió la mano para darme el cambio. Lo miré y le dije:
—El universo no se queda con nada.

Cerré la puerta y caminé hacia mi casa con esa frase de mi padre resonando en el pecho. Pensé que quizá el universo no es un juez ni un contable, sino una especie de espejo: te devuelve exactamente lo que le das. Y esa noche, mientras guardaba las llaves y el eco del motor se perdía en la calle, sentí que mi viejo sonreía desde algún lugar invisible, confirmando que —al final de todo— el bien siempre encuentra su camino de regreso...

El Arte de No Forzar. Wu Wei, la sabiduría del Tao.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Uno no decide nacer, y por mucho tiempo no toma decisiones, somos dependientes de que otros lo hagan por nosotros. Se llega el momento de que lo hagamos y muchas de ellas las haremos inconscientemente, en nuestras rutinas diarias, desde niños, sin que nos cause mayor conflicto. Iremos día a día siguiendo nuestros instintos basándonos en experiencias, en ejemplos de otros, y haremos así elecciones de simples a complejas que van conformando nuestra vida.

El éxito, la felicidad, el bienestar, en mucho dependen de haber tomado buenas decisiones, incluso ante la adversidad la elección de cómo afrontarla nos hace a unos y otros distintos en cuanto a como las percibamos. Hay quien sufre tan solo por elegir cómo vestirse cada mañana, hay quienes dependen toda la vida del consejo de alguien más para saber qué decidir o para corroborar su decisión. Unos lo hacen concienzudamente, otros, consideramos, lo hacen demasiado a la ligera, y unas y otras resoluciones pueden o no ser acertadas, porque finalmente las circunstancias ajenas a nosotros tienen su interacción y no son variables muchas veces que podamos manejar. 

Quizá no nos alcance la vida para tener la sabiduría necesaria y tomar las decisiones adecuadas para cada situación, quizá todavía tendremos que lamentar errores en ellas, aun cuando la experiencia de muchos años nos haya permitido, a nuestro parecer, haber elegido la mejor. 

Quizá la madurez no radica en que tomemos las mejores decisiones, sino en hacerlo en base a la experiencia, intentando no cometer los mismos errores, pero asumiendo que podríamos cometer otros distintos, que cuando no haya resultado como esperábamos, nos adaptemos a lo que de ello resulte. No lamentarnos ni condenarnos, saber que en esta vida todo pasa y que mientras sintamos latir nuestro corazón, la esperanza de renovación no muere, tan solo hay que esperar a que en nuestro cielo de nuevo salga el sol. 

Decidir sin miedo al fracaso, porque es mayor fracaso la indecisión.

El primer video a color en México, filmado en 1942