domingo, 20 de noviembre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CUARENTA AÑOS
Por estas fechas  allá en el año 2007 me llamó Juan Carlos, excelente amigo sabinense,  compañero de una generación anterior a la mía, de la facultad de Medicina de la UAdeC en Torreón;  me hacía una invitación a participar con una plática en el festejo de aniversario de su generación.  Dicha reunión se llevó a cabo en Sabinas,  y puedo decir que ha sido para mí una de las reuniones más cálidas y divertidas  de todos los tiempos, tanto que solicité abonarme a dicha generación para así mantenerme en contacto con ese  fabuloso grupo.   Desde entonces año con año he recibido una amable invitación, misma que por desgracia –como ahora sucede-- no siempre  puedo atender como quisiera, y justo este fin de semana se  lleva a cabo en Torreón la celebración del 40 aniversario de  egresada esa generación, la  XV.  Fue a mediados de junio de 1976 cuando terminaba un total de 132 nuevos profesionistas que desde aquellos tiempos se  reúnen año con año para celebrar la vida; a la fecha 15 de ellos se han adelantado en el camino, dejando –lo sabemos—un  recuerdo imborrable en el corazón de cada uno de sus compañeros.
   Para quienes tuvimos la oportunidad de recibir una educación universitaria, me parece que esos años de formación profesional son un parteaguas en nuestra vida.  Ingresamos a la carrera como unos preparatorianos recién salidos del cascarón, y egresamos –en el caso de Medicina-- con una licenciatura que más delante nos abrirá muchas puertas.  Esos catedráticos que nos fueron señalando los senderos de las diversas especialidades dejaron además en nosotros una impronta única de ética y humanismo que se hace presente siempre que estamos frente al paciente.  De diversas maneras y con modos muy distintos cada maestro puso en nosotros una partícula de lo mejor de su propia persona.
   Cuarenta años se dicen fácilmente, pero contienen  una urdimbre de historias de vida que se van entrelazando unas con otras hasta formar una red indisoluble.  En ella van las mayores alegrías, los dolores más profundos, las pérdidas más dolorosas,  compartidas todas estas experiencias, como en una fraternidad en la que ningún sentir se queda huérfano puesto que todos lo perciben como propio.  Difícil sería mencionar a todos los compañeros  sin incurrir en imprecisiones, pero sí puedo decir que entre ellos campea un respeto absoluto por la idiosincrasia personal de cada uno, y se apoyan uno a otro aunque no compartan los gustos o las convicciones.  Hacen frente común cuando así se requiere; se unen en las desgracias, pero sobre todo, y con esto me quedo, saben gozar al máximo las alegrías del compañero como si fueran propias,  poniendo en ello lo mejor.
   En el transcurso de estos años cada uno de ellos terminó sus estudios de pregrado, hizo su servicio social, tal vez optó por una especialidad.  Posteriormente se posicionó para ejercer su profesión, y en la actualidad quizá se mantenga activo en la Medicina o la docencia, o viva su retiro profesional.  Colateralmente formó una familia, y muy probablemente esté viviendo ya  la etapa de la “abuelez” con tiempo y energía por delante para disfrutar esos años grandiosos.   Todos y cada uno se mantienen activos haciendo algo que les gusta y que además beneficia en cierto modo  a quienes les rodean.
   Desde mi pequeña tribuna dominical no puedo más que desearles que estén disfrutando cada momento de esta hermosa celebración.  Que nuestro buen Dios les conceda seguir adelante por muchos años más, conservando esa increíble capacidad de asombro y ese espíritu  para gozar y compartir  juntos  la vida.   Su solidez como grupo es un ejemplo para   quienes les rodeamos, ya que en ocasiones nos gana el desánimo o la molicie y abandonamos los proyectos  antes de llegar a puerto.   Nada hay más contagioso y sanador que una buena dosis de alegría, comenzar a asumir las limitaciones propias de la edad con sentido del humor, con un balance positivo de las capacidades que  el paso del tiempo nunca podrá arrancarnos.
   Esa  forma de interactuar que tienen es un paradigma para todos nosotros, que mucho aprendemos acerca de cómo vivir la vida con un espíritu fresco y visionario.  Dios permita que  conserven siempre esa calidez que los caracteriza, esa manera  de ejercer el amor divino en su forma humana más auténtica, al vivirlo cada día, en todo momento, en  cualquier circunstancia, teniendo en mente tan sólo el beneficio del otro, de modo que el día cuando sean llamados a la presencia de Dios  se presenten con serena humildad para decir: “Misión cumplida”.
   ¡Felicidades a todos y cada uno, que disfruten el reencuentro como sólo ustedes saben hacerlo, que canten, bailen y rían, y que junto con  sus familias hagan de ésta en particular, una memoria imborrable para todos los tiempos!

