domingo, 7 de febrero de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

NARCISO EN EL DESIERTO

En derredor nuestro ocurren fenómenos difíciles de explicar.  Conductas sociales a manera de una gran madeja a la cual no encontramos el inicio como para desovillar.  No quiero ni imaginar cuántos nuevos casos de COVID tendremos en un período de 5 a 15 días después del Día de la Candelaria, cuando muchos mexicanos  habrán organizado una “fiesta pequeña, nada más con la familia”, que al paso de los días resulta en múltiples contagios.

En búsqueda de entender lo que sucede, recurro a mis autores de cabecera, esos amigos maravillosos que están ahí esperando a que yo los procure, para obsequiarme con palabras iluminadoras, conceptos que ponen las cosas en orden, y finalmente una inyección de esperanza que me anima a no desistir en cuidarme, proteger a mi familia e invitar a otros a no bajar la guardia.

Ahora tocó a Gilles Lipovetsky, filósofo y educador francés cuyos libros me resultan siempre enriquecedores.  Tal vez su obra más conocida sea “La era del vacío”, publicada originalmente en 1983 y que cobra particular vigencia en estos tiempos, cuando no logramos abarcar hechos como los arriba mencionados: Personajes que emprenden conductas de elevado riesgo, en particular en países como México, donde no existe la aplicación de normas para el uso de mascarilla, dejando al individuo la decisión de portarla o no, asunto que nos viene cobrando la factura en la moneda más costosa: La salud.

Imagino a Lipovetsky como el gran observador del ser humano, que se sienta en un rincón, buscando pasar desapercibido, para observar desde el silencio el comportamiento de individuos y grupos, antes de aventurar algunas hipótesis que luego va desarrollando.  Para cuando se sienta a escribir sobre un tema, ya ha visto pasar frente a sus ojos multitudes enteras, en diversas circunstancias o momentos, y es capaz de formular una idea de validez universal.  “La era del vacío” es un ensayo fundamental para entender el origen del narcisismo y la indiferencia social de los tiempos postmodernos. Lleva a entender en buena medida las conductas de riesgo en la pandemia, a las que me refería líneas arriba.  El filósofo es tan acucioso en sus descripciones, que nos hace ver con los ojos de la imaginación al joven frente a una pantalla, sintiendo que camina por un desierto existencial en el que, a kilómetros a la redonda, no ve otra cosa que arena.  Se han pulverizado los rígidos valores de sus padres; se han pulverizado las instituciones, y de repente él no halla un asidero del cual sostenerse cuando llega la tormenta de arena, y amenaza con levantarlo para hacerlo rodar sin parar, como solitario salicor por la yerma extensión inacabable.   Lipovetsky ha llamado a esta soledad impuesta desde dentro de nosotros mismos, la cara salvaje de la individuación.

En el joven que nos describe hay tal sensación de aislamiento, que sale en búsqueda de identidad.  La sociedad del otro lado de la pantalla es inclusiva, tanto así, que puede ser aceptado en cualquier grupo, pero a la vez no siente esa etiqueta de pertenencia con ninguno de ellos.  Puedes ser cristiano o musulmán; ateo o panteísta; de izquierda o de derecha; racista o antirracista.  Puedes amar u odiar el rock pesado; reunirte para cantar boleros cada noche, o escuchar a Chopin todos los viernes.  Lo que tal vez era limitado en la esfera real, ahora es totalmente accesible en la virtual.  Todo es cuestión de buscar para reunirnos con quienes comparten algo similar a lo nuestro.  Las redes sociales facilitan el encuentro con iguales y la formación de tribus.  Nos evita la incomodidad de discutir con quienes piensan distinto, aunque, si finalmente nos enfrentamos con ellos, lo hacemos con furia.

Bien dice Lipovetsky (cito): “Aquí, como en otras partes, el desierto crece.” El principio de una relación está a un clic para acceder a ella; zanja distancia y ahorra tiempo. A la vez se corre el riesgo de estar desnudando el alma frente a alguien que en la vida real no existe. A partir de ese narcisismo al que nos remite el filósofo con insistencia, la pantalla como espejo, muestra lo que queremos ver.  En las interacciones con otros  modulamos la conciencia del “yo”, en la medida en que nos sintamos aceptados o rechazados. Condición que en lo personal hallo muy riesgosa para el grupo adolescente, que basará parte de su proceso de definición secundaria, en las variopintas reacciones virtuales que su imagen provoque.

