SOLEDAD: ¿HACIA DÓNDE?
Una de las grandes constantes de las sociedades post
modernas es la sensación de soledad; nos hemos convertido en numerosos grupos
de población que atestamos centros
comerciales, salas de cine o restoranes, pero en medio de aquellas aglomeraciones, a cada uno de nosotros la soledad
nos acecha como ladrón, buscando hacerse presente y dominarnos.
Una cosa es la soledad como la condición de estar solo a
voluntad, que aporta muchos beneficios al espíritu, y otra muy distinta es la sensación
de soledad, el percibir que no encajamos en un mundo cada vez más complejo y
demandante, que nos lleva con
desesperación a tratar de establecer contacto con otros seres humanos, lo que
finalmente, partiendo de esa íntima sensación de inadecuación, no logra satisfacerse en la medida de nuestros deseos.
Lo anterior explica en parte esa imagen tan común en estos tiempos, de
la persona que va sola caminando, conduciendo o esperando en la fila, con la
mirada fija en la pantalla de su
celular, hablando o texteando de manera ininterrumpida. Más que una forma de mostrarse ante otros, parece resultado de un angustioso estado que le
amenaza, y del cual busca fugarse.
Otto Rank, discípulo de Freud, postuló lo que llamó la
angustia del nacimiento, que conforme a sus hipótesis tendría importantes
repercusiones en la psiqué del individuo a lo largo de toda la existencia. El nacimiento implica el desprendimiento del
útero materno y una sensación asfixiante
a lo largo del canal vaginal, hasta la salida de la cabeza al exterior. A
ratos, cuando nos zambullimos en estos conceptos del desarrollo emocional, cuestionamos
hasta qué punto acontecimientos ocurridos en esas etapas tan tempranas de la
vida, pudieran influir en nuestra conducta como adultos. En el caso de la
hipótesis de Rank, lo ocurrido al nacer busca explicar en buena parte esa
sensación angustiosa de soledad que tratará de ser contrarrestada.
Coloquemos ahora esa
soledad como el centro de una estructura tridimensional alrededor de la cual
comienzan a agregarse fenómenos que nos van ocurriendo a lo largo de la vida. En buena medida esa
resistencia a sentirse solo durante los
primeros años de existencia da lugar al apego a la figura materna y la
identificación de la propia persona como niño o niña. Más delante puede
condicionar relaciones de codependencia, dentro de las cuales estamos
dispuestos a pagar un elevado costo emocional con tal de no estar solos. Otras estructuras que vienen a añadirse a
este núcleo original son las adicciones, el producto adictivo representa una fuente
de placer, que lleva a experimentar por un rato una sensación agradable frente
al mundo, al cual se deja de percibir por ese rato como amenazador. La
necesidad de poseer para sentir que valemos se agrega a esta creciente estructura,
y luego lo hacen otras más, así se
explican las tribus urbanas o los grupos secretos, que de alguna manera otorgan
al individuo un sentido de pertenencia que lo salva de sentirse solo, aunque
habitualmente hay que pagar un precio elevado.
Esto es, para pertenecer a estos grupos el individuo está obligado a
llevar a cabo ritos que implican riesgo para su propia seguridad o que generan
conflicto frente a sus principios éticos o morales. Y de igual modo se añaden otros elementos a esa
estructura tridimensional que vienen a explicar parte de los fenómenos de
corrupción que vive nuestro vapuleado país.
Quiero creer que al menos la mitad de los funcionarios involucrados en actos
de corrupción están metidos en dicho ilícito por un sentido de lealtad al jefe, de
solidaridad hacia los compañeros, o un angustioso deseo de no quedar fuera de
la jugada institucional, y que no tanto actúan así por simple codicia.
Nuestro modo de pensamiento nos inclina a procurar
soluciones rápidas a problemas de larga creación. De un solo golpe queremos atacar la
drogadicción como si fuera un problema de inseguridad, cuando en su núcleo
confluyen situaciones de diversos órdenes que deben ser resueltas del modo apropiado. La delincuencia organizada como conducta
antisocial no va a terminar colocando un policía en cada esquina, por el
contrario, sin ir a la raíz del problema, la onda expansiva de la delincuencia
organizada se amplía, es precisamente lo
que estamos viendo en el país, presupuestos millonarios para preparar cuerpos
policíacos que posteriormente no aprueban los controles de confianza.
Los ciudadanos estamos obligados a lograr que la política
deje de ser vista como el gran botín, con nuestro voto, con nuestras demandas
ciudadanas, pero principalmente con nuestra conducta. Comencemos hoy por
revisar en primera instancia si en nuestra vida la soledad es un estado que se
procura para crecer o una angustia
traicionera que nos ancla.