domingo, 29 de septiembre de 2024

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


La luna y los colibríes tienen un significado especial que reconozco no es particular, sino que compartimos muchas personas Para mí estos últimos empiezan a ocupar un lugar especialmente importante en mi día a día, cuando al fallecer Ricardo mi esposo, me quedo sola en una casa, donde desde años antes fue el sitio elegido por unos colibríes que año tras año, hacían construir sus nidos.

Eran para mi compañía matutina al tomar café. Verlos posarse en mi barda y lucirse ante con ese aleteo tan único del colibrí que le permite volar hacia atrás y permanecer suspendido en el aire manteniéndose en un solo punto, creando una imagen sin igual.

A veces me comparaba con esa particularidad, sintiendo que mis alas imaginarias aleteaban incesantemente sin llevarme a ninguna parte, y  que mi corazón latía tan aceleradamente como hace el del colibrí. Sentada al parecer inmóvil, mi mente y mi alma iban al compás de ese aleteo que me recreaba esa mañana que apenas se insinuaba. Mis compañeros cotidianos por años, creaban esa magia que aromatizada con mi café lograban llevarme a un momento de paz, que mitigaban cualquier sentimiento de tristeza que pudiera causarme mi soledad.

Al cabo de unos años, y en gran parte impulsada por todos los acontecimientos que ocurrieron a causa de la pandemia, tomé la decisión de dejar mi casa. Con sentimientos encontrados entre iniciar otra etapa de mi vida, regresando a mi tierra natal, a reencontrarme con mi familia, amigos de toda una vida y asimilar una nueva forma de vivir, un parte aguas que me llevaría a una tercera parte de mi recorrido en este mundo. Dejaba en Cajeme una gran parte de mi existencia, mi casa, mi consultorio, y a gente cuyo cariño y respeto le dieron sentido a cada día vivido en esa ciudad adoptiva que me abrió los brazos y en la cual dejaba un pedazo de mi corazón.

La despedida de mi hogar aquella noche, en que cansada me disponía a cerrar la puerta para siempre, fue por demás emotiva. Intempestivamente un colibrí en medio de la obscuridad entró a la casa, y empezó a recorrer de lado a lado todas las habitaciones.

Por último llegó a la que fuera la recámara de mi esposo y mía, se posó sobre el abanico de techo y no tuvimos más remedio que dejarlo ahí. Salimos de ahí mi querida Martha, su esposo y yo, con una sensación que los tres percibimos en la misma sintonía, el colibrí parecía llevar en él, el alma de alguien para quien esa casa tenía un gran significado y en su recorrido fue despidiéndose de todos y cada uno de los espacios, dejábamos esa alma y yo en ellos, el eco de mil vivencias matizadas con alegrías y tristezas, pero en las que siempre predominó el buen humor, la risa y sobre todo el amor que compartimos hijos y padres.

Hoy en venta está nuestra casa, la magia de los colibríes sigue en ella, espero que para los que habiten en ella siga teniendo el encanto especial que revestía para nosotros, que la vean como nosotros, la valoren más que como un edificio donde habitar, un lugar donde florecer, donde trascender, un refugio con alma que les haga sentirse protegidos, donde se respire amor y paz.

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