domingo, 13 de mayo de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CONTRA TODA LÓGICA
Graciela, una querida colega y amiga de la Amazonía peruana, visitará en estos días –por primera vez—nuestro país, para una reunión médica.  En el curso de la semana me permití seleccionar algunos videos que dan cuenta de lo que puede conocer en la ciudad de México y áreas circunvecinas, en el par de días que tendrá  libres para hacerlo.  Quise imaginar qué sitios serían del mayor interés para alguien que viene por primera vez a México.  Dentro de los  videos que le dejé de tarea para este fin de semana, se halla uno de Teotihuacán, en el cual aparecen sus dos majestuosas pirámides que no en balde le hacen la competencia a sus equivalentes egipcias.  Esos monumentos me inspiraron en esta ocasión  para abordar un tema muy nuestro.
   He ido aprendiendo algo respecto al  arte de crear un texto, desde la percepción de un hecho que desencadena una secuencia de ideas, hasta la culminación de ese trabajo intelectual, vuelto obra  literaria que otros pueden leer.  Cada texto  elaborado  responde a ese ejercicio mental que permite comunicar nuestro particular modo de entender la vida.   Desde una carta personal hasta la colosal novela de Proust, la palabra escrita testimonia la forma como un autor interpreta al mundo. De forma paralela a ello, el escritor imprime su sello particular, su propia “tinta-sangre”  a cada una de sus obras, de modo  que un buen conocedor consigue  identificar al autor de un fragmento por su forma de estar escrito.
   Como cualquier otro arte, la escritura requiere constante pulimiento, mismo que se logra por diversas vías.  Desde  la Grecia antigua hasta nuestros días, reunirse con el experto provee de excelentes herramientas para cumplir mejor con un oficio, en este caso el de escribir.  Así surgen los talleres de creación literaria, que aparte del aprendizaje técnico ofrecen a cada uno de los participantes  un excelente ambiente para  desarrollarse.   En el taller en el que participo desde hace 3 años, y que coordina Gerardo Segura, estoy en vías de publicar una novela testimonial. Debo reconocer que me ha costado más que ningún otro de mis libros previos.  He debido volcar en cada una de sus páginas un pedazo de mí misma, lo que implica enfrentar los propios demonios que azuzan a las palabras.  El día cuando concluí el primer borrador de la obra me sentí como entre nubes, el trabajo de poco más de un año estaba terminado.
   Todo lo anterior  contrasta con una imagen que encontré esta mañana.  Eva Cadena, la controvertida diputada veracruzana, ex integrante de MORENA, acaba de publicar su libro intitulado “La traición”. Durante una visita de AMLO a Veracruz, ella  hizo llegar al candidato  un ejemplar autografiado.  Justo en este punto es donde quiero estacionarme, no para abordar la trayectoria de la diputada en los distintos partidos políticos en los que ha militado, ni frente a  los puestos a los que ha aspirado.  Tampoco sacar a colación aquel par de videograbaciones, en las que se le observa recibiendo fuertes cantidades de dinero.  No, los asuntos de la política no me despiertan esa chispa creadora.  Lo que me sorprendió sobremanera, fue el formato poco pulido  de la dedicatoria en cuanto a caligrafía y a sintaxis, diez líneas con letra de molde,  con un par de faltas de ortografía. Siendo  honesta, lo que me dejó boquiabierta, fueron los tiempos: Lo  transcurrido entre que ella, decepcionada de AMLO, incuba su libro, que coincide con que yo me siento a comenzar a escribir el mío, y los hechos actuales.
   En la creación de mi novela participaron el relato; la crítica  de mis compañeras de taller tras la lectura de  cada capítulo, y la decisiva guía de nuestro  coordinador.  Fueron no menos de veinte sesiones quincenales de taller, además del trabajo individual semana a semana, lo que me llevó a terminar ese primer borrador que ahora se halla en proceso de edición, antes de pasar a prensa.  Eva Cadena me dejó patidifusa. Ha publicado su primer libro con la velocidad de un Robert L. Stevenson,  y ya se encuentra dedicando ejemplares.
   Ahora que viene mi amiga Graciela a conocer México, debo hablarle de  los diversos sitios arqueológicos de nuestra cultura prehispánica, desde las pirámides circulares de Guachimontones en Jalisco, hasta la majestuosa Chichen Itzá o Uxmal en Yucatán, pasando por Teotihuacán en el estado de México; Cholula en Puebla; Mitla y Monte Albán en Oaxaca;   Palenque y Tulum en Quintana Roo, entre otras. Construidas a partir de una base amplia y sólida, con el beneficio del tiempo a su favor.  No sea que se imagine que fueron hechas contra toda lógica, como el libro de la diputada, de modo veloz y con erratas en la dedicatoria. Algo tan común en nuestra vida  política –hay que decirlo--, máxime en  tiempos  electorales.

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