domingo, 29 de abril de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

POR NUESTROS NIÑOS
A partir de 1924 la ONU reconoció la  necesidad de garantizar las condiciones que  provean de bienestar a los niños alrededor del mundo, siendo el 20 de noviembre de  1954 cuando se establece un día para celebrar a los niños, fecha que cada país ha ido acomodando de acuerdo a su calendario cívico, quedando para México el 30 de abril.   Y como tantas celebraciones, la del Día del Niño se ha comercializado con el paso de los años,  olvidando en gran medida lo que fue el  origen real de la celebración. Por ello no resulta ocioso recordar lo que contiene el acta de las Naciones Unidas que habla sobre los derechos de los niños, finalmente suscrita en 1959 por las naciones afiliadas, y vigente hasta la actualidad:
-          Los derechos de los niños no admiten discriminación por razón de raza, condición socioeconómica, política o de nacimiento.
-          El niño gozará de una protección especial.
-          El niño tiene derecho a nombre y nacionalidad.
-          Tiene derecho a la seguridad social.  A alimentación, vivienda, recreo y atención médica.
-          Si está física o mentalmente impedido, requiere atención adecuada.
-          Para su pleno y armonioso desarrollo, necesita amor y comprensión, y un ambiente de afecto y de  seguridad moral y material.
-          El niño tiene derecho a recibir educación, sobre todo en las etapas elementales.
-          Debe disfrutar de juegos y recreaciones…La sociedad y las autoridades se encargarán de promover el goce de este derecho.
-          El niño debe, en todas circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro.
-          …Deberá ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación…. No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada.
-          El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole.  Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe conservar sus energías y aptitudes al servicio de los semejantes.
   A la luz de estos conceptos  es   momento de preguntarnos qué estamos haciendo por promover un espíritu de comprensión, tolerancia y amistad entre los pueblos.  O qué hacemos por favorecer la paz y la fraternidad universal, que permita a nuestros niños hallar las condiciones óptimas para su desarrollo integral.
   Habría que analizar hasta qué grado con nuestra vida diaria, con nuestras palabras y  actitudes de cada día contribuimos a respetar y a hacer valer derechos fundamentales e inalienables de nuestros niños. 
   Echemos una mirada a la naturaleza, volteemos a ver nuestros ecosistemas, la forma como los hemos dañado con nuestra indiferencia, nuestra codicia, nuestro egoísmo; cómo hemos ido destruyendo nuestros campos y bosques,  provocando sequías e  incendios; fomentando o permitiendo la tala inmoderada,  lo que finalmente provoca un desequilibrio de muerte.
   Observemos nuestras ciudades, la manera como la  tranquilidad de otros tiempos ha sido arrancada por causa de la delincuencia.  Nuestros niños tienen derecho a la alegría, a la tranquilidad y a  un ambiente de paz, y les estamos fallando.
  Hemos sustituido el escenario de los derechos por el de las imposiciones a rajatabla.  Sustituimos la cobertura de necesidades de primer orden por discursos políticos y falsas promesas.  Contaminamos la mente, la piel y el espíritu de nuestros niños, con nuestra molicie, nuestra permisividad, nuestra apatía.
   Les hemos robado  el derecho a  contar con límites inteligentes y precisos que los vayan guiando.  Nuestros niños difícilmente pueden desarrollar un marco conductual, cuando los adultos pretendemos ser sus amigos antes que ejercer la autoridad. No facilitamos su ubicación  en el contexto del mundo real.  Partimos de nuestra actitud cómoda, o de culpas reales o imaginarias para ir a conquistarlos antes que encauzarlos;  volvernos sus cómplices en lugar de   actuar como sus modelos.
   Con respecto a su necesidad de recibir afecto: ¿Les hemos dado un afecto real que les   haga sentir  de manera auténtica  que son amados de manera incondicional, o  ha sido un afecto descuidado, condicionado o inconstante?...
   ¿Hasta qué punto hemos visto  para proveerles de un ambiente de seguridad, cuando en el Jardín de Niños ya se incluye como materia obligatoria la  de “pecho a tierra”?
   ¿Hasta qué punto los protegemos de la discriminación  si la actitud de padres y maestros frente al “bullying” es  tantas veces tibia y medrosa?  ¿Y cuando, por razón de su apariencia física, se margina a un niño, y en ocasiones se hace burla de él?
   ¿Cómo le hablamos de seguridad moral si nosotros como personas, como instituciones  o como autoridades manejamos una doble moral,  inclinándonos  hacia donde mejor convenga?
   Por nuestros niños hagamos hoy un sesudo examen de conciencia.  Sus derechos de nacimiento son nuestra obligación más sagrada,  frente a la cual tenemos qué cumplir.  

