UN BUEN MOMENTO
¡Increíble! Muchos sitios públicos ya han comenzado a
desplegar elementos relativos a la Navidad.
En nuestro país, el tradicional “Guadalupe-Reyes” se extiende desde el
Buen Fin hasta la Candelaria. Me sucede, en lo emocional, como si se
restara lucimiento a unas fiestas que, por prolongadas, pierden encanto. No es eso lo que me inquieta para escribir la
presente; es el significado que hay detrás de todo ello.
Querámoslo o no, las costumbres propias se han ido
amalgamando con las de otros países, en particular –en nuestro caso—con las de
la Unión Americana. Cada año penetra más
al interior de México la idea de celebrar “Acción de Gracias”, una fiesta norteamericana que poco o nada tiene que ver
con nosotros. Ya para estas fechas
muchos hogares mexicanos están preparando la cena tradicional del último jueves
de noviembre.
En absoluto es una crítica a quienes así desean festejar una
costumbre que no es de México. De hecho,
parte de mi familia tiene raíces o residencia
en el vecino país. Lo que quiero
destacar es que a partir de ahora iniciamos una espiral de gastos que para
enero nos tiene tantas veces en la lona.
Nos volcamos en los festejos porque así somos, seres humanos generosos y
festivos. Los tiempos no están para
hacerlo con igual intensidad que en otros años, tanto por las limitaciones
económicas que la pandemia ha impuesto, como por las sensatas restricciones
sanitarias que la situación demanda.
El actual es un buen momento para establecer nuestras
prioridades de aquí a enero. Celebrar en
familia, sin convertir la fiesta de hoy en la jaqueca de enero. Festejar el estar con vida, con salud y
rodeados de nuestros seres queridos.
Expresarnos unos a otros el amor que nos tenemos; aplaudir nuestros
logros; enfocarnos hacia la ocasión que nos reúne alrededor de la mesa y no
olvidarnos de incluir en nuestra dádiva a quien más necesidad tiene.
Sorprende la intensidad con que la mercadotecnia se ha
infiltrado en redes sociales, ya para alabar ya para denostar a otros por lo
que se gasta en la compra de un vehículo, de una chamarra o en la organización
de un festejo privado. ¿Qué pasaría si
dejamos de concentrar nuestra atención en los pesos y centavos, y comenzamos a
medirnos de otra forma? Habría que ir
hacia atrás con la imaginación para recordar nuestras propias fiestas de
temporada y aquello que más nos cautivaba de las mismas: Momentos de magia, no
grandes cosas del mercado. Podemos, con
esa mentalidad, trabajar para organizar la celebración que habremos de ofrecer
en nuestro hogar.
Con notoria facilidad nos envuelven los contenidos del
exterior, ya para impulsarnos a comprar, ya para generar en nosotros un
sentimiento de incompetencia, inclinándonos a sentir que no estamos a la altura
de lo que el mundo exige. Es un fenómeno
de enajenación emocional que produce sus efectos en los consumidores y que, finalmente, genera
un malestar que bien podríamos ahorrarnos.
Buen momento para comenzar a planear nuestras reuniones,
nuestros gastos, pero sobre todo el sentido con que llevaremos a cabo las
celebraciones. Recordar que llegar al término
de un año más en medio de esta dificultosa situación sanitaria, es el mejor
regalo que la vida nos otorga. Y estar
conscientes de que, así sea frente a un plato sencillo o uno suntuoso, el
festejo está en el interior de cada uno.
La alegría de vivir se lleva muy dentro y se reparte entre los seres que
más amamos.
A ratos hacemos como que no escuchamos las voces de
advertencia que indican que la COVID no ha terminado. Cierto, tenemos mucha más movilidad que la
que teníamos un año atrás; comenzamos a reunirnos; lo recomendable es que se
haga en pequeños grupos, procurando la sana distancia, aunque haya intereses no
médicos que llaman a desatender esta regla.
Podemos celebrar de forma presencial, lo que en el 2020 para esta
temporada representaba un grave riesgo.
Volviendo al inicio de la actual colaboración: Dotemos a las
fechas que decidamos celebrar, de significado y de esplendor. Vivamos cada una de ellas de manera profunda,
festejando el sentido esencial de las cosas, con la debida prudencia para
seguir celebrando más delante. La
muerte es la única realidad absoluta de la vida; puede ocurrir en cualquier
momento: Una cosa es que llegue y nos lleve, y otra es que la estemos invocando
con nuestra forma imprudente de actuar.
Para quienes ya comienzan a celebrar esta semana: ¡Felices
fiestas! Para quienes lo hacen bajo la sombra de una pérdida familiar, habría
que recordar a ese ser querido que hoy ya no está, recapitulando cuánto
significó su existencia para cada uno de los reunidos. Me parece que no hay entre nosotros mayor
insignia de una buena vida, que ser recordado con gratitud cuando hayamos
partido.