domingo, 12 de julio de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

FRENTE COMÚN
En sus inicios la ciencia  partió de la suposición.  Imagino a los primeros investigadores de la historia observando los hechos alrededor suyo; reflexionando, viendo y tomando apresuradas notas, o quizá archivando en la mente  suposiciones que más delante tratarían de probar una y otra vez.  Muchas habrán sido las hipótesis descartadas, otras darían pie a nuevas investigaciones para comprobarlas de manera sistemática, hasta llegar a la verdad.
     Frente al COVID-19 vivimos tiempos de incertidumbre que nos remiten a pensar en los inicios de la investigación científica.  Con relación a esos ancestrales investigadores, el panorama es halagüeño; ahora contamos con múltiples procedimientos que vuelven más sencillo y acertado el estudio de una enfermedad.  Con todo y lo anterior, nos hallamos, en este caso particular, azorados, alarmados y descubriendo nuevas cosas cada día.  Entre los hallazgos más recientes está la conclusión que presentan a la OMS más de 200 investigadores de 32 países alrededor del mundo. Concluyen que el virus es tan ligero, que resulta capaz de desplazarse a grandes distancias y penetrar estructuras que suponíamos impermeables a su paso.  A raíz de este nuevo conocimiento las medidas sanitarias se intensifican; es recomendable  evitar   espacios cerrados, dentro de los cuales la  exhalación producida al hablar, puede transmitir el virus a personas situadas más allá de la considerada “sana distancia”.  Así pues, se recomienda evitar los espacios cerrados, aun si  utilizamos  cubrebocas.
     Los más grandes investigadores tienen la humildad de reconocer que cada día se aprenden cosas nuevas, es parte de su formación profesional. Se dejan de lado los egos personales para someterse al rigor metodológico, en aras de encontrar la verdad.  Ninguno de ellos  podría afirmar, hasta el momento, que conozca todo sobre la enfermedad ni sobre cómo prevenirla. Por desgracia allá afuera abundan los seudocientíficos de inspiración, quienes nos quieren vender la idea de tal o cual producto o procedimiento milagroso, para ponerse a salvo de la enfermedad, misma que ha cobrado millones de vidas por el mundo.   Otras  conductas de alto riesgo tienen que ver con la ignorancia supina en determinados grupos de población, como son –por desgracia--  diversas comunidades chiapanecas, donde hay la creencia de que las medidas sanitarias de desinfección son un modo de sembrar el virus para que la gente enferme y muera.  Tanto así, que se han negado a que se fumiguen sus comunidades para evitar la proliferación del mosquito productor del dengue.
     No es de extrañar: Con el temor como escenario de fondo, una idea llega y prende, hasta volverse incendiaria.  Actuar en grupo empodera a cada individuo, éste se vuelve capaz de hacer mucho más daño que si actuara solo.  El grupo pasa a convertirse en una masa que alcanza niveles irracionales en su avance.  Así han atacado a otros seres humanos, en algunos casos hasta terminar con su vida; han incendiado inmuebles; ambulancias; material y equipo. La masa es movida por un disparador: una simple frase que alguno de ellos lanzó en voz alta y cundió de inmediato.
     Actualmente nos hallamos parados en un punto histórico que demanda  la participación ciudadana.  Está visto que la autoridad es paternalista y blandengue.  Ante una emergencia como el COVID pide las cosas de favor en vez de imponer el cumplimiento de normas precisas. En la gran mayoría de estados y municipios no se obliga al uso de cubrebocas.  Hemos visto casos en los que un uniformado solicita a un civil someterse a medidas higiénicas, y por hacerlo termina insultado y  golpeado, algo de lo que dan cuenta varios videos en redes sociales.  Así poco o nada va a lograrse.
Viene a mi mente el movimiento #MeToo, que finalmente puso en la cárcel a Harvey Weinstein.  Una primera mujer que sufrió abuso sexual por parte de este personaje externó su situación particular; de ahí una segunda y una tercera… hasta que fue todo un grupo de hollywoodenses, y más delante avanzó como una onda imparable alrededor del mundo.   Ninguna de las mujeres que expresó su agravio tuvo miedo; ninguna pensó  que su participación no serviría de nada…Y entre todas lograron que se hiciera justicia.
     Así, de esta manera, quiero imaginar: ¿Qué pasaría si a quien circula en lugares públicos sin cubrebocas, comenzamos todos a  comunicarle  nuestra reprobación? Que no sea una ni dos voces las que se levanten, sino uno tras otro todos aquellos que sí utilizamos cubrebocas. Un frente común y solidario de reprobación, que a donde quiera que vaya lo perciba. Tal vez  no llegue a  generarle conciencia, pero sí lo desanimará a seguir haciendo lo mismo.
     En esta etapa la molicie es nuestro propio “Carón”. De nosotros depende permanecer o cruzar el río.

POEMAS DE EMERGENCIA por María del Carmen Maqueo Garza


Soy para mí el universo en mi persona
apostada
frente a la inmensidad del vasto océano
de la vida
Paso a convertirme en casi nada
Insignificante se vuelve mi pequeña barca
cual navega
la inabarcable vastedad del tiempo.
Me azora la insignificancia de mi ser
frente a la dimensión absoluta de la historia.
La nimiedad de mi pequeño cosmos
se colapsa, tiembla como hoja al viento.
Da vueltas y más vueltas, extraviado
el timón de su fragata.
Voraz vórtice amenaza con tragarla
Fragilidad total
En mi pequeñez encuentro reflejado
el músculo potente de la historia
inmune al tiempo
que --quizá-- pueda salvarme.



