domingo, 24 de enero de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


NEGACIÓN Y CONDUCTAS DE RIESGO

La biblioteca personal representa una galería de buenos amigos, dispuestos a tender su mano cada vez que recurrimos a ellos.  Maestros maravillosos, interlocutores pacientes, que acogen con singular alegría nuestras visitas.  Según lo que estemos pasando en un momento dado, será la lectura que procuremos y el sentido que demos a lo leído. Hoy en día está el formato digital, que facilita muchas funciones intertextuales, pero el clásico formato impreso tiene lo suyo, algo que lo vuelve entrañable.

En estos días, cuando tantas preguntas sobrevuelan nuestro entendimiento, recurro a uno de mis grandes maestros: Octavio Paz.  Para muchos fue un escritor arrogante; en lo personal lo percibo como un ser humano cálido y profundo que amó a México.  Cierto, hay fragmentos de su vida difíciles de entender, pero ¡vaya!, ¿quién de nosotros, como humano, se halla libre de  albergar contradicciones?...

Busqué en el librero de mis tesoros verbales la obra “El laberinto de la soledad”.  Tengo la costumbre de anotar en cada libro la fecha en que comencé su lectura: éste fue en mayo 29 de 1998.  La presentación de bolsillo del FCE trae además otros dos ensayos.  Yo me encaminé a leer el primero de ellos, publicado en 1950, segura de encontrar en sus páginas respuestas a las interrogantes que bullen en mi mente desde hace casi un año y que se resumen en una sola pregunta: ¿Por qué los mexicanos asumimos conductas de riesgo y actuamos como si la COVID-19 no existiera, cuando estamos viendo cada vez  más personas  en nuestro entorno enfermar y morir?

Inicié el día con un café, un marca textos y mi libro, que –cualquiera diría-- me hacía señas desde que abrí el librero.  Tantos años de no leerlo y tal pareciera que se colocó  en un sitio donde  pudiera hallarlo a la primera, y virtualmente casi brincó a mis manos.  De inmediato pude sentir su calidez, y al momento de abrirlo percibí un leve crujido de su pasta blanda al ser extendida.

“Entre el mundo y nosotros se abre una  impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia”. Desde el inicio Octavio Paz acogía mis inquietudes con esa sabiduría honda como mar, del color de sus ojos.

A ratos juego con la idea de que la muerte en estos tiempos de COVID, al ser tan frecuente, deja a los deudos con un duelo más fácil de procesar.  Debo aclarar, para mi fortuna no he sufrido la pérdida de alguien en mi círculo más cercano, así que es muy probable que mi apreciación tenga sesgo.   La comparo a los propios duelos que he vivido: Padres, esposo, mejor amigo. Todos ellos procesados en otras circunstancias. Me aventuro pues a pensar que mis pérdidas  fueron ocurriendo de manera aislada, en un mundo donde  pocos morían, lo que me dio más espacio para expandir mi dolor en tiempo y espacio.  Hoy es tan frecuente toparse con la muerte, que –una locura tal vez— supongo que se encuentra consuelo en el dolor de otros que sufren algo similar a lo propio.   A partir de este supuesto habría que considerar entonces que la vida  haya perdido su valor intrínseco.  ¿Será ello lo que  yace en el fondo de nuestra costumbre de no cuidarnos en situaciones de alto riesgo, como la pandemia?

Regresando a Octavio Paz, al abordar la figura del pachuco expresa lo que considero una gran verdad: Los mexicanos tendemos a activar un mecanismo de negación frente a aquellos aspectos de la realidad que nos resultan desagradables, irracionales o repugnantes.  Esto explicaría ese correr una cortina mental ante hechos tan reales como dolorosos, partiendo del principio de que si no poso mi vista en un hecho (como sería la muerte), entonces no existe.  El frentazo viene luego de que nuestro ser querido, con el que compartimos la vida campechana en medio de la pandemia, ahora se halla desesperado tratando de meter aire a los pulmones.

Los buenos libros son intemporales.  Eso que nuestro Premio Nobel de Literatura 1990 escribió acerca del mexicano, hace poco más de setenta años, puede aplicarse de manera puntual en el tiempo presente, para ayudarnos a entender  eventos que ocurren en derredor nuestro y la forma como nos impactan. Principalmente, nos orienta respecto a cómo debemos manejarnos frente a ellos.  Habla del término “higiene social” como una manera de llamar nuestra atención y encauzarnos  a actuar frente a esa aparente falta de empatía, que en estos momentos implica una conducta de riesgo mortal para otros, comenzando por nuestros seres queridos.  En la medida en que, a partir de ese mecanismo de negación, busquemos depositar en otras instancias lo que en principio es responsabilidad personal de cada uno, poco avanzaremos.

