Entre ellas, habrá cadenas de afectos que nos mantienen unidos, cadenas que en ocasiones son rotas por motivos ajenos a nuestra voluntad, otras por fallas en la comunicación que a veces resultan en una ruptura parcial que se retoma y otras en que la desidia, el orgullo, la apatía impide reanudarlas, de modo que quedan flotando en ese espacio etéreo en el que van y vienen a nuestra memoria, sin que logremos cerrar un círculo por el que se cuela de vez en vez el dolor de haber perdido un afecto valioso.
Tenemos reencuentros y desencuentros; conocemos y reconocemos gente. A veces los reencuentros nos permiten ver con mayor sensatez y madurez cualidades que habíamos pasado desapercibidas, otras por el contrario nos hacen ver que el afecto se ha transformado sin que nos hayamos percatado de ello, por la distancia, por nuestra evolución como personas, a veces por circunstancias que no alcanzamos a comprender.
Se pierden, se ganan afectos, se refuerzan, se diluyen. Nadie asegura la permanencia de éstos por fuertes que hayan sido los lazos de unión. He visto decenas de veces romperse los vínculos que parecían más sólidos, hay tantas variables que quedan fuera del acceso de nuestra voluntad y a veces es la misma voluntad la que nos hace alejarnos, que decir te amo o prometer una amistad para toda la vida resulta muchas veces un deseo que no llega a transformarse en realidad.
Saber perdonar, tolerar, ser llevados siempre por el amor en las relaciones son constantes que podemos manejar y que permiten que éstas sean duraderas. Relaciones sanas, en donde se conserve ante todo la dignidad, porque ésta no debe naufragar nunca en el afán de continuarlas. El respeto a los demás y a nosotros mismos es invaluable y da al amor autenticidad, solo quien se respeta y respeta a los demás es capaz de dar amor, aceptando a la persona con defectos y virtudes, impidiendo nos lleve la ira a la ofensa, manteniendo el deseo del bienestar del otro como lo deseamos para nosotros mismos.
Vivir en el amor, en la fraternidad, mantener los afectos sin perder la dignidad, ante todo respetar nuestras relaciones, a quienes les entregamos nuestro cariño y a nosotros mismos, para que las cadenas de amor que vayamos entrelazando durante nuestra vida nos den sostén que fortalezca el espíritu, que dé paz, nos amortigüe el sufrimiento y nos mantenga la esperanza.
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