NO TODO ESTÁ BIEN
A diferencia de lo que vivimos en nuestra juventud quienes
ahora hemos superado la barrera de los 50, hoy en día las cosas son muy
distintas. Lo vemos en la política, lo
vemos en la vida diaria, y hay que decirlo, no porque proliferen determinados
patrones de conducta, significa que sea lo mejor.
Va lo siguiente para ejemplificarlo:
En los últimos 10
años –poco más-- en nuestro amado México
ha privado la impunidad. Pocos delitos son denunciados, y de cada 20 denuncias
solo una termina en sanción. La aplicación
de la justicia resulta bastante
discrecional y no depende tanto de la magnitud del delito como de las
posibilidades que tiene el delincuente para sacudirse el cargo. Es más probable que termine en la cárcel una
madre de familia que roba un paquete de
jamón para sus hijos, que un funcionario que haya desviado carretadas de dinero
del erario público.
Un asunto que tiene que ver con la vialidad. Resulta
sorprendente, ocurre a diario frente a
todos nosotros y está desatendido. De forma cotidiana la prensa reporta
accidentes viales producidos por un mismo mecanismo: Quien debía hacer alto no
lo hizo, resultando impactado por quien llevaba el derecho de vía. Tal vez la mitad de estos accidentes estén
provocados por desconocimiento de las reglas de seguridad vial, y la otra mitad
se deba a que el conductor se distrajo atendiendo su celular.
Dos veces por
semana acudo a un edificio del primer cuadro de la ciudad. En ese sector es complicado hallar un cajón
para estacionarse, de manera que hay que dar varias vueltas hasta encontrarlo. En una de esas ocasiones, a la segunda o
tercera vuelta sonó mi celular, y ya a punto de estacionarme volvió a
sonar. Ya me había emparejado con el
vehículo estacionado delante del cajón que iba a ocupar, y estaba a punto de maniobrar para acomodarme. Dado que tenía un familiar enfermo que me
había estado llamando durante el día, en
contra de mi costumbre, tomé la llamada. Efectivamente era mi familiar con un par de
preguntas que respondí de manera rápida, acto seguido me estacioné. Para ese
momento se hallaba una patrulla detrás de mí indicándome que había cometido una
infracción; el chistecito fue valuado en $1,500. Me recogieron la licencia y amenazaron con
quitarme la placa por ofensas a la autoridad.
¿Las ofensas? Haber manifestado que con la misma velocidad con me estaban infraccionando en ese momento,
esperaba que hicieran con todos aquellos que sí tienen la costumbre de hablar por celular mientras conducen. En cada
foro en el que puedo manifestarme he expresado lo mismo, y hasta ahora no he
sabido de un solo operativo que se emprenda en ningún crucero de esta ciudad.
Volviendo al
punto inicial, al conducir no respetamos la luz roja ni el derecho de vía, y
todavía nos molestamos porque el otro –a quien le asiste su derecho—no se
repliega ante nuestra conducta invasiva.
Esa normalización
del delito es un gran lastre para nuestra sociedad. Hoy en día, en particular en nuestro
México “todo está bien”, de manera que las jóvenes generaciones no cuentan con
normas sociales que les indiquen las zonas de riesgo. Es más, en ocasiones nuestra misma molicie
como mayores facilita el desarrollo de antivalores.
Hace algunos días
me topé en Twitter con una fotografía bastante explícita, en primer plano un
miembro viril y en segundo plano el
rostro de una chica. No tenía nada qué ver con el mensaje que acompañaba a la
imagen. Como médico y a la edad que tengo, pocas cosas podrían asustarme; en lo personal
me parece de mal gusto encontrarme algo así en un sitio que no es ni de
urología ni para adultos, y que
simplemente está fuera de lugar. Lo que
sí me quedo pensando, en qué predicamento
se verá la madre de una niña de 6 años
que vea aquella imagen y pregunte de qué se trata.
El triunfo de
López Obrador es un parteaguas social para México. De aquí en adelante las cosas no volverán a
ser como eran antes, aunque a veces me pregunto cómo va a lograrse, cuando tantos viejos priistas
se han mudado al partido en el poder. En fin, concedamos al nuevo gobierno el
beneficio de la duda. En lo particular
quisiera que todos los mexicanos aprovecháramos esta coyuntura para sacudirnos
la molicie ciudadana. Comenzar a exigir
a los funcionarios que cumplan bien con
su tarea, pero al mismo tiempo hacer
cada uno el propósito de cumplir con
aquello que nos corresponde. Levantar el
índice de fuego, o quejarnos al estilo de Neymar, no va a generar ni un
ápice de cambio para México. Así no se
componen las cosas, y menos en un país
tan lastimado como el nuestro.
No todo está
bien. La normalización del delito es asunto que toca a cada uno de nosotros colocar en los
anales de la historia.