Siempre he sentido la necesidad de escribir. Representa una obligada forma de ordenar mis pensamientos, colocarlos frente a mí misma para comprenderlos.
Lo traigo
en la sangre. Siempre había considerado
que el gusto por hacerlo venía por parte del abuelo paterno Esteban,
controvertido periodista y lúcido escritor juchiteco. Con mi pequeño atado de primeras ediciones de
sus libros –que felizmente heredé--, así lo había
creído siempre.
Los mayores se
nos van, sus pertenencias quedan. Ahora
he encontrado entre los tesoros familiares una agenda con apuntes escritos por mi madre, en ese entonces feliz mamá primeriza. Son similares a sus bocetos que más delante
se convertirían en óleos y acuarelas. Unos cuantos trazos, que en su brevedad logran captar la esencia de lo observado.
Ahora he
entendido. Esa necesidad absoluta de expresar por escrito lo intangible del momento, la he
heredado de mi hermosa madre, no tanto del estilo racional del abuelo. Pareciera que a ella y a mí nos ha movido una misma necesidad profunda: Volver inmortales los hechos cotidianos.
Enero 15, 58: María del Carmen habla todo con la mayor
claridad. […] Por ejemplo, me dice: “Mami, ¿me columpias mi abriguito?”
Al leer esta línea se empatan los recuerdos, el abrigo al que ella hace referencia es el que traigo
puesto en esta fotografía. Vuelvo atrás en el tiempo y siento que justo ahora estoy sentada a su lado, en esa amplia terraza de mi
infancia, probablemente esperando a mi padre.
Y viene luego la
fantasía: Si pudiera en estos momentos estar así, junto a mi madre, ¡qué de cosas
estaríamos platicando! Y sobre todo, de qué modo podríamos compartir ahora nuestros gustos tan afines.
El tiempo se nos
escapa, y cuando nuestro ser amado ha partido, nos encontramos fustigados por los terribles “hubiera”. Ejercicio ocioso
que a nada lleva frente a la contundencia de los hechos.
¿Qué resta
entonces? Asimilar la lección, aprovechar la vida, vivir con entusiasmo, como ella lo hizo. Así, cuando haya partido, y una hija o una nieta se encuentre --una
tarde cualquiera--, hurgando entre los archivos familiares, pueda regalarle --más allá del tiempo--, una dulce memoria y una sonrisa.
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