NAVIDAD EN MODO “PAZ”
Hagamos de esta Navidad un tiempo de paz, de una paz
profunda que revista nuestras celebraciones de temporada. Hagamos las paces con
nuestro pasado, con las propias fallas y las inconsistencias que tanto nos
cuesta superar. Decretemos paz hacia
aquellas personas que, sentimos, nos han hecho daño; descubramos que, muy en el
fondo de su conducta, mora el miedo. Y, a partir de ese conocimiento, seamos comprensivos,
restemos peso a la ofensa recibida y perdonemos.
Los habitantes del tercer milenio nos alarmamos al descubrir
cuánto odio hay en derredor. Surgen
conflictos entre naciones; entre creyentes de una fe religiosa u otra. Hay violencia por razón de filiación
política, de género, de todo aquello que nos haga diferentes unos de otros.
Olvidamos que, precisamente en la variedad está la riqueza de la especie
humana, y que ninguno de nosotros posee la verdad última en sus manos.
Vivimos tiempos de mucha prisa. No siempre hay oportunidad
para la reflexión. Actuamos tantas veces
movidos por la reacción inmediata que nos causa algo del exterior, sin
detenernos a analizar cuál podría ser nuestra mejor respuesta. En este sistema de actuar unos con otros
surgen rispideces que dañan a todos, volviendo nuestro planeta aún más complejo
para vivir y desarrollarnos. Lejos de la
armonía empática aparecen resentimientos que nos vuelven menos amables unos
para con otros, en una espiral creciente que no parará antes de haber generado
muchos destrozos emocionales.
Llega la Navidad para recordarnos qué es lo medular de la
celebración. Al margen de la algarabía,
las luces y los regalos. Más allá de las
fiestas ostentosas, conmemoramos la venida del amor más grande, que llega para darse
entre nosotros. La sencillez de su llegad
nos invita a tener presente que las cosas más valiosas de la vida son las que
vienen del corazón; esas que no cuestan un solo peso, pero que,
paradójicamente, llenan el espíritu y nos convocan a sumarnos a ese amor de
unos con otros. Un amor sanador, a
través del cual conseguimos actuar para trascender nuestra condición humana con
las muchas limitaciones que nos anclan.
Vivamos la Navidad en modo “paz”: Aprendiendo a ser
clementes con nosotros mismos, sabedores de que la condición humana es
perfectible, y que cada día podremos hacer un poco más para desarrollar la
mejor versión de nosotros mismos. Tolerantes
hasta sentirnos contentos con lo que somos y animados para seguir por el camino
del crecimiento interior, recordando que la victoria está, no en ser mejores
que otros, sino en superar hoy lo que hasta ayer fuimos.
Aprendamos a trabajar a partir del más profundo sentido del
amor, ese que nos convoca a actuar para socorrer a quien más lo necesita. Que, amén de las celebraciones gozosas con
familia y amigos, del intercambio de regalos glamorosos, nos demos un tiempo
para dedicarlo a esas personas que de ninguna manera tendrían cómo corresponder
a nuestra generosidad. Es justo ahí
donde el verdadero rostro de Jesús se nos revela. Obsequiemos los regalos más valiosos: Nuestro
tiempo, nuestra atención, el interés auténtico por los asuntos del otro, sobre
todo de aquel que atraviesa grandes dificultades.
Es maravilloso acompañar a los niños en una época de tanta
ilusión, cuando la magia de la festividad hace lo propio en sus ojos, en sus
risas y en su imaginación. Permitámonos
contagiarnos de ese alborozo infantil para regresar a ser como ellos por un
rato, y disfrutar de la mejor manera la Navidad. Acerquémonos a nuestros mayores para
escuchar historias de otros tiempos que hablan de las tradiciones familiares de
la época. Ellos gozarán en contarlo y
nosotros aprenderemos nuevas formas de ver la vida, a través del rescate
histórico de lo que es muy nuestro.
Dejémonos llevar por la música de temporada que nos unifica
a todos en una sola voz, pero no desatendamos el silencio de los que no pueden
hablar, de los que no saben cómo hacerlo. Acompañemos a unos y otros para
expandir el calor del hogar que hoy nos reconforta.
Sea nuestra Navidad en modo “paz” ocasión de gozoso
crecimiento interior. Permitamos que nos mueva la gratitud por lo recibido a lo
largo del año, para actuar más delante, hasta colmar el ambiente de
bendiciones. Nuestro mundo necesita más
actos de bondad, menos discriminación.
Más diversión sana, menos intoxicaciones de temporada. Necesita trascender de los regalos materiales
a las dádivas que brotan desde el interior y se esparcen en nuestro entorno,
recordando que la paz de allá afuera, entre potencias y doctrinas; entre
partidos, pueblos, grupos y familias, inicia, justo aquí, en el centro de
nuestro corazón.
¡Feliz Navidad 2024, amigos!