domingo, 6 de mayo de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LO QUE CUENTA AL FINAL
Comienzo con una confesión.  En siete minutos se cumple el plazo para enviar mi colaboración semanal, y apenas estoy sentándome a prepararla.  La mañana se me fue en una labor original, divertida y entrañable, una serie de ensayos-errores  hasta que quedó lo que esperaba.  Resulta que es cumpleaños de mi hija, sus amigos la festejan, y me piden que le escriba algo.  Esta primera parte no me costó mayor trabajo, tantos años en el oficio de escribir proporcionan  habilidad para expresar aquello que queremos, en un tiempo relativamente breve.  El problema fue cuando me solicitaron que grabara el escrito en una nota de voz, ahí empezaron las complicaciones técnicas: Buscar una música de fondo, grabar desde mi celular, seguir al pie de la letra lo que acababa de escribir.  Colocar el celular en “modo avión”, descolgar momentáneamente el teléfono de casa, además de pedir al cielo que el perro de enfrente no ladrara en esos 5 minutos, y que  nadie tocara  la puerta.  Esto último fue atendido de inmediato, comenzó a llover, el perro se guareció y las calles se vaciaron; el único ruido intrusivo fue el golpeteo de las gotas de lluvia en la ventana, que se integró como  parte del fondo musical.  Claro, lo que aquí cuento en cinco líneas, me llevó toda la mañana, subir la música, luego bajarla para que entrara la voz, mantener el nivel del sonido, hablar pausadamente pero sin demorarme demasiado para empatar con la música, y al final, cuando la voz termina, subir el volumen de la música y finalmente ir bajándolo hasta que desapareciera.  Esto último me llevó dos ensayos.  Así que terminé en la raya, con el tiempo encima, pero feliz de haber participado a la distancia en el festejo de mi hija.
     Lo anterior me llevó a una reflexión que no por ordinaria es ociosa.  En estas semanas se me juntan la mayor parte de las fechas familiares más significativas, nacimientos, defunciones y demás.  Es buen momento para recordar que al final del día lo que nos llevamos de este mundo es aquello que hayamos trabajado desde el corazón.   Que todo lo demás podrá ser útil en algún momento dado, pero caduca con el tiempo, y una vez que hemos partido de este mundo deja de tener significado por completo. Comprar carro, conocer lugares exóticos, estrenar guardarropa cada temporada.  Son elementos que nos proveen de cierta satisfacción temporal, pero que a la larga  pasan, y en el balance final poco cuentan.
     La doctora Feggy Ostrosky, reconocida psiquiatra y psicoanalista, habla de la búsqueda de la satisfacción vital por diversas rutas: Habla de la ruta hedónica, que genera un placer inmenso de inmediato, pero por su carácter representa un riesgo de  adicciones.  La segunda ruta es la de la gratificación, esto es, aplicamos nuestras habilidades para construir algo que vaya más allá de nosotros mismos.   La tercera vía es la del altruismo, emprender acciones encaminadas al bienestar de los demás, hacer algo por una causa, sin esperar reconocimiento alguno.
   Para actuar nos rigen tanto la razón como el corazón; la primera aplica las matemáticas, hace cálculos de riesgo-beneficio y decide.  El segundo actúa por convicción profunda, sin esperar nada a cambio.  Sé que cada día es más difícil que encontremos personajes de esta talla, habrá que decir que sí los hay, pero muchas veces se cuidan precisamente de eso, de dar a conocer lo que hacen, pues son ajenos a la búsqueda de reconocimiento.
   Ahora que estamos en temporada electoral caemos en lo de cada seis años, escuchamos de parte de los candidatos  promesas que no tienen manera de cumplirse, al menos no sin desestabilizar a toda la nación.  Atendemos el discurso de uno y de otro, aunque dentro de nosotros sabemos que ninguno es totalmente sincero, ya que si lo fuera no estaría prometiendo todo aquello.   A ratos hasta parece que nos contagiamos y comenzamos a actuar en nuestra propia vida como candidatos en campaña, anunciando  lo que simplemente no podemos cumplir.
    Vaya con esto una exhortación a ser más leales a las causas que seguimos, con la mirada puesta en lo que finalmente nos lleva a trascender.  No perdernos en promesas vanas, no disgregarnos en la  búsqueda de aquello que, al final del camino, nada habrá representado para   nuestra vida.
   Pido a Dios que me permita apasionarme de otras cosas como hoy hice en la elaboración de la nota de voz para mi hija, al grado de perder la noción del tiempo y apurarme a escribir en 15 minutos lo que habitualmente me lleva un par de horas.  Que con ese mismo entusiasmo pueda yo actuar en otros aspectos de mi vida, aplicarme para vencer nuevos retos, y apurar la copa paladeando el dulce sabor de la victoria, en este caso la conseguida frente a la tecnología. ¡Para este reto, mate a la reina!

