INDIFERENCIA Y CAOS MUNDIAL
En
este día está por concluir la Asamblea de la ONU convocada en Nueva York para
conmemorar el octogésimo aniversario de su fundación, que se cumple el próximo
24 de octubre. Como pocas veces a lo largo de su historia, me atrevo a decir,
la situación ha sido tan conflictiva y ríspida como en esta ocasión cuando,
asuntos como la guerra en la franja de Gaza, la invasión rusa a Ucrania y el
cambio climático han generado divisionismo entre los 193 países miembros de la
Organización. Tópicos tales como el desarrollo bélico de las grandes potencias,
los fenómenos derivados de la migración; el desarrollo de una salud preventiva frente
a enfermedades transmisibles, y las consecuencias debidas al cambio climático
habrán ocupado las principales agendas de discusión.
Tzvetan
Todorov fue un filósofo búlgaro fallecido en el 2017. Estudioso del
totalitarismo y la democracia, y muy enfocado hacia los fenómenos sociales que
rodean a los movimientos migratorios. En alguna de sus obras expresó que la
identidad de la especie reside en el hecho de que podamos ser diferentes. Esto
aplica particularmente cuando se trata de naciones de distinto origen, con
convicciones religiosas o políticas diferentes, que buscan llegar a un acuerdo
entre las partes. Justo, los conflictos inician cuando las metas que persiguen
dos facciones son incompatibles, de manera que cada una luchará por hacer
prevalecer lo propio. No puede lograrse avance si ninguno de los dos accede a
cambiar en algo su postura original.
Durante
la ceremonia de recepción del Premio Príncipe de Asturias concedido a Todorov en
el 2017, él expresó que antes de este siglo nunca se había dado un encuentro
tan amplio y diverso entre individuos y pueblos del mundo. Hizo hincapié en los
orígenes de la migración entre países, ya sea por cuestiones de seguridad
secundarias al terrorismo, oportunidades de trabajo o necesidades económicas.
Señaló que, de acuerdo con el alto comisionado de la ONU, por cada centímetro
de elevación del nivel de los océanos habrá un millón de desplazados en el
mundo, a la luz de lo cual podemos afirmar que en este 2025, el problema es
grande y se requieren soluciones conjuntas y decididas para enfrentarlo. Señaló
que todos los países establecen diferencias entre naturales y extranjeros, y
que esto nos atañe a todos, porque en uno u otro momento todos somos
extranjeros en potencia. De manera tal, que como acogemos a los otros, a los
diferentes, manifestamos nuestro grado de civilización, y que solamente los
bárbaros son los que consideran que los otros pertenecen a una humanidad
inferior y merecen ser tratados con desprecio. Antes de concluir insistió en
que ser civilizado no necesariamente significa tener muchos títulos académicos,
sino ser capaces de reconocer plenamente la humanidad de los demás, saber
ponernos en su lugar, como si nos viéramos a nosotros mismos desde fuera, y
tenemos la obligación de dar un paso extra hacia un mundo más civilizado.
Por
su parte Erich Fromm, psicoanalista alemán, refiere que la incapacidad del ser
humano para amarse a sí mismo deviene más delante en problemas morales en la
estructura social. Lo dice con estas palabras: “Nuestro problema moral es la
indiferencia del hombre consigo mismo”. Y, como se presentan las cosas en la
actualidad, tal parece que prevalece en gran medida la indiferencia de unos
para con otros y a todos los niveles: Desde la propia familia, los grupos con
los que interactuamos localmente; la relación entre autoridades y gobernados, y
finalmente entre naciones. Partimos del interés propio para determinar modos de
comportamiento, mostrándonos poco dispuestos a cambiar nuestra forma de actuar.
Llegamos a considerarnos ajenos de responsabilidad frente a la problemática que
no sea estrictamente propia, lo que genera sociedades indiferentes, que poco
aportan para beneficio de los demás.
La
ONU fue fundada en 1945, firmada por cincuenta y una naciones, tras la devastación
moral y material que provocó la Segunda Guerra Mundial. Ahora, ochenta años
después, vuelve a ser igual de urgente. La población mundial ha crecido, y con
ello los problemas inherentes al desarrollo de pueblos y naciones. En palabras
de António Guterres, secretario general de la organización, a través del
trabajo conjunto se busca conseguir los objetivos marcados en la Carta de las
Naciones Unidas: la paz, la justicia, el
respeto, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad.
Que
no se queden los propósitos en el discurso de nuestros representantes ante la
Asamblea. Hagamos propios esos principios y apliquémoslos en nuestro entorno
personal y social, trabajando por reconocer al otro, que de entrada nos resulta
diferente, como si nos viéramos a nosotros mismos desde afuera.
