domingo, 9 de enero de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 LENGUAJE Y MEMORIA

Leyendo reflexiones de Anne Carson sobre Simónides de Ceos, me queda claro que la historia es cíclica, de manera que conocer lo que fue nos permite identificar posibles desenlaces a lo que hoy vivimos, y actuar en consecuencia.

Anne Carson habla sobre el fenómeno de la atención, utilizando diversos ejemplos desde los primeros testimonios que obran por escrito. Nos hace ver la forma como fijar la atención en lo que acontece en derredor, nos permite definir modelos de comportamiento que más delante volverán a repetirse.

Se considera que Simónides de Ceos fue el primer poeta en vivir de su poesía. Incluso se considera que cobraba grandes sumas por su trabajo. Comparando el trabajo del historiador Heródoto y el poeta Píndaro, hay registro de que lo recaudado por el cronista y geógrafo en un año, fue equivalente a lo que cobraba el poeta por una sola obra suya. A ese punto era considerada el arte del lenguaje en la antigua Grecia.

A lo que vamos: La función del lenguaje dentro de una sociedad es la de formar puentes entre humanos, a través de los cuales circulen sentimientos, ideas y afinidades conceptuales. Entre más claro y directo el lenguaje, mejor la comunicación. Con la introducción y expansión de los códigos cibernéticos los términos se simplifican y hasta tienden a intrincarse. Un mismo símbolo puede utilizarse para diversas funciones, de manera que llega a provocar confusión, lo que actúa en detrimento de la claridad en el intercambio de conceptos.

Este tiempo de confinamiento que a ratos parece no tener fin, ha provocado diversos efectos en nosotros. Lo que predomina es la sensación de hastío. Ya nos cansamos de estar tan limitados para hacer lo que acostumbrábamos antes de la pandemia. Ello nos lleva a dos situaciones, o comenzamos a actuar de manera insensata, exponiéndonos a riesgos, o aprovechamos la ventana de oportunidad que se abre dentro de una situación forzosa que hemos de atender para resguardar nuestra vida. Ahora se habla de que uno de los efectos colaterales que deja este encierro es la adicción a pantallas electrónicas. Habría que ver, entonces, si dicho apego nos está llevando a ser mejores personas o a perdernos en ello. Algo tan simple, valorar si a través de la pantalla estamos aprovechando el acceso a contenidos que, a la larga, mejoran nuestras habilidades en los diversos campos del saber.

Regresando al pago de dádivas en la antigua Grecia, Anne Carson considera que el uso de monedas rompe el vínculo mágico que existía entre dador y receptor. Deja de haber una introducción del ser de quien da dentro del ser de quien recibe, lo que generaba vínculos sólidos. Ahora el uso del dinero despersonaliza ese acto de dar y el objeto que se intercambia pierde su valor simbólico. Yo me atrevería a suponer que lo que está sucediendo en esta parte del siglo 21 es un fenómeno más bien contrario. En la red hay la tendencia a publicar acerca de lo que uno sabe hacer, a sabiendas de que difícilmente va a recibir el pago que desearía. Se genera de este modo un intercambio muy enriquecedor: Uno publica, otros atienden la publicación, comentan, cuestionan o apoyan, y la idea original va creciendo y multiplicándose. Puede decirse entonces, que dentro de nuestro temor ante la enfermedad o de nuestro dolor por la pérdida de seres queridos, viene creciendo una ola de generosidad que alcanza a todos por igual. El azote exterior nos ha llevado a abandonar nuestros cascarones personales para salir a compartir y apoyarnos unos a otros de distintas maneras. Se genera una reflexión económica en la cual destaca la gratitud hacia los demás.

Celan, autor en el que se apoya Carson para su ensayo, refiere que el nazismo provocó la muerte de la lengua, haciendo alusión a los términos peyorativos con los que se referían los nazis a los judíos, con miras a justificar el brutal genocidio. De igual manera, traspolando aquello a nuestros tiempos pandémicos, pudiéramos decir que las redes sociales llegan a provocar, si no la muerte, sí la parálisis y la deformidad del lenguaje a través de sus expresiones simplistas, en tantas ocasiones irracionales y no pocas veces atropelladas, cuya explosión verbal llega a actuar como un disparador que va alterando los ánimos con rumbo a la violencia.

