domingo, 27 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

UN AÑO DISTINTO

Termina un año diferente de cualquier otro.  Nos hermanó en males y a la vez  nos fragmentó en núcleos familiares, para sobrevivir.  Tiempo en el cual desarrollamos nuevas formas de comunicación, y habilidades de tipo  personal.  De estas últimas, en particular, la resiliencia.  La mente nos ha dividido en dos grupos, el de los que creemos que la crisis sanitaria es un evento  espontáneo y casual, como  otros que han marcado la humanidad.  Y están quienes ven detrás de lo ocurrido las malas intenciones de un grupo que quiere someter al mundo.

De una u otra forma, ha sido un año atípico, en el que ha habido muchos casos de enfermedad y de muerte.  Difícilmente, al menos en nuestro país, habrá quien no tenga un familiar o un conocido que sucumbió a la enfermedad.  Serán historias que perdurarán en el tiempo, para que las futuras generaciones se vean en ellas antes de tomar decisiones de impacto colectivo.

Fue un período escolar que se llevó, en su gran mayoría, desde casa. Los niños aprendieron a ser autónomos en sus decisiones, entender que lo que hagan o dejen de hacer  por cuenta propia, tiene consecuencias para su vida.

Hay grandes problemas que se dispararon a consecuencia de la enfermedad, las restricciones sanitarias y la falta de empleo: Crecieron problemas sociales como la violencia doméstica, la depresión y los índices de suicidio.  Hubo grupos humanos que enfermaron por tener que salir de casa a ganarse el diario sustento.  Hubo otros que, apelando al pensamiento mágico tan nuestro, actuaron al margen de las restricciones sanitarias, poniendo en riesgo a los de casa y a ellos mismos.  No son uno ni dos los casos de incrédulos arrepentidos, que, desde una Terapia Intensiva, a punto de morir, llamaron a otros incrédulos diciendo que la enfermedad sí existe, y que hay que cuidarse. 

Ha sido un período de grandes lecciones.  El planeta nos cimbró más de una vez para llevarnos a reaccionar.  Quiero entender que la mayoría de nosotros captamos el mensaje; aprendimos que todo acto en contra del medio ambiente nos pasa factura, más temprano que tarde, según vemos.

Nos falta mucho por aprender todavía: Necesitamos entender que la violencia no se corrige con más violencia.  Que hablar en contra de un problema no lo resuelve; para ello se requieren actos precisos, dirigidos a actuar sobre el núcleo del problema.  Nos falta convencernos de que llenar de descalificaciones las redes sociales, en contra de quien expresa una opinión contraria, nunca propiciará un cambio favorable en la sociedad.  Aprender que una mala acción no convierte a su autor en un mal ser humano; quizá habrá actuado de manera equivocada o a partir de una información errónea, mas no por ello es malo en esencia.

Las restricciones nos han enseñado a vivir con menos cosas, a centrarnos en lo esencial.  Aprendimos a valorar a los demás por lo que saben hacer y nada más.  El resto queda al margen de nuestras apreciaciones.  En el mejor de los casos aprendimos a conocernos  nosotros mismos, a convivir con lo que somos y disfrutarlo.  Nos hemos vuelto creativos para resolver problemas por cuenta propia, problemas que antes jamás habríamos imaginado solucionar.

La lección más importante –me parece—fue descubrir la grandeza del ser humano.   Saber que hay personas dispuestas a exponer la vida  por ayudarnos.  Desde empleados y repartidores que nos entregan la mercancía solicitada en la mano.  Surtidores de productos básicos que no han flaqueado un solo día en su labor.  Personal que ha atendido las necesidades de infraestructura urbana a pesar del riesgo que ello implica.

Los que descuellan en primerísimo lugar son aquellos pertenecientes al gremio médico y paramédico que ha atendido la emergencia sanitaria.  Desde galenos, personal de Enfermería; asistentes, técnicos, choferes de ambulancia.  Así como el personal que ha dispuesto de la mejor manera de los restos humanos en los casos de fallecimiento.  No hay dinero que pague lo que ellos hacen, muchos alejados de su familia, agotados, con la angustia prendida al pecho cada día, sabiéndose en riesgo de muerte. Tantas veces vapuleados y agredidos por familiares de pacientes.  Y lo más doloroso, una parte de esos pacientes fueron contagiados por los mismos familiares que ahora reclaman y exigen, pero que en su momento emprendieron conductas de riesgo que llevaron a su familiar a enfermar.

Termina un año muy aleccionador para todos.  Se vislumbra un mejor 2021.  Así llegue la vacuna en la cantidad requerida, con la eficacia necesaria, necesitamos seguir cuidándonos; hacer de muchas de nuestras nuevas costumbres sanitarias una regla, al menos por un buen tiempo.

Este fin de año obliga dar gracias por lo que tenemos y  elevar una oración por quienes a diario nos cuidan.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

VIVIR SIN MORIR EN EL INTENTO
 
Todo aquello por lo que darías la vida cuando eras joven, 
se va volviendo pasado. 
Te convences. Más bien lo hace la vida,
     ella te convence
de que la pasión por ciertos menesteres 
es llama que se apaga con los años. 
     Te ves en el espejo, 
de principio no te reconoces: 
El gesto adusto, la mirada ausente, 
mas de tanto hacerlo mañana tras mañana, lo asimilas: 
Eres el tú de hoy en adelante, hasta que mueras. 
El mismo rostro, los mismos gestos te habrán de saludar cada mañana. 
     Todo lo demás pierde su peso:
La pareja se ha ido, o tal vez vive 
como leve presencia. 
Los hijos ahora giran sobre su propio eje 
     No te necesitan. 
Es más, a veces hasta llegas a estorbarles.
Lo único que queda es tu rostro 
pegado en el espejo, al que saludas igual cada mañana. 
Y así ha de ser, de hoy en adelante. 
Búscate una sonrisa guardada 
tal vez entre las páginas de un libro, 
en una melodía, un recuerdo, algún álbum de fotos. 
Úsala entonces como pasta de dientes, 
antes de mirar tu rostro en el espejo, cada mañana. 
Así podrás vivir de manera digna,
ser feliz con lo que tienes y eres,
sin acaso morir en el intento.

El hombre más feliz del mundo: El mejor modo de iniciar el 2021

ANTIGUA PLEGARIA HEBREA

Que tus despertares te despierten. 

Y que al despertarte, el día que comienza te entusiasme . 

Y que jamás se trasformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer . 

Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruza en tu camino . 

Y que no te olvides de saborear la comida , detenidamente , aunque solo sea pan y agua. 

Y de encontrar algún momento del día , aunque sea corto y breve , para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer por el milagro de la salud , ese misterioso y fantástico equilibrio interno . 

Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos . 

Y que tus brazos abracen . Y que tus besos , besen . 

Y que los atardeceres no dejen de sorprenderte , y que nunca dejes de maravillarte. y que llegues cansada/o y satisfecha/o al anochecer por la tarea realizada durante el día . 

Y que tu sueño sea calmo , reparador y sin sobresaltos . 

Y que no confundas tu trabajo con la vida , ni tampoco el valor de las cosas con su precio. 

Y que no te creas más que  nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza . 

Y que no te olvides , ni por un instante que cada segundo de la vida es un regalo , un obsequio , y que si fuéramos realmente valientes , bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello . 

Cómo un pequeño homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice .

Alicia: Muchas gracias por tu valioso aporte

Resilencia, el secreto está en la palabra: Teresa Falls

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Nada hay más valioso que la vida y la salud, cuando menos no debiera haberlo. Nada justifica que no podamos unirnos y actuar con sensatez para preservarlas. Sería tiempo de recapacitar en los valores y darle a estas épocas un significado que a través del tiempo han perdido. 

Tiempo de buscar dentro de nosotros aquello que nos rescate de la banalidad, de lo superfluo; que nos permita encontrar los medios para acercarnos sin arriesgarnos ni arriesgar a nuestros seres queridos, sin que después tengamos que arrepentirnos de no haber renunciado a lo que exigen estos tiempos, para poder aspirar a que vengan otros mejores.

Tiempos en que pagarán justos por pecadores, donde la fiesta será para unos y la desolación para otros. Como nunca antes, esta navidad está polarizada y por desgracia, unos no habrán renunciado ni a la reunión familiar ni a los regalos, a nada de lo que se están acostumbrados, retando sin el menor recelo a lo que representa esta pandemia. Mientras que otros estarán volcados en resolver y asistir a los que a consecuencia de ello enferman y --más tristemente-- fallecen, habiendo sido muchas veces los menos responsables de la tragedia que se vive día a día en hospitales y en hogares, donde a diario nos enteramos de miles de casos que enfrentan una realidad muy alejada de la fiesta, de la fastuosidad de una mesa elegantemente puesta, de aquello que muchos no estuvieron dispuestos a sacrificar, pero que no logran asimilar que nos está llevando sin clemencia a una crisis que no será controlada, mientras  no seamos capaces de controlarnos a nosotros mismos.

Será feliz navidad para muy pocos, para otros solo un día más, o quizá un día menos. Algunos celebrando con un brindis, otros sentados en la acera de un hospital, pidiendo por sus enfermos, otros llorando a los que perdieron, algunos con un miedo paralizante que les impide festejar nada, y quizá los más afortunados, esos inconscientes que no dudaron en rescatar íntegramente su navidad, sin medir consecuencias.

Yo quiero rogar por una navidad donde nos concienticemos, donde nos unamos con responsabilidad, donde veamos que si no podemos ser parte de la solución, no seamos parte del problema. Que contengamos nuestros impulsos, que sepamos que la renuncia puede significar la esperanza de un futuro mejor no solo para nosotros mismos, sino para todos. Que nos interese ver más allá de la satisfacción de nuestros deseos, que de una vez por todas dimensionemos lo que está pasando y dejemos de estar jugando con la vida propia y la de los demás. Que no seamos --por irresponsables-- los causantes de más calamidades, que tarde que temprano nos alcanzan y nos hacen víctimas de nuestra propia actitud irreflexiva.

Agradecidos los que estamos esta navidad con vida, con salud, cobijados por un techo, sin padecer hambre, tan solo unidos en el anhelo de que podamos ir en una misma dirección, sin que nos convirtamos en mundos paralelos que parecen no tener un fin común y que inevitablemente se cruzarán en este arduo camino que ahora toda la humanidad está recorriendo,

Por una navidad vivida con sensatez, con responsabilidad, con la congruencia que requiere la fe con la que se pide a Dios que nos ampare, o la que cada quien tenga puesta en la vida. 

A Dios rogando y con cordura andando, no pidamos lo que no seamos capaces de dar. Vivamos la navidad y los días venideros con el espíritu abierto a la esperanza, conscientes de que seremos los artífices de nuestro destino.

Que nos abrace esa esperanza, que no nos abandone, pero no la dejemos morir o más bien dicho, no la asfixiemos nosotros mismos.


Popurrí navideño desde casa / Orquesta Sinfónica Nacional / INBAL /

domingo, 20 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 CREAR MEMORIAS

Estas fechas nos conectan con la esfera más sensible de nuestra vida: Las memorias se agolpan y percibimos las cosas de manera distinta al resto del año. Nos permitimos entrar en contacto con el niño interior que llevamos dentro, y que finalmente facilita el goce y la expresión sin tapujos de toda clase de emociones, desde el júbilo absoluto hasta el llanto que, si no logra exteriorizarse, al menos se queda hecho nudo en la garganta.

Cada uno construye sus memorias de acuerdo con los fragmentos de ayer que, como piezas de rompecabezas, terminan conformando un todo personal. En mi caso la Navidad está hecha de estampas, unas religiosas, otras profanas, donde se entremezclan de manera única elementos del nacimiento con personajes pintados por Diego Rivera o importados de Norteamérica. Hay posadas multicolores que retratan el júbilo de niños con piel de canela, junto a nítidas figuras de personajes de fantasía, como Rodolfo el reno de la nariz roja o Frosty, el mono de nieve con ojos de carbón, que un día –como por magia—cobró vida. Todo ello situado en un fondo colmado de nochebuenas y luces multicolores. La Navidad huele a pino y a ponche de frutas. Se cuelan recuerdos aromáticos de tamales y champurrado. Escucho los villancicos españoles ahijados en nuestro suelo, y alcanzo a rememorar los golpes del palo de madera contra el tepalcate de una piñata barrigona, que amenaza con explotar y lanzar de manera portentosa, naranjas, guayabas, caña; cacahuates y mucha colación. Con cada golpe seco de la madera sobre el barro crece la emoción de los niños, dispuestos a recoger a manos llenas esos tesoros para el paladar. Llega el aroma cautivador de la mandarina que impregna las manos que la despojan de su cáscara. Penetra a través de la nariz, y va a alojarse para siempre como un apetecible recuerdo de infancia.

Navidad es la nerviosa expectativa de la noche del 24, tiempo en que imaginamos ese juguete tan deseado bajo el árbol. La misa de gallo de medianoche, cuando los horarios de mi infancia se alteraban por única vez en el año, y el sueño se espantaba ahuyentado por la emoción de lo que llegaría unas horas después. A la mesa navideña de los recuerdos hoy acuden padres y abuelos; cada uno ocupa su lugar y la fiesta comienza. La música del tocadiscos pasa de villancicos españoles a canciones de Bing Crosby una y otra vez; hay ratos cuando el áspero sonido de la aguja sobre el acetato es todo lo que se percibe, ignorado por las voces y las risas de los comensales.

Las tarjetas navideñas. El fulgor de las luces de Bengala y el olor del cabo de las velitas, cuyo resplandor acompañaba la procesión de peregrinos pidiendo posada. El frío que se metía hasta los huesos y me ponía a temblar de un modo hasta sabroso, para apercibirme de que la Navidad llegaba.

La cocina de mi madre; las manos de mi abuela. Las golosinas que regalaba el padrino. La emoción de vivir las posadas y contemplar esos nacimientos de cinco o seis cuadros, poblados con figuras de barro multicolor, que representaban a los peregrinos, los reyes magos, cada uno en su bestia: el caballo para Melchor; el camello para Gaspar y el elefante para Baltazar. Los pastores, el ángel anunciando la buena nueva al mundo; al fondo el asno y el buey, y al frente dos o tres borreguitos. A un lado la pequeña aldea con sus habitantes; el lago con patos y cisnes; el pozo de agua y la aguadora de mantilla blanca siempre. Borreguitos repartidos en todos los cuadros, e invariablemente un pastor cargando una oveja sobre sus hombros. Entre unas y otras escenas, se extendía una alfombra de heno, musgo, y algunas esferitas navideñas. Tal vez más allá del portal podía verse un molino de viento; puentes, ríos y cascadas. Otro cuadro que no podía faltar era el de la creación del mundo, el árbol, la manzana y la serpiente. Adán y Eva con una desnudez que contrastaba con el arropamiento del resto de las figuras. Por encima del portal en el que se exhibían los peregrinos, la estrella de Belén refulgente. De niña imaginaba que encima de la estrella se hallaba Dios Padre, un viejo de cabello canoso y ondulado, sonriendo satisfecho al contemplar las distintas escenas de la Natividad. Canela; incienso; ilusión; a la ro-ro niño; nieve a través del helado cristal o proveniente de un bote que la lanza a velocidad para decorar las ventanas de la escuela con un “Feliz Navidad” y un moño de ocasión. Ahora es momento para conectar con los ecos de ese ayer, y crear memorias entrañables para nuestros niños. En particular esta vez, cuando culmina un año atípico, nada fácil, que ha implicado renuncia a muchos elementos de disfrute. ¡Nuestros niños lo tienen más que merecido! Rematemos este año tejiendo para ellos inolvidables memorias

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza


 Recuento

Tiempo de agradecer:

Con los dedos de una mano cuento mis bendiciones.