ESTAMPAS DE FAMILIA


Siempre he sentido la necesidad de escribir. Representa una obligada forma de ordenar mis pensamientos, colocarlos frente a mí misma para comprenderlos.
     Lo traigo en la sangre.  Siempre había considerado que el gusto por  hacerlo venía  por parte del abuelo paterno Esteban, controvertido periodista y lúcido escritor juchiteco.  Con mi pequeño atado de primeras ediciones de sus libros –que felizmente  heredé--,   así lo había creído siempre.
     Los mayores se nos van, sus pertenencias quedan.  Ahora he encontrado entre los tesoros familiares una agenda con apuntes escritos por mi madre, en ese entonces  feliz mamá primeriza.  Son similares a sus bocetos que más delante se convertirían en óleos y acuarelas. Unos cuantos trazos, que en su brevedad logran captar la esencia de lo observado.
     Ahora he entendido. Esa necesidad absoluta de expresar  por escrito lo intangible del momento,   la he heredado de mi hermosa madre,  no tanto del estilo racional del abuelo.   Pareciera que a ella y a mí nos ha movido una misma  necesidad profunda: Volver inmortales los hechos cotidianos.
     Enero 15, 58: María del Carmen habla todo con la mayor claridad. […] Por ejemplo, me dice: “Mami, ¿me columpias mi abriguito?”
     Al leer esta línea se empatan los recuerdos, el abrigo al que ella hace referencia es el que traigo puesto en esta fotografía. Vuelvo atrás en el tiempo y siento que justo ahora estoy sentada a su lado, en esa  amplia terraza de mi infancia,  probablemente esperando a  mi padre.
     Y viene luego la fantasía: Si pudiera en estos momentos estar así, junto a mi madre, ¡qué de cosas estaríamos platicando! Y sobre todo, de qué modo podríamos compartir ahora  nuestros gustos tan afines.
     El tiempo se nos escapa, y cuando nuestro ser amado ha partido,  nos encontramos fustigados por los terribles  “hubiera”.  Ejercicio ocioso que a nada lleva frente a la contundencia de los hechos.
     ¿Qué resta entonces? Asimilar la lección, aprovechar la vida,  vivir con entusiasmo, como ella lo hizo. Así, cuando haya partido, y una hija o una nieta se encuentre --una tarde cualquiera--, hurgando entre los archivos familiares, pueda regalarle  --más allá del tiempo--, una  dulce memoria y una sonrisa.


Pequeño gran director de orquesta

Aún celebrando el Día del Niño con niños prodigio dentro de la Música.
Agradezco a mi buen amigo Alberto esta atinada sugerencia pediátrica.

Poesía de Gabriela Mistral


Velloncito de mi carne, 
que en mis entrañas tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!

Poesía de Magdalena Sánchez Blesa en su propia voz

Agradezco a mi querido Guillermo su espléndido aporte.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Ya viene el 10 de mayo, un día que desde pequeña significaba para mi uno de los más especiales en mi vida. Con tiempo mi hermana y yo ahorrábamos para poderle comprar a mi madre un regalo, confieso que muchas de las veces debe haber sido un fiasco para ella el detalle, porque la verdad sea dicha, el que le regalen a uno un refractario no es como para brincar de gusto.

Mi madre jamás hizo algún gesto o comentario reprobatorio, sé que valoraba nuestro esfuerzo y que recibía en aquel obsequio nuestra mejor intención de ofrecerle una muestra de cariño, y que más que todo implicaba el renunciar a una parte de nuestra --ya de por si-- escasa mesada. 

Conforme fui convirtiéndome en adulto, el día cada vez fue adquiriendo mayor significado, mi madre era mujer inigualable en su espíritu de lucha, en su entrega, en su férrea voluntad de formar hijos responsables, útiles a la sociedad, independientes. 

Quizá no logramos llegar a la medida de sus afanes, que fueron muchos, pero igual que con nuestros presentes, siempre hizo patente su orgullo y satisfacción por todos y cada uno de sus hijos.

Ahora sigo festejando y honrando su memoria, y si bien mi mayor orgullo es ser la madre de mis hijos, sigo deseando ser hija cuando se llega el 10 de mayo.

Charla sobre la sobreprotección


Gracias, Ángel, por esta excelente sugerencia.