domingo, 29 de septiembre de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 DESDE LA COCINA

Cada día se presentan sucesos tecnológicos que generan, tanto sorpresa como simpatía, al descubrir la forma en que los algoritmos identifican nuestras preferencias y nos presentan contenidos que finalmente nos atrapan.

Apareció en mi espacio personal un podcast en el que dos jóvenes entrevistan a Manuel Sans Segarra, médico cirujano, respecto a las experiencias cercanas a la muerte y otros temas afines.  Hallé cosas que coinciden plenamente con mi forma de pensar, y otras que tomo con reserva, como es la reencarnación.

La idea de lo que Sans Segarra denomina “supraconciencia” me hizo mucho sentido, en particular porque es un tema al que le vengo dando vueltas en las últimas semanas.  Hallo, como ha sucedido en otros momentos, que es tal mi afán por enriquecer un concepto, que termino atrayendo hacia mi campo sensorial hechos, contenidos y personas que contribuyen a cuestionarme, revisar y profundizar tales ideas.

Hace escasos días pensé en cenar huevo. Saqué una pieza del refrigerador, y al momento de quebrar el cascarón tuve una experiencia así de intensa como desagradable.  Seguramente ese huevo era de una producción muy anterior al resto.  Lo colocaron en el cartón con los nuevos, cuando estaba totalmente echado a perder.  Al momento de vaciar su contenido en una vasijita, lo primero que llegó a mí fue un olor pútrido penetrante, seguido de un aspecto blanco grisáceo de la clara y un aspecto “ponchado” y gris oscuro de la yema.  De inmediato lo deseché, limpiando y desinfectando a profundidad todas las superficies que tuvieron contacto con ese producto caduco.  Aun así, la mañana siguiente seguía sintiendo que el hedor no se había desterrado por completo de mi cocina.

Coincidió esta desagradable experiencia con una lectura respecto a la caducidad de nuestro sistema nervioso, lo que va provocando enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.  Eso que en la juventud fue un cableado de gran precisión para captar estímulos y reaccionar ante ellos, con el paso del tiempo y daños oxidativos va perdiendo rapidez y precisión, hasta llevarnos a niveles muy primarios de función nerviosa.  Los seres humanos vamos atravesando, desde etapas de fallas mínimas a otras de desconexión de ciertas esferas de cognición, hasta derivar en limitaciones de gran escala.  Las facultades que alguna vez aprendimos se van “desaprendiendo”, hasta niveles muy elementales.  

La naturaleza se vale de recursos materiales para el desarrollo de la vida sobre el planeta.  Son medios que siguen una curva de desarrollo y declive, por más que nuestra voluntad humana quisiera que esos procesos no avanzaran y se cumplieran.

Pasemos ahora al concepto de la “supraconciencia” sugerido por Sans Segarra, con todo lo que implica: Conciencia superior que se manifiesta mediante una vida que trabaja de forma activa en el fomento de los grandes valores humanos como son el altruismo, la empatía y la bondad. Hemos venido a este mundo a cumplir con un propósito, uno tan específico para cada uno, que nadie más podría ejecutarlo. Para ello se parte del principio aristotélico que señala que el pensamiento genera la acción; las acciones generan comportamientos.  El comportamiento repetido da lugar a hábitos y estos últimos forjan el carácter, para que –finalmente—el carácter sea el modelador del destino de un ser humano, desde el nacimiento hasta la muerte.

Vista de esta manera, nuestra vida adquiere un significado muy particular.  Entendemos que no es cualquier vida y que no podemos estar desperdiciando el tiempo, cuando tenemos una tarea que cumplir.  Nos corresponde cuidar mente y corazón para conseguir ser la mejor versión de nosotros mismos.  Compararnos con otros no funciona, puesto que cada ser humano tiene su propia encomienda que cumplir.

A partir de estos conceptos desaparece el miedo a la muerte.  Entendemos que nos corresponde cuidar nuestra vivienda temporal llamada “cuerpo”, como un vehículo dentro del cual avanza nuestro espíritu en esta vida, pero nada más.  Lo material es un medio para lograrlo, nunca un fin hacia el cual orientar todos nuestros afanes.

