domingo, 3 de noviembre de 2019

DECÁLOGO ANTI-AMARGURA de Rafael Santandreu

  1. No te quejes: La gente más fuerte no se queja nunca. Una cosa es intentar mejorar las cosas y otra lamentarse porque no tenes lo que deseas.
  2. Prohibido “terribilizar”: La terribilitis es la enfermedad del siglo XXI. Consiste en decirse a uno mismo que todo lo que le rodea es terrible. Por ejemplo: “si me echan del trabajo, será terrible, el fin del mundo”.
  3. Necesitas muy poco para ser feliz: San Francisco de Asís dijo: “Cada día necesito menos cosas y las pocas que necesito las necesito muy poco”.
  4. Cuida el diálogo interno: No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que decimos acerca de lo que nos sucede.
  5. No exijas nada a nadie: Una fuente de problemas es decirte a ti mismo que necesitas que todo el mundo te trate bien todo el tiempo.
  6. Cuídate: Ocúpate primero de ti misma para hacer luego felices a los demás.
  7. Utiliza el humor y el amor frente a la locura ajena: Si tu pareja está de los nervios, dale besos y hazle bromas pero no discutas en caliente.
  8. Disfruta en el trabajo: Hacemos demasiadas cosas por obligación cuando deberíamos básicamente disfrutar de la vida. Haz todo el clave de diversión.
  9. Quiérete incondicionalmente: La mejor autoestima está basada en quererse a sí mismo.
  10. Quiere incondicionalmente a los demás: Cuando alguien hace algo malo es por desconocimiento o locura. En el fondo, el niño que llevan dentro es maravilloso.
Agradezco a Ana María esta valiosa sugerencia.

Alondra De la Parra dirige el Huapango de Pablo Moncayo

RECOMENDACIÓN por la Mta. Ángeles Ortega Abad


                                                     UN LIBRO PARA TODAS LAS MAMÀS
Haber trabajado por años en la docencia, me etiqueta como la persona que siempre quiere, debe o puede tener un libro. Y esta vez no fue la excepción.
          El libro del cual les hablaré es un regalo que me hizo mi hijo Gerardo, cuando fue a recogerme al aeropuerto de la ciudad de México, era el mes de junio del 2019 y el libro iba acompañado por un bello ramo de rosas.  
          Como toda madre me sentí  halagada, sin embargo, yo no quería un libro más, ya que tengo una lista algo larga de libros que intento leer y que por falta de tiempo y organización no he hecho; sin embargo, este libro era algo especial, estaba comprado y escogido especialmente para mí.
          El título es: “Lo mejor eres tú”, de la autora, Jaione Yabar, Editorial Planeta.  Es un libro sencillo, en el cual se puede interactuar colocando en él, recortes, fotografías, escribir y borrar, en fin, es un libro para que todas las mamás desahoguen en él sus alegrías, furias o desesperaciones, al criar y educar a sus hijos. Se encuentra dividido en capítulos y la recomendación es que los leas según tu humor o estado de ánimo.
          La finalidad del libro es que saques lo que en el momento sientes y que posteriormente al pasar los años, lo veas y recuerdes como un episodio más de la vida de ser madre.
          Cada mamá debe tener el suyo. Trabajar en él, aminora el peso y el estrés del cual a veces somos presa fácil, todos nos critican sobre como educamos a nuestros hijos, pero solo una madre conoce el peso de este compromiso.
          Se imaginarán mi sorpresa al hojear este libro, de pasta dura, color blanco e iniciar la lectura de la introducción….
          Este libro solo busca recordarnos que, en todo momento, para nuestro hijo, lo mejor siempre será mamà.
                                                                                                                                Angeles Ortega Abad
                                                                                                                                 Octubre 25 del 2019

CHARLA TED Lima con Wendy Ramos

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



He tomado decisiones en mi vida, que la han marcado en su trayectoria, otras veces el destino ha decidido por mí, para bien o para mal. 
          En este ejercicio constante de la toma de decisiones, a mi edad cualquiera debería ser un experto. No temer siquiera la toma de una decisión errónea, por lo menos no por lo que respecta a uno mismo, porque creo y he comprobado que la suerte existe, y que no todo está en la voluntad o en el deseo de lo que se anhela, a pesar de que se dedique a ello  tiempo y esfuerzo al máximo. 
          No siempre, triste pero cierto, se logran las metas trazadas. No todo está a nuestro alcance, sin embargo logramos adaptarnos a la vida y a nuestras circunstancias, y a tener en nuestra mente y corazón la ductilidad que nos permita aceptar nuevas realidades. Además, en el esfuerzo encontrar enseñanzas que nos dirijan en otras direcciones, haciéndonos ver que hay más de un camino, y que lo importante es saber sortear obstáculos y cambiar de rumbo, sin que nos frustre el tener que dejar el proyecto inicial.
          Esto es cierto en cualquier ámbito, la adaptabilidad nos permite encontrar la felicidad, porque nuestra expectativas no dependen tan solo de un objetivo. Y si acaso lo hicieran, pueden ser modificadas con o sin intervención de nuestra voluntad.
          Hay muchas cosas que la experiencia me ha permitido casi dominar, pero tomar decisiones a veces pareciera un juego nuevo, del cual no conozco las reglas. La elección sigue siendo un reto en mi vida; no he perdido el miedo a equivocarme. Creo que lo único que me deja la madurez, es resignarme a la idea de cometer errores, la adaptación a las consecuencias;  a perdonarme y buscar en lo posible que estos no afecten a terceros.
          Por más cotidiana que sea a veces una decisión, tendrá eventualmente trascendencia en el resto de nuestra vida, y ni siquiera habremos de tener oportunidad de advertirlo.
          Lo único que quiero y debo aprender, es que pase lo que pase, mi decisión debe ir encaminada a ser feliz. Enfocada a esa felicidad que sin egoísmos se comparte y con ello se multiplica.
          Si algo agradezco a la vida, es siempre haber decidido por el amor, eso me da la certeza de que hubo ganancia aún en la equivocación.