No necesito más: Vida, salud, familia,

un par de amigos auténticos

       de una sola cara,

que ofrecen su mano y  miran de frente.

Me  dicen la verdad –aunque no me guste--.

Tengo la certeza de ir en su corazón

así como ellos en el mío.

Me acompaña  esa música  que penetra  escondrijos del alma,

me lleva a  mudar de piel. Me transporta

más allá del tiempo y la distancia.

Por último, tengo  la palabra escrita,

la mejor compañera de viaje

en esta aventura preciosa de vivir.

Estoy completa,

nada  falta en  mi valija de viaje.

Vayamos avanzando mientras dure la vida.

 

Celebrar la Navidad de manera divertida con Hauser

REFLEXIÓN del argentino Roberto Fontanarrosa






"Estamos Distraídos"

Mi amiga Colette solía decir, y hace ya mucho tiempo, 'Estamos entrando en la edad del nunca me había pasado'...

Y es así.

Decimos: 'Es curioso. Nunca me había pasado, me agaché a recoger un tenedor y se me trabaron cuatro vértebras de la columna.

Escuchamos: 'Es notable. Nunca me había pasado. Mordí un caramelo de limón y un premolar se me partió en ocho pedazos.

Es que, así como se habla de un Primer Mundo y de un Tercero sin que nadie conozca a ciencia cierta cual es el Segundo, nosotros hemos pasado de la Primera Edad a la Tercera sin recalar por la Segunda y el cuerpo acusa recibo de tal apresuramiento.

El tiempo mismo, incluso, ha tomado una consistencia gelatinosa, plástica, mutante.

Calculamos: - 'Cuánto hace que se mudó Ricardo a su nueva casa?'.

Y arriesgamos: - 'Tres, cuatro años'. Hasta que alguien, conocedor,
nos saca de la duda: 'Catorce'.

Suponemos ante el amigo encontrado ocasionalmente en la calle: -'Tu pibe debe andar por los seis, siete años'.

- 'Tiene diecinueve - nos contesta el amigo

- Vení Tacho!'. Y nos presenta a una bestia de un metro ochenta, pelo verde, un clavo miguelito clavado en la ceja y un cardumen de granos sulfurosos en la mejilla.

Se corrobora entonces aquello que, dicen, decía John Lennon: 'El tiempo es algo que pasa mientras nosotros estamos distraídos haciendo otra cosa'. Y suerte que estamos distraídos haciendo otra cosa. 

Mucho peor es aburrirse.

Es dulce rememorar ciertos momentos, pero más me entusiasma pensar en las cosas que tengo para hacer. Es que muchos de esos ciertos momentos son muy viejos.

Y por lo tanto vale recordar el consejo dado por Javier Villafañe cuando alguien le preguntó cómo hacía para conservarse tan joven pasados los ochenta años. - 'No me junto con viejos', respondió el maestro.
Yo quiero agregar lo que un día dijo Jean Louis Barrault, famoso mimo francés: 'La edad madura es aquella en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo'.

Tomado de la página de Fb "Las cuatro esquinas, una intersección literaria"


La "Estrella de Belén" será visible después de 800 años; Noticiero chileno

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Una época navideña distinta, unos días que como siempre decía, deseaba vivir en paz, y no lo hacía, motivada por la reunión familiar, por el deseo de tener la casa arreglada, con un bello pino y nochebuenas. En donde el aroma navideño que a mis hijos les encanta, se esparciera por todos lados, movida ciertamente más por ellos que por mí misma.

Y aquí estoy, como tantas veces pensé quería estar, en paz, sin algarabía, sin tener que pensar en que hacer de cenar, en arreglar la casa, nada. Esa ansiada paz viene ahora impuesta, forzada por las circunstancias. Recuerdo entonces el dicho; "cuidado con lo que pides, porque se te puede conceder".
Definitivamente, las circunstancias han cambiado, y mi solicitud no era ésta, no así, no entre tanta incertidumbre, dolor, llanto, enfermedades, miedo, soledad forzada, renuncia a disfrutar de la compañía familiar. No a tener casi un año sin poder abrazar, besar, mantener contacto estrecho con la gente, cantar con mi coro presencialmente, haber tenido que adelantar mi jubilación para no contagiarme. En fin cambiar toda mi vida, y con todo ello dar gracias por permitirme llegar a este día, nunca como antes había valorado tanto despertar y sentirme viva, y que un "buenos días" de mi familia y amigos, haciéndome saber que están bien, me llenara tanto el alma.

Sí, va a ser una noche de paz para mí, cargada de nostalgia, de tristeza por aquellos que han partido, por los que sufren su duelo, por los muchos que estarán enfrentando la enfermedad y por los que renunciarán a los festejos, en aras de cumplir con su misión de curar.

Una paz que no es la que yo quisiera vivir y menos que vivieran los menos afortunados que yo, porque finalmente no tengo derecho a quejarme. Me afligen dolores que no puedo llamar ajenos, porque nos son comunes a todos, pero en lo personal, esta navidad será un espacio para mitigar las penas, para agradecer la vida, para reafirmar la fe, alimentar la esperanza y seguir alentando mi alma a creer en mejores tiempos.

Tengo muchos motivos que soportan mi esperanza, dos de ellos, son dos pequeños, que ya viven en mi corazón desde que sé de su existencia. Son ellos una luz que alumbra mi existencia, cuando la obscuridad de la calamidad quiere arrebatarme la voluntad. Son ellos ahorita mi mayor acicate para seguir siendo positiva, y no perderme en malos presagios, en pesimismos.

Todo pasa y esto también va a pasar. Por lo que a mí toca, hallarán todo el amor y la confianza que mi corazón les puede dar, un escudo que les proteja, como a mí siempre me ha protegido el amor de la adversidad, que en este terrenal andar nos toca tarde o temprano enfrentar.

Una navidad en que el mejor alimento sea la fe y el mejor regalo la salud, la vida, la resignación, el perdón. No sé si feliz, pero navidad al fin, donde nazca en todos nosotros un sentimiento fraterno de unidad, que fortalezca el espíritu y nos renueve el sentimiento de sentirnos hermanos

Audiocuentos de Navidad: ¿Niños en casa? ¡A estimular su imaginación!

domingo, 13 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

BALANCE DEL DELTA

Estamos a mediación del último mes de este 2020, donde hemos sido llevados por una corriente más allá de nuestra propia voluntad, una corriente que ha ido cobrando fuerza y en ciertos momentos nos lleva como los rápidos de un río que desciende.  Vemos las rocas a uno y otro lado, tratando de adivinar contra cuál de ellas podremos  resultar golpeados. Ahora pareciera que nos acercamos al  delta del río; bajo el agua queda el abundante sedimento que lleva a la corriente a ir perdiendo velocidad y fuerza, con la promesa de un descanso.

Es buen momento para sopesar lo que hemos logrado en nuestra vida personal a lo largo de este período, tan ajeno a la normalidad.  Cuarenta semanas, justo el equivalente a lo que dura una gestación humana, etapa durante la cual algo habremos creado con nuestro tiempo y voluntad.  El balance es muy personal; muchos lo estarán pasando transidos por el dolor de ver enfermar o partir a un ser querido; para algunos más ha sido  un tiempo que han vivido aferrados a la esperanza día tras día; semana tras semana, enfrentando los fantasmas de la incertidumbre y de la pena.   No obstante, como en todo, hay cosas buenas que hemos aprendido del mundo, de nuestros seres queridos, y sobre todo de nosotros mismos.