Hauser; Concierto para piano #2 de Rachmaninoff

"Nosotros los modelos clásicos" por Mario Clío

Las nuevas generaciones no nos comprenden a nosotros los modelos clásicos.
     Frecuentemente me pregunta mi hijo: "¿Para qué conservas tantos discos compactos? ¿Tanta música o películas, si ya existen formatos streaming con catálogos mucho más diversos?".
La respuesta es esa...Porque soy modelo clásico. 
     Nosotros los clásicos nos arreglábamos para ver una película pues nos emocionaba la aventura del cine, muchas veces yendo a las salas en camión. Era una gran experiencia, desde que elegíamos el film hojeando la cartelera en el periódico (en papel por cierto). Lo que veíamos en el cine se convertía en algo imborrable para nuestras mentes. Hasta nuestro corazón daba un pequeño vuelco de emoción cuando apagaban las luces y escuchábamos las trompetas imperiales de la Twenty Century Fox. 
     A nosotros los modelos clásicos nos emocionaba cortar con cuidado el plástico protector de un disco (LP). Sacarlo con codicia. Colocar la aguja de diamante sobre el surco del acetato que desplegaba en su color negro azabache, matices multicolores ocultos. Cada disco se convertía en una colección personal. Su música era parte del soundtrack de nuestra vida. 
     Nosotros los modelos clásicos hacíamos un ritual completo, casi religioso cuando tomábamos la cámara para una fotografía. (Solo una). Hacer click en el botón de la cámara era una gran responsabilidad. No había lugar a errores. Por eso todos los que queríamos salir en la foto, nos peinábamos y luego nos engarrotábamos con la mejor sonrisa frente a la lente, esperando (sin verlo en ese momento) que la foto haya salido bien. Lo mismo sucedía cuando nos entregaban en el negocio de revelado el sobre amarillo con las impresiones y los negativos. No podíamos aguantar la emoción de esperar a ver las imágenes en casa. Veíamos todas, una a una frente a la persona que nos atendió en el mostrador. 
     Esas son las emociones de un modelo clásico que hoy no comprenden las nuevas generaciones. Hoy pueden ver siete películas un mismo día y no saben ni quién dirigió o actuó. Escuchan música sin saber ni quién canta. Las Miles de fotos que ven de ellos, o ajenas dejaron de sorprender, de avasallar. Hoy todo es desechable y experimental. Parece que ya nada es para siempre, solo los modelos clásicos conservaremos los recuerdos de juventud hasta el último día de nuestras vidas, o hasta que la memoria se marchite, lo que suceda primero. 
 Por primera vez tenemos el gusto de publicar un texto de Mario Clío, dramaturgo, director teatral y escritor de la ciudad de Monterrey.  Nos comparte un interesante análisis de cómo el tiempo cambia las cosas.

El amor cruza frente al balcón

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hoy desperté con el recuerdo de mis viajes familiares en tren a la ciudad de México. Era muy divertido, mi madre preparaba un "itacate" con variados alimentos, en los que --déjenme decirles--, no se incluían alimentos chatarra . Eran alimentos nutritivos, sanos, y además en las distintas estaciones ofrecían diferentes antojitos, regionales riquísimos, No estábamos invadidos por tanto alimento industrializado superprocesado y nocivo; definitivamente era más sano, y el viaje en tren se disfrutaba gozando de los distintos paisajes y con mayor seguridad que los viajes por carretera.
     Ahora parece un cuento, todavía me duele recordar que buena parte del tiempo me adormecía el ruido del tren, y mi madre me tenía que despertar para que no me perdiera escenarios preciosos del trayecto.
     Se atravesaba por túneles donde a veces permanecíamos por unos minutos --que parecían eternos- en la total obscuridad. Tomarme de la mano de mi madre y saber que no estaba sola mitigaba el miedo, íbamos todos, eso me daba seguridad. Cuando lograba ver la luz al final del túnel, un largo suspiro me liberaba de la tensión, y regresar a la luminosidad del día me daba una sensación de paz, de tranquilidad.
     Eso da el amor, eso da la solidaridad, el saber que uno no atraviesa solo los túneles obscuros que a lo largo de nuestra ruta de vida se presentan; a veces parecieran como ahora interminables, donde pasan los días y no se advierte un rayo de luz que indique la salida.
     Entonces me remonto a esa sensación de aquellos tiempos y siento el cobijo de mi gente, de la que amo y me ama, y me afianzo en la fe en Dios, y en la fortaleza que esa alianza de tantos cariños me provee.
     No voy sola en este paso a través del túnel, y sé que saldremos a la luz, resueltos a a mantener, a reafirmar nuestras relaciones, porque habremos valorado cuan importantes somos los unos para los otros, y la luz nos inundará no solo la vista, sino el alma.
     Gracias por hacerme sentir segura, por mitigar mis miedos, por alentarme y darme la certeza de que pase lo que pase, siempre estarán ahí a mi lado, aún rebasando las fronteras geográficas y las de este espacio terrenal, como logra hacerlo el recuerdo de mi madre.

Video motivacional: Cuánto. Más allá del dinero.