Febrero convierte los instantes en un horizonte
Febrero es loco, pero tiene la mirada tierna, juega a los castillos de arena y a las adivinanzas.
Febrero hace brillar a sus estrellas detrás de la lluvia y los atardeceres. Mientras camina las calles buscando los secretos comulga con el queso blanco de la Luna.
El caballo comienza a trotar en Febrero y las mieses se comban al viento entre Kalaw y Stuttgart, mientras en Hertfordshire se escucha el relincho de la yegua.
Febrero no acepta las indecisiones y huye de las apariencias para buscar el diamante más puro en el fondo de la noche.
En el mismo centro del corazón de Febrero hay que plantar las semillas de los sueños.
Febrero es nostálgico porque le faltan días y derrama el contenido de su cántaro.
Febrero convierte los instantes en un horizonte y manda señales en el viento de la música de los bosques.
El desierto de Febrero tiene la llave que desemboca en los ríos subterráneos que abrigan a la joven hechicera.
Febrero es azul y es amarillo y es púrpura; es una caja de sorpresas, una moneda de oro al aire y un vientecito que se enreda en los tobillos.
Tomado de la selección "Un poema al día" de Felipe Garrido
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