Lo primero que nos corresponde, es agradecer al cielo que seguimos aquí, con vida.  Podemos narrar en primera persona lo que ha sido nuestra experiencia durante este período de tiempo.

No estamos solos.  Ya sea dentro de casa; a través de los medios de comunicación, o de alguna otra manera, tenemos la noción de que somos importantes para alguien.

Hemos tenido múltiples oportunidades para ejercitar la empatía.  Para solidarizarnos con quienes viven en desgracia, y compartir  un poco de lo que tenemos.

Ha habido ocasión de revisar las posesiones materiales que tenemos dentro de casa y deshacernos de buena parte de ellas.  Lo más simpático es que, conforme pasan los meses, nos percatamos de que nos siguen sobrando cosas que pueden beneficiar a otros.  Es una toma de conciencia progresiva, que en otras circunstancias jamás habríamos hecho.

Vamos aprendiendo a utilizar las redes sociales, a ratos nuestra única ventana al mundo.  Ahora conseguimos distinguir entre una noticia verdadera y una falsa, para no dejarnos engañar.

Mediante la red hemos accedido a sitios y a eventos que de otra manera difícilmente habríamos conocido.  En el mejor de los casos hemos hecho comunidad con personas que comparten nuestros gustos e inquietudes.

La pandemia nos ha hecho salir de nuestra zona de confort para ir al lado de esa persona que sufre.  Hemos logrado dimensionar nuestras párvulas desgracias frente a las grandes tragedias que otros enfrentan.  La realidad nos cimbra para sacudirnos los polvos del ego.

Entendimos que la solidaridad no se ejerce mediante la palabra sino a través de acciones.  Y en la medida de lo posible, cada uno de nosotros ha aprendido a solidarizarse con otros.

El encierro nos ha obligado a pasar con mayor frecuencia frente al espejo.  En el mejor de los casos, a redescubrirnos en su reflejo, conocer rasgos de nosotros mismos, que hasta ahora no habíamos apreciado.

El aburrimiento nos ha encauzado a la creatividad.  Hemos aprendido nuevas cosas, ello nos ha hecho transitar del aburrimiento a la gratificación.

Eso de pasar meses enteros sin un corte de cabello profesional, nos permite ver la vida con mayor simplicidad y buen humor.  Somos los mismos a pesar de nuestro desaliño.  Es más, quizá concluyamos que una sonrisa nos adorna más que cualquier sólido maquillaje.

Hemos aprendido a conocer y a bendecir nuestras raíces.  A valorar los trabajos que nuestros ancestros llevaron a cabo para colocarnos a nosotros donde ahora estamos.   Vivimos a mayor profundidad el sentido de pertenencia.  Nos enorgullecemos de nuestro clan.

Frente a la pantalla o frente a un buen libro hoy sabemos que la realidad personal es muy distinta a la de los demás.  Que cada cual vive su propia situación y a partir de ella es como actúa.  Que en la medida en que tengamos claro este concepto, erigiremos una sociedad más sana y equilibrada.

Comprendemos en toda su magnitud el amor con que algunos seres humanos trabajan por nosotros: El personal de salud, sabio, generoso, que enfrenta con fortaleza todas las pruebas y es capaz de dar la vida en ello.  Los investigadores incansables que hurgan las entrañas de la ciencia para diseñar una vacuna.  Los trabajadores cuyo quehacer nos permite a muchos de nosotros permanecer a buen resguardo.

Ésta no es –en absoluto—la primera emergencia sanitaria de la humanidad.  No obstante, hasta ahora, es la más documentada.  Quedará plasmada para la historia mediante sobradas evidencias.  Sea pues, momento de escribir nuestra mejor historia.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 

CELEBRACIÓN

En esta Navidad distinta vuelvo a lo esencial. A seguir los pasos de José y María en su arribo  a Belén.

Cambio oropel y algarabía por esperanza y consuelo.  Lejos del bullicio comienzo a escuchar a Dios desde el silencio.

Hoy no habrá fiestas ni visitas.  Desde aquí, donde me ha tocado estar, doy gracias al cielo por la vida y la familia.

En medio del dolor propio o de quienes amo, entiendo claramente que nuestro paso por el mundo es temporal.

Comprendo que nada hemos de llevarnos, más allá de lo que hayamos sembrado en otras vidas con el corazón.

Desde las pajas del pesebre descubro que la Navidad es eso: Un nacer a lo que ha de perdurar más allá del tiempo.

Y que Dios, padre y eterno sabedor, nos da a nosotros, sus hijos, no lo que deseamos sino lo que necesitamos.

Y así, de la manera más humilde, lo celebro en esta Navidad.

La búsqueda de Jacques Brel - "Sinfonía para la vida" El concierto

VIDA: Texto de Charles Chaplin

Vida: 

Ya perdoné errores casi imperdonables.

Traté de sustituir personas insustituibles,

de olvidar personas inolvidables.

Ya hice cosas por impulso.

Ya me decepcioné de algunas personas,

mas también yo decepcioné a alguien.

Ya abracé para proteger .

Ya me reí cuando no podía .

Ya hice amigos eternos.

Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.

Ya fui amado y no supe amar.

Ya grité y salté de felicidad.

Ya viví de amor e hice juramentos eternos,

pero también los he roto y muchos.

Ya lloré escuchando música y viendo fotos .

Ya llamé sólo para escuchar una voz .

Ya me enamoré por una sonrisa.

Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia.

Tuve miedo de perder a alguien especial

(y termine perdiéndolo) 

Pero sobreviví

¡Y todavía vivo !

No paso por la vida.

Y tú tampoco deberías sólo pasar...

¡Vive!

Bueno es ir a la lucha con determinación,

abrazar la vida y vivir con pasión.

Perder con clase y vencer con osadía,

porque el mundo pertenece a quien se atreve

y la vida es mucho más, para ser insignificante.

Agradezco a mi linda amiga Mardya tan valioso aporte

¿Qué es el espíritu crítico?. Gilles Lipovetsky

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Quiero creer que de verdad en que esta pandemia nos ha hecho reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad, sobre lo frágil que es nuestra existencia. Que la vida de todos los seres humanos del planeta puede dar un giro de 180 grados para llevarnos a un desastre, un desastre que nadie pudo imaginar, predecir, menos evitar.

¿Qué nos falta vivir, perder, sentir, para que podamos dimensionar la implicación que tiene nuestra responsabilidad en disminuir los daños?

Por las noches despierto por ecos de voces y música, que en las madrugadas, me hacen saber de festejos. La algarabía denota que la fiesta está en grande y que al calor de las copas, van subiendo los ánimos, y seguramente ninguno de los que ahí está tiene en mente lo que se está viviendo afuera de esas reuniones. A todos nos hace falta divertirnos, a todos nos tiene enfadado tanto encierro, ¿quién no está con el ánimo de reunirse con familia, con amigos, de disfrutar de fiestas, de convivir y combeber sin aflicción.

Escucho y comprendo, mas no justifico, porque en eso el sonido de una ambulancia me hace dirigir mi mente a los hospitales. Sabiendo lo que es el sonido de las alarmas de ventiladores y monitores en una terapia intensiva; la tensión de ver las constantes vitales de un paciente oscilar de bien a mal; el olor peculiar de una sala donde se viven las situaciones de más extrema gravedad. Me transporté a una de ellas, hasta sentir en carne propia el dolor, el estrés, el cansancio de mis colegas médicos, que incansablemente siguen luchando por salvar las vidas de tantos y tantos pacientes que llegan a los hospitales. Regresé al bullicio de esas risas y cantos estridentes, y me sonaron tan patéticas, tan ruines, que me dolieron profundamente, no exagero.

