Tengo el mar para amarte,
el vaivén de las olas,
el rumor acallado
de su arribo a la playa
una tarde cualquiera,
justo cuando el sol poniente
deja caer sus trazos
encendidos
encendidos
sobre la blanca espuma
de las olas.
Tengo el cielo inmenso
donde vuelo –cualquier mañana—
los momentos nuestros
cual cometas
de vibrantes colores.
Hoy tengo el bosque, sus cascados susurros
cada vez que el viento sopla
y desordena sus faldas de follaje.
La fértil tierra de la poesía tengo,
toda para mí.
Cada mañana
Cada mañana
cuando amanezco, los sueños en flor,
y la palabra “amor”
en la punta de la lengua
o en el trazo anhelantede mi caligrafía.
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