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Costo
¿Sabe usted cuánto cuesta educar a un mexicano?
Lo pregunta un amigo con una sonrisa de ironía que no logra ocultar.
Cuesta 20 pesos educarlo, afirma.  Ni un centavo más.
Eso es lo que cuesta cruzar los puentes internacionales rumbo a Estados Unidos.
Apenas cruza y de aquel lado no tira basura, no corre de más.
No es por educación instantánea; es porque sabe que allá lo castigarán.
La certidumbre de la sanción desalienta a la infracción.
Los buenos ciudadanos no nacen, se hacen, con sólo aplicar la ley.

CHARLOTTE AND JONATHAN

25 MANERAS DE AMAR A UN NIÑO


Préstele atención.
Búsquelo.
Escúchelo.
Juegue con él.
Sea espontáneo.
Tómelo de las manos.
Haláguelo más, critíquelo menos.
Maravíllese de sus logros.
Agradézcale.
Sea flexible.
Confíe en él.
Mírelo a los ojos.
Comparta su entusiasmo.
Anímelo.
Espere lo mejor de él, mas no la perfección.
Sea consistente.
Esté a su disposición.
Disciplínelo en su momento.
Aprecie sus diferencias.
Conteste sus preguntas.
Crea en él.
Pida su opinión.
Escuche su música.
Pídale disculpas cuando usted se equivoca.
¡¡Ámelo a pesar de todo!!!
Anónimo.

