POR UN FIN DE AÑO
INOLVIDABLE
Parece increíble: Estamos a pocas semanas de la Navidad y algunos
ya han comenzado a planear las fiestas de temporada. Ahora es distinto: El mercado ha tenido
necesidad de reconfigurarse a lo largo de este año; cubrir las necesidades del
consumidor, mediante el diseño de nuevas alternativas comerciales. Tras la incertidumbre y las compras de pánico
con que abrió la contingencia, vendedores y compradores hemos aprendido a
navegar a través de novedosos canales mercadotécnicos, para adquirir los
productos de primera necesidad. Es posible
que hayamos descubierto estrategias para una mayor satisfacción como
consumidores.
En lo personal no me considero una compradora impulsiva, que
frente a un producto atractivo se deja llevar sin pensarlo. Aun así, respecto a años anteriores, me
sorprende descubrir que, durante estos poco más de seis meses, mi única compra
de productos no esenciales ha sido un paquete de ropa interior y un accesorio
para computadora. Estando en casa no
existe la presión social para comprar prendas nuevas o de moda. He podido salir adelante sin problema,
durante medio año, habiendo gastado hasta ahora en ropa, algo así como 600 pesos. Me atrevo a aseverar que, aún para las
personas con un hábito de compras muy superior al mío, sus niveles de gasto
habrán disminuido durante la pandemia.
Por donde se quiera ver, lo anterior representa para el
consumidor una ventaja. Ha gastado menos;
ha descubierto que buena parte de sus compras anteriores a la pandemia no eran
necesarias. Halla ahora una mejor forma
de administrar su economía, de modo que ahorra o redistribuye. Del lado del productor, seguramente ha habido pérdidas, lo que lo obliga a una
re-ingeniería comercial, para satisfacer al nuevo consumidor, que deja de
adquirir determinados productos y favorece la compra de otros.
El anterior pensamiento se aplica a diversas áreas de
nuestra vida: Este período nos ha permitido depurar cosas materiales, recursos
y relaciones interpersonales. Sacudir
nuestros inventarios para desempolvar y refrescar sus contenidos. Decidir qué conservamos, qué desechamos y cuáles cosas nuevas nos enfocamos a buscar. Y, dentro de tanta agitación, identificamos
aquellos elementos que siguen allí, porque siempre han estado firmes a nuestro
lado.
Con las fiestas decembrinas a la vuelta de la esquina, éste
es buen momento para planificar el modo
en que festejaremos: Hacerlo para
celebrar la enorme alegría de estar con vida, en la proximidad real o virtual de
nuestros seres queridos, a través de una convivencia que conlleve los menores
riesgos posibles. No se vale aflojar ahora, después de habernos cuidado durante
todo el año. Bien podríamos reinventar
la forma de regalarnos; tal vez algunos han mantenido sus finanzas estables,
pero habrá quienes hayan sufrido merma.
En ambos casos, la opción de hacer costosos regalos no parece lo
ideal. ¿Qué tal si regalamos un poco de
nuestro tiempo en una llamada? O bien, expresamos en un mensaje o en un correo palabras de agradecimiento a nuestros seres
queridos. Podemos incluir el recuento de
las mejores cosas que hemos aprendido de cada uno, o poner en palabras aquello que ese ser querido provoca en
nosotros. En lugar de presentes costosos
que podrían dejar un boquete en nuestra economía, hacer regalos que vienen del
corazón, esos que llegan para quedarse en la vida por siempre.
El 2020 ha sido un año de grandes cambios en muchos
sentidos: Es la primera vez que todos, como humanidad, hemos sentido la
proximidad de la muerte. Lo que en su momento vivieron los pueblos
involucrados en las grandes guerras del siglo pasado, lo hemos experimentado todos
nosotros de otra manera. Aprendimos el
valor de las pequeñas cosas, de los pequeños momentos. Hemos entendido que la mejor actitud es
disfrutar el presente al máximo: Notre
vie c’est maintenant (Nuestra vida es ahora), diría el poeta francés
Jacques Prévert. Más vale no olvidarlo.
Momento de comenzar a planear las fiestas navideñas, enfocados
en lo trascendente. Desde la calma impuesta por cuestiones
sanitarias, enlistar a nuestros seres queridos y generar para cada uno de
ellos, en forma personalizada, el mejor regalo.
Expresar nuestros sentimientos hacia ellos; agradecer la forma como han
mejorado nuestras vidas; reconocer cada uno de los regalos que hemos recibido
de su parte a lo largo del tiempo. En
lugar de hacer tanto gasto en adquirir objetos materiales que, tantas veces,
sólo cambian de manos una y otra vez, concentrarnos en individualizar nuestra
dádiva, hacerla muy personal, auténtica y única. Imprimamos a estas fiestas un sello original,
que pueda ser recordado cuando el tiempo pase y la evocación de una pandemia
sea un recuerdo más bien lejano.