CONTRA TODA LÓGICA
Graciela, una querida colega y amiga de la Amazonía peruana,
visitará en estos días –por primera vez—nuestro país, para una reunión médica. En el curso de la semana me permití
seleccionar algunos videos que dan cuenta de lo que puede conocer en la ciudad
de México y áreas circunvecinas, en el par de días que tendrá libres para hacerlo. Quise imaginar qué sitios serían del mayor
interés para alguien que viene por primera vez a México. Dentro de los videos que le dejé de tarea para este fin de
semana, se halla uno de Teotihuacán, en el cual aparecen sus dos majestuosas
pirámides que no en balde le hacen la competencia a sus equivalentes egipcias. Esos monumentos me inspiraron en esta
ocasión para abordar un tema muy
nuestro.
He ido aprendiendo
algo respecto al arte de crear un texto,
desde la percepción de un hecho que desencadena una secuencia de ideas, hasta
la culminación de ese trabajo intelectual, vuelto obra literaria que otros pueden leer. Cada texto elaborado responde a ese ejercicio mental que permite
comunicar nuestro particular modo de entender la vida. Desde una carta personal hasta la colosal
novela de Proust, la palabra escrita testimonia la forma como un autor
interpreta al mundo. De forma paralela a ello, el escritor imprime su sello
particular, su propia “tinta-sangre” a
cada una de sus obras, de modo que un
buen conocedor consigue identificar al
autor de un fragmento por su forma de estar escrito.
Como cualquier otro
arte, la escritura requiere constante pulimiento, mismo que se logra por
diversas vías. Desde la Grecia antigua hasta nuestros días,
reunirse con el experto provee de excelentes herramientas para cumplir mejor
con un oficio, en este caso el de escribir.
Así surgen los talleres de creación literaria, que aparte del
aprendizaje técnico ofrecen a cada uno de los participantes un excelente ambiente para desarrollarse. En el taller en el que participo desde hace
3 años, y que coordina Gerardo Segura, estoy en vías de publicar una novela
testimonial. Debo reconocer que me ha costado más que ningún otro de mis libros
previos. He debido volcar en cada una de
sus páginas un pedazo de mí misma, lo que implica enfrentar los propios
demonios que azuzan a las palabras. El
día cuando concluí el primer borrador de la obra me sentí como entre nubes, el
trabajo de poco más de un año estaba terminado.
Todo lo anterior contrasta con una imagen que encontré esta
mañana. Eva Cadena, la controvertida
diputada veracruzana, ex integrante de MORENA, acaba de publicar su libro
intitulado “La traición”. Durante una visita de AMLO a Veracruz, ella hizo llegar al candidato un ejemplar autografiado. Justo en este punto es donde quiero
estacionarme, no para abordar la trayectoria de la diputada en los distintos
partidos políticos en los que ha militado, ni frente a los puestos a los que ha aspirado. Tampoco sacar a colación aquel par de
videograbaciones, en las que se le observa recibiendo fuertes cantidades de
dinero. No, los asuntos de la política
no me despiertan esa chispa creadora. Lo
que me sorprendió sobremanera, fue el formato poco pulido de la dedicatoria en cuanto a caligrafía y a sintaxis,
diez líneas con letra de molde, con un
par de faltas de ortografía. Siendo honesta, lo que me dejó boquiabierta, fueron
los tiempos: Lo transcurrido entre que
ella, decepcionada de AMLO, incuba su libro, que coincide con que yo me siento
a comenzar a escribir el mío, y los hechos actuales.
En la creación de
mi novela participaron el relato; la crítica de mis compañeras de taller tras la lectura de
cada capítulo, y la decisiva guía de
nuestro coordinador. Fueron no menos de veinte sesiones
quincenales de taller, además del trabajo individual semana a semana, lo que me
llevó a terminar ese primer borrador que ahora se halla en proceso de edición,
antes de pasar a prensa. Eva Cadena me
dejó patidifusa. Ha publicado su primer libro con la velocidad de un Robert L. Stevenson, y ya se encuentra dedicando ejemplares.
Ahora que viene mi
amiga Graciela a conocer México, debo hablarle de los diversos sitios arqueológicos de nuestra
cultura prehispánica, desde las pirámides circulares de Guachimontones en
Jalisco, hasta la majestuosa Chichen Itzá o Uxmal en Yucatán, pasando por
Teotihuacán en el estado de México; Cholula en Puebla; Mitla y Monte Albán en
Oaxaca; Palenque y Tulum en Quintana Roo, entre otras.
Construidas a partir de una base amplia y sólida, con el beneficio del tiempo a
su favor. No sea que se imagine que
fueron hechas contra toda lógica, como el libro de la diputada, de modo veloz y
con erratas en la dedicatoria. Algo tan común en nuestra vida política –hay que decirlo--, máxime en tiempos
electorales.