domingo, 6 de mayo de 2018

ESTAMPAS DE FAMILIA


Siempre he sentido la necesidad de escribir. Representa una obligada forma de ordenar mis pensamientos, colocarlos frente a mí misma para comprenderlos.
     Lo traigo en la sangre.  Siempre había considerado que el gusto por  hacerlo venía  por parte del abuelo paterno Esteban, controvertido periodista y lúcido escritor juchiteco.  Con mi pequeño atado de primeras ediciones de sus libros –que felizmente  heredé--,   así lo había creído siempre.
     Los mayores se nos van, sus pertenencias quedan.  Ahora he encontrado entre los tesoros familiares una agenda con apuntes escritos por mi madre, en ese entonces  feliz mamá primeriza.  Son similares a sus bocetos que más delante se convertirían en óleos y acuarelas. Unos cuantos trazos, que en su brevedad logran captar la esencia de lo observado.
     Ahora he entendido. Esa necesidad absoluta de expresar  por escrito lo intangible del momento,   la he heredado de mi hermosa madre,  no tanto del estilo racional del abuelo.   Pareciera que a ella y a mí nos ha movido una misma  necesidad profunda: Volver inmortales los hechos cotidianos.
     Enero 15, 58: María del Carmen habla todo con la mayor claridad. […] Por ejemplo, me dice: “Mami, ¿me columpias mi abriguito?”
     Al leer esta línea se empatan los recuerdos, el abrigo al que ella hace referencia es el que traigo puesto en esta fotografía. Vuelvo atrás en el tiempo y siento que justo ahora estoy sentada a su lado, en esa  amplia terraza de mi infancia,  probablemente esperando a  mi padre.
     Y viene luego la fantasía: Si pudiera en estos momentos estar así, junto a mi madre, ¡qué de cosas estaríamos platicando! Y sobre todo, de qué modo podríamos compartir ahora  nuestros gustos tan afines.
     El tiempo se nos escapa, y cuando nuestro ser amado ha partido,  nos encontramos fustigados por los terribles  “hubiera”.  Ejercicio ocioso que a nada lleva frente a la contundencia de los hechos.
     ¿Qué resta entonces? Asimilar la lección, aprovechar la vida,  vivir con entusiasmo, como ella lo hizo. Así, cuando haya partido, y una hija o una nieta se encuentre --una tarde cualquiera--, hurgando entre los archivos familiares, pueda regalarle  --más allá del tiempo--, una  dulce memoria y una sonrisa.


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