UNA
MUJER EXCEPCIONAL
La vida es a ratos complicada; sentimos
que no podremos avanzar más. Luego de la
dificultad viene la calma y seguimos adelante, siempre adelante.
Por el camino aparecen maestros que nos ayudan a definir la
ruta. Podremos recordar algunos muy queridos. Estos mentores surgen a lo largo de nuestra
existencia, para enseñarnos cómo vivirla.
De mis guías, con una de ellas me
une una especial amistad: Concepción Tinajero de Harper, quien este 8 de
noviembre cumple un siglo de existencia.
Ella tiene más entusiasmo que muchos de nosotros; sabe hallar cada
mañana un motivo para saltar de la cama e iniciar su día. Lo hace resolviendo crucigramas, labor que en
definitiva aleja cualquier signo de entumecimiento de las capacidades
cognitivas. Luego da varias vueltas en su patio. Cada vez que hablo con ella, al formulismo
habitual de “¿Cómo está, Conchita?” se sigue siempre una respuesta espontánea y
entusiasta: “Yo muy bien, ¿y tú?”
Conchita ha sido un ejemplo de
mujer emprendedora, cuando el emprendimiento no era reconocido. Llegó a inaugurar formas de hacer las cosas
siendo mujer, en unos tiempos de profundo patriarcado, en los que el lugar de
la esposa y madre era el hogar. Empresaria
pionera, fundó la primera compañía de cable en Piedras Negras. Resulta
divertidísimo escucharla narrar cómo se
las ingenió para traer la señal del otro lado del Río Bravo, o las veces en que,
perdida temporalmente la señal, a diario cruzaba el puente para ver la
telenovela del lado norteamericano, y
regresaba para relatar mediante llamada telefónica las novedades que
presentaban los personajes en turno.
Con singular entusiasmo platica de
sus andanzas de pequeña, en su natal Allende, Coahuila: salía a trepar árboles
y bardas con la gavilla de niños de la familia, dado que las artes con gancho y
aguja, que sus mayores trataban de inculcarle, jamás fueron de su agrado. De aquellas aventuras campiranas pasó a la
ciudad, en donde cursó sus estudios de primaria; a través de sus labios
conocemos un Piedras Negras que ha quedado en la memoria, ya que el peso de la
urbanización lo ha soterrado. Terminada
la educación básica, continuó sus estudios secundarios en la vecina ciudad de
Eagle Pass, a donde ella y un grupo de compañeras iban y venían a pie día con
día, así hiciera calor o estuviera lloviendo.
Relata las simpáticas estrategias de las monjas del colegio, cuando ellas
llegaban con la ropa empapada por el chubasco.
Terminó sus estudios e ingresó a
trabajar a un banco norteamericano, de donde Salió para contraer matrimonio, condición que da pie
a nuevas aventuras. La flamante
desposada partió a vivir al campo, en donde las provisiones llegaban una vez
por semana, de manera que tenía que ingeniárselas para que duraran, previendo
además que a diario llegaban comensales
inesperados a los que había que atender por cortesía. Salía a primera hora de la mañana con su caña
de pescar y su canasta, para preparar los platillos del día. Mucho ayudó la formación matemática que adquirió de niña
al lado de su padre, ayudando en el comercio familiar.
Fueron llegando las hijas. Hubo mudanza del campo a la ciudad para
facilitar su entrada a la primaria, y de allí se disparó su espíritu emprendedor,
tanto en el sector bancario mexicano, como en la instalación de la primera
estación proveedora de señal de cable en la región. Otro montón de anécdotas divertidas dan
cuenta de que, para Conchita, atender la condición humana ha estado muy por
encima de cualquier otro asunto laboral o financiero. Ello la ha hecho merecedora del respeto y
reconocimiento de la comunidad a ambos lados de la frontera.
Conchita ha emprendido varios
proyectos en los últimos 25 años: Es socia fundadora del Taller de Historia
para Damas; atendía una comunidad; ha tomado clases de piano; recibía clases de francés hasta el 2020,
cuando la pandemia paralizó muchos de sus afanes. Lee, venciendo cualquier dificultad que lo
cansado de su vista le presente. Es
melómana de corazón, emocionándose cuando escucha aquellos compases que convertían a ella y a su esposo en los
mejores bailadores de la fiesta. Quienes los vieron, atestiguan que habrían
competido con cualesquiera bailadores hollywoodenses que los hubieran retado. Además, es una excelente repostera: Goza
preparando y más goza compartiendo las delicias que sus manos elaboran.
Espléndida anfitriona que cuida cada detalle para sus invitados.
Imposible sería agotar el tema de
una mujer así de extraordinaria como Conchita.
En lo personal me siento afortunada de tenerla cerca, con su presencia
acogedora en cada momento de mi vida, en particular en los difíciles. Una gran maestra que cumple 100 años llevando
con ella el secreto de una vida larga y productiva: El propósito de ser feliz cada
día.