Tanto Simónides como Celan viven momentos en los que la generosidad se impone como viento de cambio en sus vidas. De igual modo lo vivimos en estos momentos cuando, dentro del ambiente dificultoso de la pandemia, surgen esos prodigios altruistas que nos renuevan la esperanza.

La memoria se arraiga en el lenguaje y así trasciende, con tal fuerza, que lo hace por siglos enteros, como los personajes mencionados. Hagamos de nuestros tiempos una memoria digna de leerse más delante.

EL CARTÓN DE LUY: Contaterapia Intensiva

 


Grupo MozART - Episodio 2

 
No hay traducción al español, pero se entiende muy bien sin ella.

POESÍA DE IDA VITALE



UN PINTOR REFLEXIONA

Qué pocas cosas tiene

este callado mundo,

más allá de mis Cosas.

Está ese sol que incendia

las paredes vecinas,

los cables del tendido

y aquí no entra porque

qué pensaría el triste,

el alón del sombrero

que, perdida su copa,

ya no abandona el muro

y tengo por la Elipse.

Y las flores de trapo,

que pintadas soñaron

con ser frescas y hermosas

y sobreviven mustias,

¿qué dirían, mis eternas?

Mis ocres, lilas, rosas,

mis marfiles sesgados

por sombras que entretejen

mis líneas adivinas,

son, en su quieto reino.

No importa el sol, afuera.

Que le baste Bolonia

y el ladrillo ardoroso

y en mera luz y sombras

me deje entre mis cosas.

Ya nos encontraremos

si en el pequeño parque,

pinto y pienso en Corot.

Voy a ser aún más leve:

en leves acuarelas

últimas, que precisen

el paso de las formas

por la bruma que sea

un color suficiente.

Pintaré un mandolino

que acompañe la danza

de mis disposiciones

entre sí con sus sombras,

con luces y con trazos

que sutiles abrazan

mis objetos amados.

Y ya toda Bolonia

será de un suaverrosa

sin presunción alguna,

sobre el fatal hastío

sí, decimonónico, d

e lecheras y henares,

gallineros y cielos.

Cerca de mis hermanas,

viajaré por mis Cosas.

Tomado de zendalibros de Arturo Pérez Reverte

Wounda, una historia de esperanza. Escrita y narrada por Jane Goodall

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Creer en uno mismo, creer en los demás, creer que existe un Dios, con la concepción que cada quien desee darle. Creer en el amor como la fuerza invisible, invencible, el lazo intangible más fuerte que puede unir a las almas, aún cuando la distancia separe los cuerpos que las contienen. Dar paso al sentimiento cuando la razón atormenta demasiado con la realidad y permitirse recrear aquello que en ocasiones no va de acuerdo con normas establecidas. Dejar a un lado por un momento lo que debo hacer y hacer lo que deseo, sin daños a terceros, sin faltarse a sí mismo ni a los demás, pero sin ser presa de juicios ajenos que limiten un sueño que está al alcance de la mano realizar y que se inhibe tan solo por el que dirán. Finalmente siempre habrá algo que la gente terminará diciendo.

Somos autores de nuestra propia historia. Los lectores son tantos y tan diversos en su concepción de la vida, que nunca tendrán un juicio unánime sobre ella. La vida nos va dando la opción de discriminarlas para elegir los argumentos que nutran nuestra historia con vivencias que nos guíen a conquistar la paz interior, la fe en la vida. Esa no radica en juicios ajenos.

Creer en nosotros mismos, en un Dios. Tener la sensibilidad y sentido común para elegir en quien creer. Creer en que esta vida se nos dio con un propósito, que cada quien encuentra distinto, que a veces tristemente nunca consigue hallar.

He vivido y continuaré viviendo con el propósito de hacer de esta mi vida, reflejo de mi esencia humana y por ende perfectible. No una vida modelo, pero sí una vida que siempre sea llevada por el amor, por la congruencia, por la autenticidad, por mi fe en Dios, a quien agradezco a diario me brinde en cada amanecer una nueva oportunidad.


NAPO | Cortometraje animado, premiado