TOMA Y DACA
El único
autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras.
José Martí
Para los mexicanos se llega un día muy esperado: el de las
votaciones intermedias, que van a determinar el rumbo que llevará el país los
próximos años. Sé que en estos días los
grandes columnistas han venido abordando el tema con todas sus minucias y
amplio conocimiento de causa. En lo
absoluto pretendería emparejarme con ellos, aunque a la vez siento que debo de tocar
el tema, desde la mirada lateral con la que suelo expresarme en mis colaboraciones.
Con las votaciones de este día termina, al menos en teoría,
el juego de polarización que nos ha caracterizado en los últimos meses, en
particular a través de redes sociales.
Me recuerda el juego denominado en español “toma y daca”, aunque lo
encuentro más acertado con su nombre original en lengua inglesa “tit for tat”,
uno golpea al otro y éste le regresa el golpe, y así siguen por buen rato sin
la posibilidad de desertar.
Si repasamos la historia de la civilización, vamos
entendiendo la cantidad de elementos que intervienen en la formación de las sociedades. En alguna charla he escuchado a Julián
Herberth hablar apasionadamente del lenguaje, preguntándose cómo pudo surgir, a
partir de la necesidad de comunicar al otro.
Cuando volteamos a ver especies
distintas a la nuestra, identificamos determinados códigos de comunicación a
través de movimientos, sonidos o construcción de espacios, como ocurre con
rituales de algunas aves, entre las que el macho construye el nido y una vez
terminado, corteja a la hembra. En lo
particular me engancho fácilmente con esas historias que se vienen dando a
través del tiempo, en el caso de los humanos partiendo de sonidos guturales y
de pinturas rupestres. Quiero creer que
los autores de estas últimas ya habían asimilado el concepto del tiempo, y tenían
el propósito de trascender más allá de la muerte.
Es así como el lenguaje va aumentando en cantidad de
vocablos, comienza a regionalizarse y a diversificarse, hasta convertirse en la
Torre de Babel bíblica, en la cual cada grupo habla su propio idioma y no es
capaz de comunicarse más allá. En ese
punto –nuevamente apelando a la imaginación—deben de haber surgido los
trovadores que llevaban noticias de uno a otro lado, estableciendo corredores
culturales que fueron interconectando a los seres humanos. Son escasos los grupos que permanecieron
ajenos a ese trueque de concepciones, y
es a partir del surgimiento de la imprenta en el siglo XV, cuando la
comunicación puede considerarse confiable.
Ya no influye el mensajero en provocar distorsión de los
contenidos. Antes de Gutenberg
estuvieron los escribas, en general se trataba de monjes dedicados a
transcribir a mano documentos, en su gran mayoría sagrados, para las grandes
bibliotecas, inicialmente sobre papiros.
Y dado el coste de estos, no pocas veces se trabajaba con palimpsestos,
esto es, un material que ya había sido utilizado se preparaba para volver a
escribir sobre él.
Este concepto de palimpsesto bien puede ampliarse a las
formas del lenguaje oral. De distintas
maneras vamos haciendo apropiación de elementos antiguos sobre los cuales
trabajamos para dejar nuestra impronta.
Lo vemos en la literatura, hay estilos literarios que se apoyan en
modelos anteriores, y finalmente, como suele decirse: Todas las historias ya
han sido contadas.
Regresando al punto inicial de la polarización en redes
sociales. Tal vez el salto cuántico
después de la invención de la imprenta haya sido la world wide web. Esto
es, cuando desde un equipo de computación podemos enlazarnos sucesivamente con
uno y otro, y otro sitio virtual. Como
usuaria de la Internet, a mí me tocó ese modo de utilizar la computadora como
una especie de fichero frente al cual los niños de hoy se morirían de
risa. Asunto lento eso de tener que
esperar a que se procese una información para pasar a la siguiente. El hipertexto o interconexión de la web 2.0
llevó a la creación de redes sociales, iniciando por las salas virtuales, que
avanzaron progresivamente hasta llegar a
los mensajes instantáneos con sus grandes beneficios y terribles
posibilidades, entre ellas la polarización. Muy en particular en el Twitter, este “toma y
daca” se juega de manera continua hasta extremos perversos, llegando a
convertirse en una lucha de poder, tantas veces con intereses de fondo que no
alcanzamos a identificar, aunque estemos sobre la arena digital, en pleno
golpeteo.
¡Cuánto necesitamos ser dueños absolutos de nuestras
decisiones, como la de salir a votar hoy! Nos corresponde ser parte de la
historia, un arquetipo sobre el cual las futuras generaciones escriban las
suyas propias. El apasionamiento digital
poco logra. Necesitamos forjar historias
con hechos.