No pretendo ser severo juez; calidad moral me falta. Solo expreso mi sentir en ese momento, mi empatía absoluta con los médicos que para estas fechas ya tienen repercusiones fatales algunos, y otros de distinta índole, que les afectan en lo personal y en lo familiar. Ellos no tienen ,desafortunadamente, muchas esperanzas de ser reemplazados, porque no hay suficiente personal médico capacitado. No basta tan solo con que haya camas y equipo; el material humano no es fácilmente sustituible ni reemplazable, y si no hacemos conciencia de esta situación, nosotros mismos seremos los causantes de nuestra desgracia.

Es tiempo de paz, como siempre debía serlo, pero más que nunca hoy debemos dejar a un lado todo aquello que exacerbe el peligro de contagio. El virus debe ser el único enemigo a vencer, no nuestra imprudencia, no nuestra indolencia, no la irresponsabilidad de anteponer el placer a la protección de la vida de los demás y la propia.

La vida hospitalaria para el enfermo y para el personal que lo atiende, no es una fiesta. Seamos solidarios, hagamos de una vez por todas una reflexión profunda de lo que nuestras acciones repercuten en el empeoramiento de una situación que ya de por sí es muy grave.

Vivamos la navidad con sentido humanitario; encontremos el mejor significado que alguna navidad que hayamos vivido pueda tener. Vayamos unidos a preservar vidas, con la esperanza de que, a pesar de todo lo azaroso que este año ha sido para todos, --para algunos mucho más que para otros--, podamos tener la esperanza de un renacer. Seamos sentipensantes, sintiendo y pensando antes de actuar con imprudencia y ligereza. La vida de todos está en riesgo. Rememos todos en dirección a ese puerto donde nos abrigue la esperanza de un futuro mejor; donde reencontremos la vida que este año, el virus malévolo ultrajó.

El espíritu navideño, se vive distinto; se percibe de diferentes maneras. Esta navidad debiéramos todos mantenerlo en sintonía.

Invierno en Montreal (4k)

domingo, 6 de diciembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

EL MEJOR PRESENTE

Llega la esplendorosa época decembrina a alegrar el corazón.  Como todo lo que ha venido sucediendo en los últimos nueve meses, será una celebración distinta a cualquier diciembre que le haya precedido.  En incontables mesas familiares habrá quedado una silla vacía.  La alegría de la convivencia podrá verse empañada por la ausencia de ese familiar que  pasará la Navidad en una cama de hospital, sin distinguir fechas u horas del día.  En muchos otros casos la familia extendida no podrá reunirse como en años anteriores, cuidando de no salir de casa y contagiarse.  Habrá hogares en los que la cena navideña sea como la de cualquier otro día, o donde no haya regalos, porque la economía es magra.   Necesitamos mentalizarnos de que la esencia de la Navidad no está afuera sino dentro del corazón, por más que nos cueste asimilarlo.

Nuestra idiosincrasia es muy particular; una característica consiste en que nos da por enmascarar la realidad.  Esto es, si es dable hacer trampa, no lo pensamos tanto y engañamos. Lo hacemos como quien lleva a cabo una travesura; sacamos ventaja cuando se pueda, y lejos de quedarnos un sentimiento de culpa, lo asumimos como un signo de sagacidad.  Pudimos verle la cara al otro; fuimos capaces de violar la norma sin ser descubiertos; obtuvimos ventaja económica de una situación.  Si nadie se percata, qué bueno, y si nos sorprenden en la falta actuamos graciosos, jalando a quien nos sorprendió a participar en la travesura como un cómplice, para restarle importancia a los hechos.  Ahora recuerdo a un exalcalde nayarita que hace unos años, cuando se puso en evidencia que había desviado recursos de la municipalidad, contestó, minimizando los hechos, que ”había robado poquito”.

Faltar a la verdad provoca daños colaterales.  Si oculto algo, estoy dañando a terceros, de manera directa o indirecta, aun cuando no todos lo dimensionamos de la misma manera.  Muchos problemas políticos y económicos del mundo tienen relación con ocultamientos que, a fuerza de repetirse, terminan perdiendo importancia, algo que, en estricto apego a la verdad, no debería suceder.

Ahora que llega la temporada navideña, nuestro espíritu festivo a ratos no parece tan dispuesto a celebrar de un modo distinto al tradicional.  Tal vez buscará cómo sacar la vuelta a las regulaciones sanitarias para reunirse con la familia distante o con los amigos.  Parte de esa actitud tan propia de nosotros de “qué tanto es tantito”, y el gozo del reencuentro, de la fiesta y de la alegría, nos hacen desterrar de la mente en ese rato cualquier otro pensamiento.  “No pasa nada”. “Todos nos hemos cuidado tanto tiempo, que no hay riesgo de que me enferme”.  Campea la idea entre jóvenes, adultos y mayores.  Es una mentira, es mentirnos a nosotros mismos, no querer voltear a ver una verdad que está ahí, gritándonos.

Viene a mi mente el surgimiento del SIDA a principios de los ochenta.  El mecanismo de transmisión es parecido al de la COVID hoy en día.  El riesgo de transmisión del VIH es exponencial; depende del número de parejas sexuales que ha tenido la persona con la que tengo sexo ahora, y a la vez del número de parejas que cada una de ellas ha tenido en el tiempo.  Por esa razón, en sus inicios, el SIDA fue visto como epidémico.  Aquí pasa algo similar: Dentro de un hogar hay una o más personas que por razón de su trabajo, compras o pagos diversos, deben salir de casa.  Si siguen las medidas de higiene necesarias, es poco probable que pongan en riesgo a los convivientes habituales.  Cuando reunimos a varios grupos, digamos en una posada familiar, el microambiente de unos entra en contacto con el microambiente de otros, por más que todos sean parientes.  Ahí es donde se da la transmisión del virus.  En ese salón de fiestas están entrando en contacto cepas de unos y de otros, y a la vuelta de una o dos semanas, tenemos grupos familiares contagiados.

Sea esta época navideña un tiempo donde prive el sentido común.  Habrá muchas ocasiones más para abrazarnos, besarnos y cantar juntos; incontables oportunidades para celebrar al lado de nuestros seres queridos; expresar unos a otros los mejores deseos cara a cara, y divertirnos.  Éste no es el momento para hacerlo.  Dejemos las rifas, los intercambios de regalos y las fotos familiares para una ocasión libre de riesgos.  Ahora no.

Hagamos de la presente una temporada distinta, en la que prive la más profunda generosidad, esa que lleva a cuidar con todo nuestro cariño a quienes amamos, mediante la renuncia de nuestra diversión personal.  Comuniquemos los sentimientos de maneras alternativas. Seamos creativos al  expresarlos, por vías nuevas y distintas.  Todo puede esperar.  El mejor presente que podemos dar esta vez  a quienes amamos, es no ponerlos en riesgo.

Villancicos navideños: Arre borriquito: Popular

 


En la puerta de mi casa
voy a poner un petardo,
“pa” reírme del que venga
a pedir el aguinaldo

Pues si voy a dar a todo
el que pide en Nochebuena
yo si que voy a tener
que pedir de puerta en puerta

Arre borriquito, arre burro arre
anda más deprisa que llegamos tarde
Arre borriquito vamos a Belén
que mañana es fiesta
y al otro también

Que el que quiera comer pan
que no venga a mi cena
en el portal de Belén
la Virgen es panadera

Pues si voy a dar a todo,
el que pide en Nochebuena
yo si que voy a tener
que pedir de puerta en puerta

Arre borriquito, arre burro arre
anda más deprisa que llegamos tarde
Arre borriquito vamos a Belén
que mañana es fiesta
y al otro también

En el cielo hay una Estrella
que a los Reyes Magos guía
hacia Belén para ver
a Dios hijo de María

Cuando pasan los monarcas
sale la gente al camino
y a Belén se van con ellos
para ver al tierno Niño

Arre borriquito, arre burro arre
anda más deprisa que llegamos tarde
Arre borriquito vamos a Belén
que mañana es fiesta
y al otro también

En la puerta de mi casa
voy a poner un petardo
“pa” reírme del que venga
a pedir el aguinaldo

Pues si voy a dar a todo
el que pide en Nochebuena
yo si que voy a tener
que pedir de puerta en puerta


Isaac Hernández, el gran bailarín mexicano

 Aquí interpretando el pas de deux de "El Balcón" del ballet Romeo y Julieta de Prokofiev. 