CORTOMETRAJE a favor de una muerte digna

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


SOLEDAD SE ESCRIBE CON EME
Nuestros niños y jóvenes son los más comunicados en la historia de la humanidad.  Paradójicamente, se hallan cada vez más solos.
La generación de los “millennials” vino a romper con una serie de constructos sociales  que fuimos creando a lo largo del siglo veinte, y que no resistieron el cambio de milenio. Infinidad de arquetipos se han ido desgastando desde la segunda mitad de ese siglo, en particular tras las grandes guerras que cimbraron al mundo.  Sistemas económicos que develaron una realidad muy costosa desde el punto de vista social:  En diversos países la riqueza se polarizó, para favorecer a unos cuantos, y desamparar al resto, aún dentro de sistemas que se han hecho llamar de izquierda.
Para los últimos decenios del siglo veinte, buena parte de las familias en nuestro país, se hallaban  desarticuladas: Las condiciones impuestas por un sistema económico neoliberal provocaron disminución  del poder adquisitivo. Fue  necesario que ambos padres salieran del hogar a trabajar.  Este cambio intrafamiliar nos cobró la factura, los niños se quedaron solos en casa, con escasa o nula supervisión de un adulto.   En los años setenta bajo el influjo de la televisión, y  de los noventa a la fecha, dicho aparato fue sustituido por la tecnología digital, a través de la cual se tiene fácil acceso a un mundo virtual tan vasto como carente de calidez.
Los fenómenos provocados por esta apropiación de la tecnología digital son muy variados, y, de hecho, no han sido del todo estudiados.  O bien, conforme se analiza uno, van surgiendo nuevas modalidades que obligan a emprender  estudios sobre cómo influye el mundo virtual en el real. Para el asunto que nos ocupa, encontramos  niños y jóvenes que   se sienten solos.  Tanto como  tienen de destrezas para manejar la tecnología de la información y comunicación, carecen de habilidades para establecer una relación presencial satisfactoria.  No poseen la experiencia necesaria para detectar los guiños en la mirada o en el tono de voz que sirven para conocer el estado de ánimo o la coincidencia entre dos personas. Estos guiños sirven de guía para determinar cómo abordar a otro ser humano, para una comunicación. Estos chicos  carecen de habilidades para desarrollar empatía, y le tienen miedo a la intimidad personal.  En línea podrán desnudarse, tanto emocional como físicamente –ahí tenemos lamentables casos de sexting y de grooming-- pero en la comunicación cara a cara se perciben a sí mismos como torpes e inseguros, quizás hasta  incompetentes, tanto que prefieren evitar los riesgos que, para ellos, conlleva una relación personal directa.
La UNICEF ha venido estudiando el suicidio en adolescentes a partir de los últimos años.  Se observa claramente un incremento; en gran medida el problema de fondo que lo dispara es una sensación de soledad.  Jovencitos provenientes de hogares disfuncionales  o en los que existen altos niveles de violencia intrafamiliar, cuyas relaciones afectivas son frágiles, y a la primera de cambios se fracturan, generando una crisis existencial en el adolescente. Si el trasfondo familiar lo había llevado a sentirse poco, la crisis emocional propia de su edad, le hace cuestionarse qué tanto vale la pena luchar, cuando la vida no parece ser la  gran cosa.  Por citar un ejemplo, entre 1990 y el 2017, de acuerdo con cifras de la UNICEF, en Argentina se triplicó el número de suicidios en adolescentes. En México, entre 1990 y el año 2000, la incidencia creció un 1.5 en menores de 14 años, y la mitad de dicha cifra en jóvenes entre 15 y 29 años.
Soledad se escribe con eme de “Millennials”, chicos a la vez hipercomunicados pero aislados, que no logran precisar qué les hace falta más allá de su dispositivo, que mantienen  con ellos, como un elemento  les permite sentirse vivos y seguros.   Como aquellos que no saben que existen otras latitudes en el planeta.  Nunca han tenido acceso a información que les indique que más allá de su entorno personal y su aparato, hay seres humanos con los que pueden establecer relaciones amicales, platicar, reír y jugar, sin la necesidad de mantener los sentidos prendidos de una pantalla.   A pesar de su libre y amplio acceso a contenidos digitales, parecen constreñirse a unos cuantos, lo que finalmente ahonda esa sensación de soledad. No han descubierto el mundo que existe del otro lado de las redes sociales, mismas que atentan contra la autoestima.  Como si se tratara de un arma muy potente, un solo clic respecto a una publicación  podría  pulverizarlos.
Es necesario trabajar para eliminar ese aislamiento en el que se hallan muchos de nuestros niños y jóvenes.  Mostrarles que más allá de la pantalla hay elementos que funcionan para proveerles de satisfactores que apuntan a la plenitud.