“Quien ha visto la Esperanza, no la olvida.  La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres”: Palabras de Paz que me sostienen.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 

AMIGA

(Con especial cariño para  Lilia)

 

He perdido a mis dos compañeros de guardia,

grandes amigos,

a causa del COVID.

¿Seré culpable por seguir con vida

cuando ellos  han partido?...

Percibo el dolor impreso en cada línea

que me hace llegar.

Su impotencia, un desánimo tan hondo

cual boca de mina,

frente a los números fríos de la estadística.

Acompaña sus palabras una imagen:

Muestra a los tres en ropa de trabajo

al inicio de un turno.

Hago mías sus palabras dichas

con doloroso acierto:

Ellos no son números, tienen cara y familia.

Seres humanos que hasta ayer soñaban y reían,

Trabajaban con ahínco guardia tras guardia,

poniendo en cada turno su saber médico

por el bien del paciente.

Ahora ya no están

Ya lloré, ya recé

Se va haciendo chico el círculo de amigos.

 

¿Cómo puedo consolarte, amiga?

¿Cómo ayudo a romper ese círculo maligno

del contagio,

el grueso hielo de la indiferencia

que parece aumentar con cada día que pasa?

Sólo tengo el caudal de mi llanto para unir al tuyo,

mi mano para sostenerte,

y estos pobres versos destejidos

para acompañar tus pasos.

El tiempo hará el resto, amiga.

El tiempo hará el resto.

 

Antiguo canto nórdico

POESÍA de León Felipe



COMO TÚ

Así es mi vida, 

piedra, 

como tú. Como tú, 

piedra pequeña; 

como tú, 

piedra ligera; 

como tú, 

canto que ruedas 

por las calzadas 

y por las veredas; 

como tú, 

guijarro humilde de las carreteras; 

como tú, 

que en días de tormenta te hundes 

en el cieno de la tierra 

y luego centelleas 

bajo los cascos 

y bajo las ruedas; 

como tú, que no has servido 

para ser ni piedra de una lonja, 

ni piedra de una audiencia, 

ni piedra de un palacio, 

ni piedra de una iglesia... 

como tú, piedra aventurera... 

como tú, 

que tal vez estás hecha 

sólo para una honda... 

piedra pequeña 

ligera...


Tomada de solidaridad obrera.org

Los pequeños conocen a un adulto de 101 años

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Aprovechamos este espacio para enviar una calurosa felicitación a nuestra querida colega y amiga, quien acaba de estrenarse como abuela por partida doble. ¡Un abrazo, Ere!


Me ha estado dando por vivir últimamente. Por realmente darme la oportunidad de disfrutar las sensaciones placenteras que vienen en cada amanecer


He dejado a un lado la crítica, el juicio sobre las actitudes ajenas, y me he dedicado más a analizar las mías. 

He dejado de condenarme por mis fallas, a perdonarme por ellas sin que por ello me permita seguirlas cometiendo irreflexivamente. 

He decidido tomarme en serio y eso empieza por reconocer que no tengo tanto tiempo como para desperdiciarlo en banalidades. He recorrido más de lo que me falta, quiero pensar que sea cual sea el trayecto que me reste, sabré sumarle a cada día felicidad. 

Me ha dado por robarle minutos a cada hora para recrearme con la magia de las flores, del cielo, del canto de los pájaros; en la belleza de un poema, de la sonrisa de un niño, de la maravilla de un corazón noble, de la mano amiga, de la esperanza de un mejor mañana que la mayoría abrigamos y por la que rogamos y luchamos día con día. 

Ahora me regocijo en la fe que veo reflejada en una mirada, en la que nace de mi espíritu y me permite tener el alma en paz o reconquistarla cada día. 

Me ha dado por vivir, con ese sentido de plenitud que da tener la visión del alma, la emoción de un corazón joven, la sabiduría que solo se alcanza con el tiempo y con la virtud de haber encontrado en este mundo algo mucho más significativo que la materia. Un encuentro con el verdadero motor de nuestra existencia, donde se alcanza la paz y se venera al amor. 

Me ha dado tanto ahora por vivir, que sé que mi espíritu me permitirá volar, aun cuando mis pies no sean ya capaces de permitirme caminar.

Fábrica de nubes: Video animado