Lo que más admiro de Lipovetsky es su insistencia en que los programas escolares incluyan materias extracurriculares que refuercen la autoestima, trabajando la individuación de cada alumno.   De este modo se consigue desarrollar la autoestima, y, por consiguiente, generar desde dentro ese necesario sentimiento de pertenencia colectiva y  solidaridad.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 

MARIANA

Cuando los sueños no caben por la puerta de la burocracia

y en su intento de avanzar se estrellan hasta hacerse añicos.

Cuando el deseo de ayudar a quien enferma halla en el camino

su propio demonio, cuyo fétido aliento le roba el sueño

          por las noches

Cuando la ética se topa con la chata apatía de la burocracia,

del “es tu imaginación, chiquilla, ve a descansar, lleva estos tamales”

Cuando los caros sueños de infancia de Mariana

          se extinguen para siempre

hasta dejar de su vida un puñado de polvo

que entregan a su madre como toda memoria.

Un número más en el fichero de los feminicidios.

Cuando eso pasa mis letras lloran su propio llanto, el de su madre,

el llanto de todas las Marianas

ofrecidas a la garganta de la bestia voraz

frente al cenote de los dioses malditos.

Rozalén - Aves Enjauladas (Versión Acústica)

POESÍA de Joaquín Armando Chacón

 

Febrero convierte los instantes en un horizonte

Febrero es loco, pero tiene la mirada tierna, juega a los castillos de arena y a las adivinanzas.

Febrero hace brillar a sus estrellas detrás de la lluvia y los atardeceres. Mientras camina las calles buscando los secretos comulga con el queso blanco de la Luna.

 Febrero inventa imposibles y algunos días los hace reales, los llena de esperanza y tiempo y luego se le van los días y se llevan la esperanza y el tiempo, pero los imposibles siempre regresan.

 Febrero se muere de amor como ya no se acostumbra (de amor, de amor sin duda).

El caballo comienza a trotar en Febrero y las mieses se comban al viento entre Kalaw y Stuttgart, mientras en Hertfordshire se escucha el relincho de la yegua.

Febrero no acepta las indecisiones y huye de las apariencias para buscar el diamante más puro en el fondo de la noche.

En el mismo centro del corazón de Febrero hay que plantar las semillas de los sueños.

Febrero es nostálgico porque le faltan días y derrama el contenido de su cántaro.

Febrero convierte los instantes en un horizonte y manda señales en el viento de la música de los bosques.

El desierto de Febrero tiene la llave que desemboca en los ríos subterráneos que abrigan a la joven hechicera.

Febrero es azul y es amarillo y es púrpura; es una caja de sorpresas, una moneda de oro al aire y un vientecito que se enreda en los tobillos.


En febrero comienza el próximo milenio.

Tomado de la selección "Un poema al día" de Felipe Garrido

REFLEXIÓN: A través de la tormenta (viviendo el duelo) Video de Green Renaissance

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


He vivido sin planificar mi vida. La única constante que permaneció en mi proyecto de vida, si puedo llamarle así, fue mi profesión. Desde niña y sin que hubiera factores externos que lo propiciaran yo quise ser médica.

Seguí el camino que me llevó a ello. Me entusiasmaba estudiar, no fue empresa difícil, disfruté cada ciclo escolar, cada etapa, la escuela se terminó antes que mis ganas de seguir siendo estudiante.
Vino matrimonio, maternidad, y tuve tres adorables hijos, y créanme que en mi juventud nunca hubiera imaginado ser ni esposa ni madre tan realizada y feliz. Elegí pediatría sin que tampoco antes hubiera tenido inclinación especial a los niños. No pude elegir mejor carrera, ser esposa, madre y pediatra fueron elecciones no programadas con anticipación y agradezco a mi intuición que hayan sido tan acertadas.

No acostumbro hacer planes, menos a largo plazo. No lo hice cuando fue viable, ahora que queda menos camino, ni planes a corto plazo me es fácil programar. He vivido así, quizás a la defensiva de que las circunstancias me impidan realizarlas, quizás arriesgada pueda ser llamada, pero afortunada también lo he sido, así viviendo sobre la marcha. Sin una agenda programada he vivido mejor de lo que imaginara.

Ya no tengo edad para aprender a programar mi vida, ni el deseo tengo de hacerlo. he aprendido a cambiar de ruta cuando la vida me pone trabas, soy dúctil, maleable, adaptable; mi estrategia para ganarle la partida al destino es no hacerle saber lo que de él espero.

Voy día a día, mis proyectos son ser feliz, agradecida; amar y ser amada; saber dar una grata y cordial bienvenida o despedida a todo y a todos los que lleguen o se vayan de mi vida.


Esta cachorrita irradia alegría donde quiera que vaya | Tomado de El Dodo