El poder de las historias: FIL Guadalajara 2020

Excelente conversatorio entre Salman Rushdie y Javier Cercas, ayer sábado 5, dentro de los trabajos de la FIL Guadalajara 2020.  Cercas quiso referirse a nuestras condiciones dentro de la pandemia haciendo alusión al poema del español Vicente Aleixandre: 

"Sabemos adonde vamos y de dónde venimos. Entre dos oscuridades, un relámpago. Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto, una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor."



No nos cansemos de cuidarnos: el virus no se ha cansado de atacarnos

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Sin pretensiones ni expectativas que difícil es amar. Renunciar a ver correspondido el amor, a regocijarte en ese maravilloso vaivén de un sentimiento, y decidirse a amar sin restricciones sin recibir nada a cambio, es facultad de pocos, si es que alguien puede concebir amar sin que le hiera, sin que le oprima el corazòn al saberse tan solo vàlvula de salida al amor, nunca del mismo ser receptor. 

Si amar de verdad, es nada esperar a cambio de nuestro pensamiento, nuestro corazón y vida misma dar, me declaro entonces con incapacidad total, porque mi energía, esa que me da la fuerza espiritual necesaria para seguir viva, para rescatarme de la adversidad, no se satisface tan solo con el amor que genero dentro de mi, requiere esa fuente sin par, que tan solo da el saberse amada.

Quizá es que no tengo calidad humana, no la suficiente para renunciar a exigir a cambio del amor que prodigo , por poco sea, cariño, ternura, que me haga vibrar que me haga sentir viva. No soy autosuficiente, disfruto lo placentero que es el arte de amar, pero no soy tan solo pincel para dibujar, soy lienzo en el cual espero alguien deje impreso una obra magistral.

Puedo sonar ruda con tanta verdad, para mi el amor es necesidad, energía que fluye en ambos sentidos y mantiene así encendido el motor que mueve mi alma, que le da el sostén y la lozanía para hacerme ligero este andar terrenal.

Popurri instrumental de Navidad

domingo, 29 de noviembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

¿Por qué Maradona?

Dentro de las noticias de la semana que han merecido mayor difusión, se encuentra la muerte del futbolista argentino Diego Armando Maradona.  Como ha sucedido con otros  personajes populares  de la historia moderna, el pueblo se volcó en manifestaciones de dolor hacia el ídolo que moría injustamente, en contra de su destino de inmortal que, suponían, estaba escrito.

Se aprende mucho del estudio de  expresiones como ésta, que parten de la muerte de quien  era tenido por su gente y en este caso, también por sí mismo, como un dios.  Expresiones masivas de dolor me remiten a la muerte de Pedro Infante en México, o  de Evita Perón en la misma Argentina. En ambos casos  se trata de la muerte anticipada  de seres humanos que habían dejado atrás sus condiciones de origen para elevarse y trascender.  Se enciende el fervor  de la gente que se siente identificada con ellos.

La muerte de Maradona generó en Argentina  tres días de  luto oficial.   Del mismo modo como en otros lugares y momentos se decretó para héroes de guerra y difícilmente para investigadores, por más significativos que sus  logros hayan sido para la humanidad. Si analizamos a Maradona como ser humano, encontraremos que aparejados con sus logros deportivos hay grandes problemas de comportamiento, en la cancha como en su vida privada; rasgos que merecieron para más de un profesional de la salud mental, situar su origen en un trastorno de  personalidad, tal vez  asociado al uso de psicofármacos.  Le sucedió como ha ocurrido con otros personajes del deporte o del espectáculo: Los apabullan la fama y los ingresos económicos, a tal grado que muchas veces terminan solos y en la más absoluta inopia, después de que tuvieron el mundo a sus pies.

¿Qué sucede entonces? Posiblemente  la novela clásica publicada hasta principios del siglo 19 consiguió retratar personajes con los que el lector se sentía identificado.  Eran protagonistas de carne y hueso, con aciertos y errores; pecados y virtudes, que a lo largo de la trama iban tomando decisiones que daban rumbo a la misma.  Se presentaban problemas que los personajes tenían que enfrentar, hasta un clímax y un desenlace.  Así podemos recordar infinidad de personajes de la narrativa o de la poesía de época.  Dichos protagonistas se permitían licencias que los humanos de la vida real no, sometidos a los clichés vigentes.   El teatro abona a estos personajes humanizados, y dada la relación entre autor, actores y espectadores, podemos identificarnos con los deslices mayores y menores que ocurren en el  escenario.   Según parece, fue con el surgimiento de las telenovelas cuando las cosas cambiaron. Transmisión de las primeras telenovelas, década de los años sesenta: Escenario montado en un estudio mediante mamparas y muebles de sala.  Las escenas más allá de la sala sólo se sugerían. Era un formato teatral dividido en cuadros, con un intermedio breve en el que las empresas patrocinadoras  hacían su comercial mediante  un anunciador con el producto en la mano, para enumerar las bondades de este.  Quizá se intercalaba un anuncio filmado, y en seguida regresaban las cámaras a continuar con la trama de la telenovela.

A partir de este punto de quiebre los personajes de la literatura cambian, se  alejan de la realidad: Eran los tiempos del crepé y las lacas, de manera que las actrices, totalmente descompuestas en medio del peor drama, aparecían perfectamente peinadas, maquilladas y vestidas. Con el tiempo la escenografía fue evolucionando de formas, pero los personajes continuaban con esos rasgos: Si Esmeralda era sacada de su sueño a las 3 de la mañana por una llamada de Carlos Daniel, la cámara nos la presentaba  en su cama con sábanas egipcias. Ella se incorporaba ataviada en su bata de seda, perfectamente maquillada, y tomaba el auricular. Así se fue exagerando la falta de verosimilitud de personajes y tramas, para llevar a que ahora la gran mayoría de los mexicanos “en la tele” sean rubios de ojos claros; muy atractivos, delgados; ejecutivos y ricos.  Que viajen a cada rato a Europa o a Emiratos Árabes; que tengan carro del año y casa de verano.  Esta es la idea que, de manera subliminal  venden los productores. Arquetipos frente a los cuales nos sentimos  como  personajes de “Los Olvidados” de Buñuel.  Entonces, toparnos con un Maradona de carne y hueso, que cambió el barrio por las grandes canchas, y que nunca dejó de mostrarnos su lado humano, se gana la idolatría de la gente. Cada aficionado puede echar mano de su figura para soñar, como remata Chava Flores su célebre canción: ¿A qué le tiras cuando sueñas, soñador?

La idolatría por Maradona demuestra lo siguiente:  Urge  modelos que nos hagan creer que la condición humana es una plataforma de despegue para nuestros sueños.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 


Amor espejo

Viene hasta mí tu verdad única

a remover mis pequeñas verdades

cotidianas.

Inquietas golondrinas del atardecer.

Llega tu amor imperfecto a posarse

frente a mi imperfecto amor,

y a partir de entonces

la vida escribe su mejor poesía:

Tu piel junto a mi piel,

tu mirada asomada en la mía.  Tu historia

como parte de la historia propia.

Hoy descubrí que el amor es eso,

la sencilla manera de hacerse compañía

por el camino.

 

Tomado de mi libro “Mansa lluvia”.  Ed Auriga, 2016

 

Mozart y Mambo - Rondo alla Mambo!

POESÍA DE Luis Cernuda

 Contigo

¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.

¿Mi gente?
Mi gente eres tú.

El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.

¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Tomada de la página zendalibros.com

Todo está en la mente: Video inspirador

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Plasmar mis sentimientos a través de las letras, es algo espontáneo, fluye a través de mis dedos, como si mis ideas pasaran directamente a ellos sin filtros, sin reglas, sin nada que les fije el rumbo o les marque directriz alguna.

No sé en que momento empecé a escribir, ignoro también por qué me inicié en esto; se hizo en mi una actividad sino indispensable sí necesaria, que me permitía catalizar muchas veces las emociones de experiencias propias y ajenas.

Sin intentarlo realmente, logro a veces la conexión con personas, en el pensamiento y mucho más allá, como si se tendieran redes que conectan las almas, y se convierte uno en un transmisor de sentimientos que nos son comunes, que nos afectan por igual, para bien o para mal.

Así escribo, con la humildad de reconocerme una escritora sin instrucción alguna, y carente del arsenal cultural que se requeriría para llamarse escritora. Acepto el título porque finalmente me define como alguien que se atreve a describir con palabras, ideas y sentimientos, aunque nunca sea capaz de lograr una obra literaria.

Ni siquiera he sido capaz de preparar mis escritos haciendo un borrador susceptible de corrección.
Me siento, tecleo, a veces confieso que hasta apuradamente, como si tuviera miedo de tomarme más tiempo y perder la idea. Idea que en general no es  preconcebida y que a veces va surgiendo conforme escribo.

Esta es mi confesión, y sé que me revela tal cual soy, como escritora informal, o como se pueda llamar a lo que hago. Eso sí, en cada escrito, en cada reflexión, llevo por guía lo que me dicta la razón, y conectada directamente con el corazón, porque soy un ser sentipensante. Ese término nacido en Sucre en voz de un pescador, para señalar que se actúa con el corazón, empleando también la cabeza.

Mis escritos no tienen más valor que aquél que le encuentre por lo menos un lector. Son tan solo letras que forman emociones simbolizadas en palabras, y que pueden tener mil errores, pero al fin y al cabo intentan sonar auténticas y libres, de mi total inspiración.


Una zorra y un ratón: Corto animado por ESMA |...

domingo, 22 de noviembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


LA REVOLUCIÓN HOY

Acerca de la Revolución Mexicana  somos capaces de hablar en segunda persona, evocando historias que nos resultan cercanas.  Surgen anécdotas que muy probablemente no están escritas en ningún libro de época, o que, a causa de su transmisión oral a partir del hecho original, van sufriendo variaciones en una especie de “teléfono descompuesto”, como el que jugábamos de niños. Aún viven personas que nacieron pocos años después de 1908, la primera vez que  Madero convocó a la población a levantarse en armas para desbancar al presidente inamovible por 30 años. Esas personas estuvieron próximas a ciertos  hechos que detonó la Revolución en 1910 y  culminó en 1917 con la expedición de la nueva Constitución Mexicana.

Dentro de esta obligada nueva normalidad, el desfile deportivo y militar se sustituyó por un magno evento en la explanada del Monumento a la Revolución en la Ciudad de México. A propósito de los personajes que recordamos al hablar del período de 1910 a 1917, en días pasados la UNAM San Antonio transmitió una espléndida charla del Doctor Javier Garciadiego con motivo del centenario luctuoso de Venustiano Carranza. Charla que, por cierto, se halla en la página de UNAM San Antonio, para quien guste verla.  Con un dominio excepcional sobre el tema, el historiador fue conectando una red de personajes cercanos a Carranza, que finalmente tuvieron que ver con su asesinato aquella noche de mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, Puebla, en donde planeaba pernoctar en  su trayecto al puerto de Veracruz.  Cierto, hay que decirlo, desde la incubación de lo que se consolidaría como un movimiento armado en 1910, la muerte estuvo presente. De los asesinatos en el preámbulo de la Revolución, fue el de Aquiles Serdán en la ciudad de Puebla. En la residencia familiar se parapetaron los hermanos Serdán, familiares y simpatizantes de la causa antirreeleccionista; hasta ahí llegó un grupo de militares armados con la intención de ultimar a Aquiles.  En la reyerta murió su hermano Máximo, y su hermana Carmen Serdán salió herida.  Por cierto, a partir de ahora aparece la imagen de la hermana en el anverso de los nuevos billetes de mil pesos al lado de Francisco I. Madero y Hermila Galindo.

Para las nuevas generaciones de mexicanos es poco probable  escuchar de forma directa anécdotas de aquellos tiempos, dando vida a personajes que de otra manera vemos planos, como las imágenes de los nuevos billetes.  Necesitamos dotarlos de una dimensión humana, mostrarlos como lo que son, hombres y mujeres de carne y hueso como nosotros.  Individuos que albergaron sueños de una mejor nación para todos, y que no tuvieron empacho en arriesgar la vida por lograrlo.   Tal vez algo de esto explique el desgano con que los niños y jóvenes ven la historia, como fechas y nombres que deben memorizar para aprobar una materia.  No estamos logrando transmitirles la realidad histórica de entonces.  Lo que representaba llevar diarios de campaña; lograr identificar al enemigo con la única ayuda de un par de binoculares.  Comunicarse a la distancia mediante el telégrafo, y enviar dinero, víveres y armamento a lomo de caballo.  A ratos las nuevas generaciones visualizan los hechos pasados como quien ve una película desde la comodidad de su casa, comiendo palomitas y tomando alguna bebida refrescante.  Pueden pausarla o detenerla cuando gusten, o pueden cambiar de canal.  A los adultos nos ha faltado conectarnos con las nuevas generaciones, para dotar a las historias y a los personajes de una dimensión tangible, con la que los chicos puedan sentirse identificados.  Esto es, los revolucionarios no fueron superhéroes con atributos extraordinarios que, con mover una mano vencieron ejércitos contrarios, y con la otra cambiaron el escenario agreste por uno florido.  No será hasta que los presentemos como seres humanos similares a nosotros, con hambre, con frío, cansados, sudorosos, con miedo; con familia a la cual no saben si volverán a ver… Personajes convencidos de que México debe cambiar, de modo que se hacen responsables de efectuar dicho cambio.

La labor para conseguir que los niños y jóvenes se identifiquen con los héroes de nuestra historia no recae solamente en los maestros.  Debe de empezar en casa, involucrar a los abuelos, preguntarles qué escucharon ellos de niños, qué historias conocen; de qué manera el lugar donde vivimos participó –en este caso-- en la gesta revolucionaria.  De esa trama fundamental derivarán infinidad de subtramas que  permitan a la juventud entender de otra manera la historia de México.

Somos un país de indiferentes.  Contemplamos lo que pasa, si acaso tuiteamos nuestro descontento y sentimos que así ya hemos cumplido.  Urge hacer de nuestros héroes personajes vivos que contagien amor por México.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 

MAINSTREAM

No soy  caudaloso río que avanza entre el aplauso bullanguero

No soy la campiña colorida que celebra el mundo

No soy el vuelo ni el canto, ni la miel que embriaga

Soy río subterráneo

     Silencio que se explora

           A sí mismo en perpetua búsqueda

Soy reclamo que se lanza al viento hasta perderse

Soy voz deseosa de hablar en nombre de los mudos

Para hacerse escuchar por los sordos de espíritu

Soy canto  ancestral que fluye bajo tierra

Mirada sigilosa que observa al mundo

Agazapada, cuidando no ser vista.

 

Seguiré lanzando al viento puños de palabras

prendidas de esperanza.

La vida corresponde a mis propósitos

Con el goce de una epifanía

Que me lleva a seguir creyendo y sembrando,

Sembrando y cantando

Hasta la última brizna de voz en el ocaso.

CUENTO de Juan José Arreola

 La parábola del trueque

Al grito de «¡Cambio esposas viejas por nuevas!» el mercader recorrió las calles del pueblo arrastrando su convoy de pintados carromatos.

Las transacciones fueron muy rápidas, a base de unos precios inexorablemente fijos. Los interesados recibieron pruebas de calidad y certificados de garantía, pero nadie pudo escoger. Las mujeres, según el comerciante, eran de veinticuatro quilates. Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros.

Al ver la adquisición de su vecino, los hombres corrían desaforados en pos del traficante. Muchos quedaron arruinados. Sólo un recién casado pudo hacer cambio a la par. Su esposa estaba flamante y no desmerecía ante ninguna de las extranjeras. Pero no era tan rubia como ellas.

Yo me quedé temblando detrás de la ventana, al paso de un carro suntuoso. Recostada entre almohadones y cortinas, una mujer que parecía un leopardo me miró deslumbrante, como desde un bloque de topacio. Presa de aquel contagioso frenesí, estuve a punto de estrellarme contra los vidrios. Avergonzado, me aparté de la ventana y volví el rostro para mirar a Sofía.

Ella estaba tranquila, bordando sobre un nuevo mantel las iniciales de costumbre. Ajena al tumulto, ensartó la aguja con sus dedos seguros. Sólo yo que la conozco podía advertir su tenue, imperceptible palidez. Al final de la calle, el mercader lanzó por último la turbadora proclama: «¡Cambio esposas viejas por nuevas!». Pero yo me quedé con los pies clavados en el suelo, cerrando los oídos a la oportunidad definitiva. Afuera, el pueblo respiraba una atmósfera de escándalo.

Sofía y yo cenamos sin decir una palabra, incapaces de cualquier comentario.

-¿Por qué no me cambiaste por otra? -me dijo al fin, llevándose los platos.

No pude contestarle, y los dos caímos más hondo en el vacío. Nos acostamos temprano, pero no podíamos dormir. Separados y silenciosos, esa noche hicimos un papel de convidados de piedra.

Desde entonces vivimos en una pequeña isla desierta, rodeados por la felicidad tempestuosa. El pueblo parecía un gallinero infestado de pavos reales. Indolentes y voluptuosas, las mujeres pasaban todo el día echadas en la cama. Surgían al atardecer, resplandecientes a los rayos del sol, como sedosas banderas amarillas.

Ni un momento se separaban de ellas los maridos complacientes y sumisos. Obstinados en la miel, descuidaban su trabajo sin pensar en el día de mañana.

Yo pasé por tonto a los ojos del vecindario, y perdí los pocos amigos que tenía. Todos pensaron que quise darles una lección, poniendo el ejemplo absurdo de la fidelidad. Me señalaban con el dedo, riéndose, lanzándome pullas desde sus opulentas trincheras. Me pusieron sobrenombres obscenos, y yo acabé por sentirme como una especie de eunuco en aquel edén placentero.

Por su parte, Sofía se volvió cada vez más silenciosa y retraída. Se negaba a salir a la calle conmigo, para evitarme contrastes y comparaciones. Y lo que es peor, cumplía de mala gana con sus más estrictos deberes de casada. A decir verdad, los dos nos sentíamos apenados de unos amores tan modestamente conyugales.

Su aire de culpabilidad era lo que más me ofendía. Se sintió responsable de que yo no tuviera una mujer como las de otros. Se puso a pensar desde el primer momento que su humilde semblante de todos los días era incapaz de apartar la imagen de la tentación que yo llevaba en la cabeza. Ante la hermosura invasora, se batió en retirada hasta los últimos rincones del mudo resentimiento. Yo agoté en vano nuestras pequeñas economías, comprándole adornos, perfumes, alhajas y vestidos.

-¡No me tengas lástima!

Y volvía la espalda a todos los regalos. Si me esforzaba en mimarla, venía su respuesta entre lágrimas:

-¡Nunca te perdonaré que no me hayas cambiado!

Y me echaba la culpa de todo. Yo perdía la paciencia. Y recordando a la que parecía un leopardo, deseaba de todo corazón que volviera a pasar el mercader.

Pero un día las rubias comenzaron a oxidarse. La pequeña isla en que vivíamos recobró su calidad de oasis, rodeada por el desierto. Un desierto hostil, lleno de salvajes alaridos de descontento. Deslumbrados a primera vista, los hombres no pusieron realmente atención en las mujeres. Ni les echaron una buena mirada, ni se les ocurrió ensayar su metal. Lejos de ser nuevas, eran de segunda, de tercera, de sabe Dios cuántas manos… El mercader les hizo sencillamente algunas reparaciones indispensables, y les dio un baño de oro tan bajo y tan delgado, que no resistió la prueba de las primeras lluvias.

El primer hombre que notó algo extraño se hizo el desentendido, y el segundo también. Pero el tercero, que era farmacéutico, advirtió un día entre el aroma de su mujer, la característica emanación del sulfato de cobre. Procediendo con alarma a un examen minucioso, halló manchas oscuras en la superficie de la señora y puso el grito en el cielo.

Muy pronto aquellos lunares salieron a la cara de todas, como si entre las mujeres brotara una epidemia de herrumbre. Los maridos se ocultaron unos a otros las fallas de sus esposas, atormentándose en secreto con terribles sospechas acerca de su procedencia. Poco a poco salió a relucir la verdad, y cada quien supo que había recibido una mujer falsificada.

El recién casado que se dejó llevar por la corriente del entusiasmo que despertaron los cambios, cayó en un profundo abatimiento. Obsesionado por el recuerdo de un cuerpo de blancura inequívoca, pronto dio muestras de extravío. Un día se puso a remover con ácidos corrosivos los restos de oro que había en el cuerpo de su esposa, y la dejó hecha una lástima, una verdadera momia.

Sofía y yo nos encontramos a merced de la envidia y del odio. Ante esa actitud general, creí conveniente tomar algunas precauciones. Pero a Sofía le costaba trabajo disimular su júbilo, y dio en salir a la calle con sus mejores atavíos, haciendo gala entre tanta desolación. Lejos de atribuir algún mérito a mi conducta, Sofía pensaba naturalmente que yo me había quedado con ella por cobarde, pero que no me faltaron las ganas de cambiarla.

Hoy salió del pueblo la expedición de los maridos engañados, que van en busca del mercader. Ha sido verdaderamente un triste espectáculo. Los hombres levantaban al cielo los puños, jurando venganza. Las mujeres iban de luto, lacias y desgreñadas, como plañideras leprosas. El único que se quedó es el famoso recién casado, por cuya razón se teme. Dando pruebas de un apego maniático, dice que ahora será fiel hasta que la muerte lo separe de la mujer ennegrecida, ésa que él mismo acabó de estropear a base de ácido sulfúrico.

Yo no sé la vida que me aguarda al lado de una Sofía quién sabe si necia o si prudente. Por lo pronto, le van a faltar admiradores. Ahora estamos en una isla verdadera, rodeada de soledad por todas partes. Antes de irse, los maridos declararon que buscarán hasta el infierno los rastros del estafador. Y realmente, todos ponían al decirlo una cara de condenados.

Sofía no es tan morena como parece. A la luz de la lámpara, su rostro dormido se va llenando de reflejos. Como si del sueño le salieran leves, dorados pensamientos de orgullo.


Tomado de Biblioteca Digital Ciudad Seva