La contraparte de la supraconciencia, es el egoísmo.  Esa parte orientada hacia nosotros mismos, que se nutre desde el exterior, a partir de lo que otros dicen de nosotros, por cómo nos vemos, qué poseemos y qué ostentamos, muy al margen de los sentimientos que nos hacen trascender.  Se orienta a la consecución de fama, poder y reconocimiento.  Nos vuelve esclavos de las riquezas y de nuestro propio afán de dominio.  Nunca nos deja satisfechos, pues siempre habrá allá afuera algo más que ambicionar.

Trabajar con todo el empeño por un fin superior, a través de una actividad apasionante, más allá de la remuneración económica: Elevado ideal por alcanzar.

Cartón de LUY


 

MÚSICA, IMPROVISACIÓN Y BUEN HUMOR

SABIAS PALABRAS DE DON QUIJOTE

 


Tomada del muro de Paco Manzanares

Lectura Puede y Salud Mental con Marian Rojas Estapé

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


La luna y los colibríes tienen un significado especial que reconozco no es particular, sino que compartimos muchas personas Para mí estos últimos empiezan a ocupar un lugar especialmente importante en mi día a día, cuando al fallecer Ricardo mi esposo, me quedo sola en una casa, donde desde años antes fue el sitio elegido por unos colibríes que año tras año, hacían construir sus nidos.

Eran para mi compañía matutina al tomar café. Verlos posarse en mi barda y lucirse ante con ese aleteo tan único del colibrí que le permite volar hacia atrás y permanecer suspendido en el aire manteniéndose en un solo punto, creando una imagen sin igual.

A veces me comparaba con esa particularidad, sintiendo que mis alas imaginarias aleteaban incesantemente sin llevarme a ninguna parte, y  que mi corazón latía tan aceleradamente como hace el del colibrí. Sentada al parecer inmóvil, mi mente y mi alma iban al compás de ese aleteo que me recreaba esa mañana que apenas se insinuaba. Mis compañeros cotidianos por años, creaban esa magia que aromatizada con mi café lograban llevarme a un momento de paz, que mitigaban cualquier sentimiento de tristeza que pudiera causarme mi soledad.

Al cabo de unos años, y en gran parte impulsada por todos los acontecimientos que ocurrieron a causa de la pandemia, tomé la decisión de dejar mi casa. Con sentimientos encontrados entre iniciar otra etapa de mi vida, regresando a mi tierra natal, a reencontrarme con mi familia, amigos de toda una vida y asimilar una nueva forma de vivir, un parte aguas que me llevaría a una tercera parte de mi recorrido en este mundo. Dejaba en Cajeme una gran parte de mi existencia, mi casa, mi consultorio, y a gente cuyo cariño y respeto le dieron sentido a cada día vivido en esa ciudad adoptiva que me abrió los brazos y en la cual dejaba un pedazo de mi corazón.

La despedida de mi hogar aquella noche, en que cansada me disponía a cerrar la puerta para siempre, fue por demás emotiva. Intempestivamente un colibrí en medio de la obscuridad entró a la casa, y empezó a recorrer de lado a lado todas las habitaciones.

Por último llegó a la que fuera la recámara de mi esposo y mía, se posó sobre el abanico de techo y no tuvimos más remedio que dejarlo ahí. Salimos de ahí mi querida Martha, su esposo y yo, con una sensación que los tres percibimos en la misma sintonía, el colibrí parecía llevar en él, el alma de alguien para quien esa casa tenía un gran significado y en su recorrido fue despidiéndose de todos y cada uno de los espacios, dejábamos esa alma y yo en ellos, el eco de mil vivencias matizadas con alegrías y tristezas, pero en las que siempre predominó el buen humor, la risa y sobre todo el amor que compartimos hijos y padres.

Hoy en venta está nuestra casa, la magia de los colibríes sigue en ella, espero que para los que habiten en ella siga teniendo el encanto especial que revestía para nosotros, que la vean como nosotros, la valoren más que como un edificio donde habitar, un lugar donde florecer, donde trascender, un refugio con alma que les haga sentirse protegidos, donde se respire amor y paz.

LA CASA DE MIS MEMORIAS