EL SEÑOR DE LAS MOSCAS
Quienes procuramos la palabra escrita para expresar nuestra
lectura personal de la realidad, solemos ser reiterativos en ciertos
temas. Un tópico en el que
–confieso—abundo mucho, es el de la violencia.
Entre los problemas sociales que hay en el mundo, y muy en particular en
nuestro México, pareciera un nefasto común denominador en mucho de lo que fractura
el orden social del país.
Durante los últimos días preparaba el material para esta
columna. Vino a mi mente el caso de los papás de un niño de kínder en
Cuautitlán, que atacaron a una maestra en las instalaciones del plantel. Lo que más me alarmó de todo, es que la
agresión ocurrió en presencia del menor.
Me pregunto qué consecuencias tendrá en su desarrollo como persona. Si interpretará que así es como se resuelven
las diferencias. Vino un segundo
escenario, de la rapera Cardi B a la que durante un concierto le arrojan el
contenido de un vaso con cerveza y ella responde lanzando de manera violenta el
micrófono hacia el sitio de donde provino la agresión. Lo hizo de una forma casi refleja. Por cierto, lo que son las cosas, a días
después de lo ocurrido, el micrófono
está en subasta millonaria. El
tercer caso ocurre a nivel local de esta frontera: Una pugna entre dos abuelas
por el cuidado de los nietos, termina en que una asesina a la otra. ¿Acaso no fue irreflexiva su acción? Ahora sí
que, desde prisión, la tiene perdida.
El último caso merece mención aparte: Un video que ha
circulado en redes hasta el cansancio: La cámara de seguridad de un local de
venta de comida en San Luis Potosí, capta la bestial agresión de un individuo
adulto contra un joven empleado. Pronto
se conoció la historia: no era la primera vez que el cliente llegaba en actitud
altanera exigiendo privilegios de atención.
El empleado –por cierto, menor de edad—le indicó que, como el resto,
debería esperar turno. El cliente se
introdujo al área restringida para el personal para atacar de manera despiadada
al chico. Se conoció que el agresor es
abogado de profesión y además instructor de artes marciales. En el momento del ataque los testigos se
quedaron pasmados, nadie hizo nada para detenerlo. Cuando esto escribo ya hay orden de
presentación en contra del agresor, pero no han logrado localizarlo. Afortunadamente
el adolescente se ha recuperado de las lesiones. Se conoce que no es la primera
vez que este individuo actúa de tal modo.
Apelo a instancias socialmente
reconocidas: Con apoyo de un buen amigo abogado, experto en leyes, tengo acceso
al Código Civil del estado de San Luis Potosí que señala (cito): Artículo 144. El homicidio y las lesiones serán calificadas cuando se
cometan con: premeditación, ventaja, alevosía, traición, cruel perversidad u
odio […] Inciso II: Ventaja: cuando el
inculpado no corre riesgo alguno de ser muerto ni lesionado por el ofendido […]
Inciso V: Cruel perversidad: cuando
el inculpado actúa sanguinariamente y con tal saña, que revela un profundo
desprecio por la vida humana. (cierro cita) Es, pues, de elemental
justicia la intervención del poder
judicial. Confiemos en que, con la
evidencia ocular del video y la ley en la mano, se proceda con la severidad que
al caso corresponde.
Sorprende que el agresor sea instructor de Artes Marciales. Claro, ahora habrá que revisar si está
registrada su escuela y vigente su certificación como marca la Federación.
Sobre todo, porque no es la primera vez que se pone en evidencia la conducta
violenta de este señor. De niño mi hijo
practicó el TKD hasta el segundo nivel de cinta negra. Lo que le ha valido en la vida es el apego a
los cinco principios del código de honor del TKD: Cortesía; integridad;
perseverancia; autocontrol, y espíritu indomable. A lo largo de los años le ha
abierto puertas y evitado problemas. Lo
más importante es que aprendió a contenerse, a defenderse solo en caso de
ataque, algo que por fortuna jamás se ha requerido.
Esta agresión me remitió al personaje de William Golding en
su magistral novela “El señor de las moscas”, que narra la llegada a una isla de
un grupo de niños náufragos tras un avionazo. Ante la ausencia de adultos,
entre ellos se organizan en sociedad y definen una forma de gobierno para sobrevivir. Desde el primer momento comienzan
a surgir diferencias que progresan a la
descomposición social y a la pugna entre los niños, que más delante
terminan divididos en dos bandos. El
conflicto culmina con la muerte de uno
de ellos y con el surgimiento de la leyenda de una Bestia (Belcebú, según
sugiere la narrativa) que habita en la isla, y que está detrás de todo el mal.
Lo que, acertadamente, señala el autor, es que la ausencia de límites propicia
los conflictos sociales. Me quedo pensando
si no será la imperante impunidad nuestra propia Bestia.