VIVIR MÉXICO
“La narrativa debe de ser provocación, seducción y
violencia”. Propuesta del escritor Eduardo Antonio Parra, autor del libro:
“Norte: Una Antología”, durante la sesión acerca de Narrativa del Norte, dentro
de los trabajos del Diplomado de Literatura del siglo XX. Él se refirió fundamentalmente a la
literatura publicada en lo que va del presente siglo, por escritores del norte
del país que iniciaron publicando desde
sus respectivos estados, y han dado el
salto para hacerlo con reconocidas casas
editoriales.
No dejó de
sorprenderme reparar en que –efectivamente—la literatura en boga está cargada
de violencia. Y como el mismo Parra
mencionara, es lo que más se lee por ser lo que prevalece en el ambiente. Interpreté sus palabras como diciendo: Leer
sobre la violencia pudiera ser una forma de tratar de entenderla.
La invitación que
hace el maestro a los narradores es muy simple: Generar literatura que ponga en
entredicho el mundo de valores del lector.
Que le genere sacudidas a la moral, que lo saque de su zona de confort
para llevarlo a repensar su realidad.
En verdad que
vivimos en una época en la cual priva la
violencia de todos los tipos y grados posibles. Violencia contra la propia persona:
Elevación en tasa de adicciones y de
suicidios, sobre todo en adolescentes.
Violencia en la pareja, ya de tipo físico o psicológico, que lleva a un aumento
en el índice de divorcios en los dos primeros años de casados. Violencia
ciudadana, para ejemplo los grupos de choque, los linchamientos y los
ataques directos en contra de personajes y sus familiares, incluyendo niños
pequeños. La violencia se impone de
manera ciega, de suerte que para cada uno de nosotros, llegar al final del día
sin haber perecido, es de por sí todo un logro.
Otro elemento que
contribuye a hacer del nuestro un ambiente hostil: Nos hemos vuelto
desconfiados, recelamos de todo y de
todos. Actuamos partiendo del principio
que señala “Piensa mal y acertarás”, de
modo que vamos generando un ambiente agrio y tóxico en el que se vuelve
poco grato convivir. Las actividades
del día a día llevan una dosis de hostilidad, como si esta fuera un sello
propio de la época.
A ratos volteamos
a preguntarnos qué podemos hacer para cambiar el estado de cosas, y por lo
general nos quedamos con la gran interrogante sin ser contestada. No parece haber manera de poner una solución
a la forma precipitada de actuar que priva en gran parte de las actividades
humanas. Habrá que decir entonces, que nos toca mirarnos al espejo para entender que
el único cambio está en esa persona que se mira reflejada. En la medida en que comencemos a ver las
cosas de otra manera, podrá darse el cambio que buscamos.
Alguien utiliza
maneras poco amables hacia
nosotros. Tenemos dos opciones, manejar modos
igual de poco amables o peores todavía, o
bien romper ese círculo tomando las
cosas con filosofía, entendiendo que de mí depende que ese trato hostil me afecte o no. Aún más, podemos corresponder a esa falta de
gentileza con un gesto amable. De seguro
no va a tener impacto inmediato en la otra persona, pero sí acumulativo. En la medida en que sea más numeroso el grupo
de quienes corresponden a sus groserías con una actitud distinta, el hostil va
a captar el mensaje. Recordemos que el río
alisa las piedras de tanto pasar con sus aguas sobre ellas.
Otra forma es
hacer grupos de apoyo moral. Rodearnos
de personas que saben ser amables y alegres, y que encuentran cómo destacar lo bueno de cada situación. Esos núcleos de amigos constituirán un maravilloso espacio a
donde encontrarnos para reforzarnos y enriquecernos.
Cierto, vivir en
México no es fácil. Necesitamos mantener
las antenas en alerta para detectar cualquier elemento dañino en potencia. Además, de modo constante, habremos de realizar
un ejercicio de análisis en cada situación, frente a distintos personajes; una
forma de autodefensa que --en quienes hemos vivido toda una vida en este país--,
se practica de forma automática, sin acaso percatarnos de ello. Triste decirlo, es una realidad de la que no podemos
deshacernos de un solo golpe. Mas no permitamos que la misma nos
impida disfrutar todo lo que da a nuestra patria su esencia tan particular.
Quizá la
violencia siga siendo materia prima para la narrativa, una forma de tratar de
entender aquello que nos rodea. Cuidemos que esta misma violencia no intoxique los estados de ánimo, las relaciones
interpersonales o la consecución de nuestros proyectos de vida. Sea –pues-- como el chile, ese elemento que llevado con
moderación exalta los sabores de nuestra cocina regional, pero cuidando de no caer en el exceso que apaga con su fuego la sazón
típica. ¡Y a vivir México!