QUE CANTEN LOS NIÑOS: Canta José Luis Perales

José Saramago levanta el vuelo: Texto de José A. Muñoz


Tenía algo, Saramago, difícil de encontrar en el hombre contemporáneo. Quizás fuera la quietud de su pensamiento, que le obligaba a fabular sobre las preocupaciones del “yo” como persona individual frente a la arrogante e inquisitiva sociedad. Quizás el peculiar sentido del humor, que mostraba en el laberinto de ideas que quedaban expuestas en su narrativa y artículos. Quizás esa actitud crítica pero, a la vez, contemplativa y a vuelta de todo. O ese susurro que representaba su identidad ante la política y la injusticia que, en los últimos años, había convertido en eco, en resonancia, común a muchos ciudadanos del mundo.
José Saramago, fallecido con 87 años a causa de una leucemia crónica, había dejado constancia de su malestar ante el mundo a través de su obra novelística y sus trabajos para prensa. El inconformismo latente en sus apariciones públicas le unió aún más a los lectores e, incluso, a quienes no abrieron ninguno de sus libros, pero reconocían al hombre. Quizás, después del Premio Nobel de 1998, al prestigio de su literatura se le unió el de activista, participando en la lucha contra la injusticia en diferentes frentes. Cosas que resultan más fáciles cuando se es consciente del valor de ese premio y se convierte en portavoz de aquello por lo que, en otro momento, no hubiera dejado de ser un rumor. Y así, Saramago pasó del rumor al eco. Sonoro y contundente. La magnitud y el éxito de su obra posterior al Nobel lo certifica. Aunque su carrera anterior ya había resultado ser representativa e inspiradora para muchos.
Saramago nació en 1922 en el barrio de Azinhaga, perteneciente al municipio de Golegã (Portugal). Hijo de campesinos, la escasa economía familiar les llevó a buscar fortuna a la capital, Lisboa, donde se trasladaron tres años después. Al poco tiempo, la tragedia llegó a casa de los Saramago: Francisco, el primogénito de los hijos, falleció. En 1934, José comenzó a estudiar en la escuela industrial, donde tomaría contacto con los textos clásicos humanistas, forjándose a partir de ahí su ideario. Su padre, que había entrado en el cuerpo de policía, tuvo que claudicar y pedirle a su hijo que abandonara la escuela para aportar dinero, ya que su sueldo de funcionario no era suficiente para cubrir los gastos y pagar sus estudios. Fue así como, mientras trabajaba en una herrería, se adentró en la biblioteca pública devorando todo libro que cayera en sus manos.
Con el tiempo, llegó a cubrir un puesto administrativo en la Seguridad Social. En 1944 contrae matrimonio con Ilda Reis y comienza a fraguar la que se convertiría en su primera obra literaria, Terra du pecado, publicada en 1947, a la que siguió Claraboya, que nunca llegó a editarse. Tras esos dos fracasos, decide abandonar la escritura y durante los siguientes veinte años se dedica a su familia (su hija Violante ya había nacido) y a proseguir con su vida laboral.
Trabajando ya en Seguros Previdente, le ofrecen colaborar en Diário de Notícias, una de las cabeceras históricas de Portugal. Sus ideas políticas suponen un contratiempo y deciden prescindir de él. Sin embargo, su amplio conocimiento literario le permite entrar a formar parte del equipo de redacción de la revista Seara Nova como crítico literario y comentarista cultural. Cada día dedica más tiempo a estos menesteres, lo que le lleva a dejar su puesto en la aseguradora. Comienza a ser reconocido, hasta el punto de convertirse en subdirector del diario que le había rechazado años antes.
Censurado y perseguido durante la dictadura de António de Oliveira Salazar, José Saramago debe abandonar la prensa y consigue el cargo de editor en el sello editorial Estúdio Cor, mientras traduce a Colette o a Tolstoi, entre otros autores por los que sentía devoción.
En 1966 publicó su primer poemario, Os poemas possíveis. Tres años más tarde, ingresa en el Partido Comunista Portugués, aún en la clandestinidad. Se divorcia de Ilda, abandona la editorial y, liándose la manta a la cabeza, decide entregarse a la escritura. En 1972 se convierte en redactor del Diário de Lisboa, empleo que abandona un año más tarde. Se prepara para participar activamente en la Revolución de los Claveles.
En esos tiempos, presenta obras de diferente calado. En 1980, con Alzado del suelo, una novela proletaria, le llega el primer gran reconocimiento, además de representar la primera muestra de su peculiar estilo, el que le llevaría a ser considerado uno de los escritores de mayor trascendencia del siglo XX. En 1986 conoce a la granadina Pilar del Río, que se convertirá en su compañera, personal y profesional, ya que, entre otras cosas, ha sido hasta hoy la traductora de sus textos al español.
Aparecen de manera fluida las producciones literarias de Saramago: Memorial del convento; El Evangelio según Jesucristo (su libro más polémico en Portugal, que le llevó a abandonar el país en 1993, dos años después de su publicación, para instalarse en Lanzarote)… Ensayo sobre la ceguera marca otro giro en sus fuentes creativas que le llevan a convertirse en un valor seguro en lo comercial: sigue ofreciendo ideas críticas respecto a temas políticos y sociales, convirtiendo a sus protagonistas en víctimas del sistema y, a su vez, de sí mismos, ideando argumentos complejos con un estilo más propio del mundo globalizado. De esta manera, logra conectar con una mayor cantidad de lectores. Esta nueva etapa es más evidente en Todos los nombres, publicada en 1997, un año antes de obtener el Premio Nobel de Literatura. Desde ese momento, se convierte en un hombre aún más público, participando activamente en eventos sociales y culturales tanto en España como en Portugal y pasando a ser portavoz de las víctimas en las sociedades más enfermas, criticando las políticas capitalistas y ofreciendo, a través de artículos incendiarios, un compromiso férreo, devolviendo al concepto “cultura” una de sus más importantes funciones: la de servicio a sus conciudadanos. El hombre duplicado, en 2002, es otra novela en la que reincide en temas ya expuestos en Todos los nombres, formando, entre las dos, un díptico narrativo sin parangón en la que vendría a ser la nueva literatura del proletariado.
El viaje del elefante, Caín y El cuaderno, libro que recoge las entradas de su blog, son sus últimas obras publicadas.
Hoy, 18 de junio de 2010, José Saramago ha levantado el vuelo. Y ya se habrá percatado de que la libertad que disfruta su alma en este momento es la misma que la mantenida por él en vida a pesar de las luchas y los contratiempos. La perspectiva desde la que nos contempla ahora es idéntica a la que le permitió describirse y describirnos en tantas ocasiones a través de la literatura. De la calma del susurro individual al atronador eco colectivo.
Publicado el 18 de junio del 2010
Tomado de http://www.revistadeletras.net el 15/04/12

VIDEO POR EL DÍA DEL NIÑO

PASO DOBLE, GRAN BAILARÍN