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


EPIFANÍA DE LA SUPERLUNA

Como cada 28 días permito que aflore y me conduzca esa fracción interna que se mantiene en estrecho contacto con la naturaleza. A las 6 en punto dejo todo lo que estoy haciendo y como llevada por un embrujo salgo a buscar a la Luna que hoy promete lucir sus mejores galas en muchos años.

Me hace sufrir un rato, no se deja ver hacia el este, donde debía de verse cuando comienza a salir y que, cuando finalmente aparece lo primero que hace –al fin mujer—es ir a mirarse en el espejo del Bravo que hoy parece aguardarla en particular calma, como para permitir que ella pueda regodearse en toda su belleza. La veo surgir como un gran queso holandés quieta y hermosa, coronada por un encaje de finas nubes plateadas que la orlan y luego se abren hasta perderse en lo alto del firmamento.

Unos minutos después, no sé si fueron 5 o 10 esas mismas nubes como brocado cubren su rostro, ahora me recuerda los antifaces de las fiestas de antaño tras los que se ocultaban los asistentes a un convite, hombres y mujeres, para intentar divertidos no ser identificados. Veo cómo se prueba uno y otro como niña juguetona; sabe que los ojos del mundo están puestos en su belleza al punto del éxtasis.

¡Cuánta riqueza hay en el firmamento esta noche! Soy muy afortunada de poder disfrutarla y tejer historias, una distinta con cada atisbo, antes de que la noche termine por engullirnos.

Danza china realizada por danzantes sordomudas

¡Parece que estuviéramos viendo a través de un caleidoscopio!

Texto de Margarito Ledesma, humorista involuntario

Este fragmento es la introducción a la obra poética intitulada "El Cantar de los Perros", que el poeta dedica a los peludos ladradores que le han hecho compañía a lo largo de su vida. Aparte de simpático sabio en eso de no poner el nombre de individuos vivos a sitios públicos, algo que el ego inflado de nuestros políticos tiene más que olvidado.



Dedico esta merecida poesía a todos los perros que he tenido y a los que siga teniendo después; pero no al que tengo ahora, porque yo he sabido de muy buena tinta que nunca se le pone a una calle, a una plaza, a un mercado, a una escuela, a un jardín, a un teatro, a un salón, a una calzada, a un pueblo, a una villa, a una ciudad o a cualquier otro edificio semejante, el nombre de una persona viva, sino hasta después de que se muere, y hasta he sabido también, no me acuerdo ni cómo ni cuándo, que allá en la antigüedad, mandaron matar antes de tiempo a un señor que querían mucho en una población, para poderle poner su nombre a esa misma población o a algún edificio o calle de la localidad.
Por eso no le dedico esta poesía al "Coliflor", que es el perrito que me acompaña últimamente y que, la verdad, me ha salido muy vivo, muy cariñoso y muy buena gente; pero no quiero que se me vaya a echar a perder dedicándole esta poesía.
   Su inútil servidor: Margarito Ledesma, poeta de Chamacuero

Así se ven las cosas desde el otro lado

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Pesa más la compasión que el dolor. Nadie sienta lástima por mi, porque me lastima aún más.

Lo que me está ocurriendo en uno u otro tiempo, iba a suceder.

La muerte no se agenda, ni distribuye sus citas equitativamente.

Acompáñame en el dolor, hazme saber que no estoy sola, pero nunca me abraces ni me hables con tono lastimero que me haga sentir aún más infeliz.

Si me ves tratando de rescatar mi vida, no insistas en hacer aflorar mis lágrimas, yo las lloro en la intimidad.

Dame pues tu muestra de cariño y de solidaridad a través de un abrazo fraterno y cálido que me fortalezca y no que uno que me haga sentir más hondo mi penar.

Perdona mi descortesía, quizá sea ruda mi petición, pero necesito muestras de cariño, mas no de compasión.

Aligera mi duelo, sé parte de mi renacer.

Dulce ilusión de la abuela: Video

¿Cuál es la mayor ilusión en el corazón de una abuela? Aquí lo descubrirán: