HACER CAMINO
La última marcha
feminista en la ciudad de México no estuvo exenta de violencia: Gritos,
pintas y agresión en contra de la valla de elementos de seguridad. Lo que más me impresionó fue la figura de una
mujer embozada, con un martillo en su mano, en actitud de atacar. Soy de otra época y mi formación no me permite entender ciertas
tendencias respecto al género, como el
lenguaje inclusivo, que además de ocioso siento que entorpece la
comunicación. Pero más allá de los principios filosóficos de equidad, el
feminismo manifestado como ataques violentos, me resulta un contrasentido. En un fragmento del video, algunas de las
manifestantes iban empujando con violencia las vallas de los elementos del
orden, que simplemente contenían el curso de la marcha. No tengo el dato preciso, pero daba la
impresión de que parte de esos elementos, si no es que todos, eran del sexo
femenino.
En esta semana ocurrieron dos coincidencias: Asistí a una
espléndida plática sobre la escritora Jane Bowles. Evento organizado por el Seminario
Amparán. Se revisó la figura de la escritora
de inicios del siglo veinte. Clara su postura
en contra de los cánones de la época, tanto por su forma de escribir y de
vivir, como por su abierta homosexualidad. Se casó con Paul Bowles para constituir una sociedad de mejores
amigos que se apoyaban en todo. Escribió mucho y publicó muy poco, y ha sido en
forma póstuma como se ha venido dando a conocer su obra, misma que da cuenta de
un espíritu firme en sus ideas, dispuesto a desafiar los prototipos de la
época. Por otra parte, estoy leyendo “La
vejez” de Simone de Beauvoir, escritora francesa, contemporánea de la
estadounidense, a quien se asoció a Jean-Paule Sartre, y, de hecho, ambos
comparten tumba en el cementerio de Montparnasse en París. En ambos casos
fueron relaciones abiertas, que para la época constituyeron motivo de
escándalo. Sorprende la forma como Beauvoir habla acerca de los personajes de
la mitología griega, con una lucidez que hasta parece que convivió con
ellos. Avanza por la Grecia arcaica
para referir la función de los viejos y del consejo de ancianos dentro de una
cultura que, si bien condenaba a morir a los niños que nacían deformes, a sus
viejos los respetaba alegando que la luz que perdían sus ojos se encendía en su
interior, en forma de sabiduría. Néstor
está físicamente disminuido, pero destaca sobre la juventud de Ulises,
simplemente por la experiencia vivida.
El caso de ambas escritoras pone en evidencia que la mujer
puede manifestarse sin cortapisas, enfrentando las costumbres de su época. Dejar testimonio tan valioso, que más de
medio siglo después se recurra a ellas con entusiasmo, seguros de aprender.
También en estos días, en el marco de la FIL Coahuila, la
doctora Concepción Company Company, lingüista, habló sobre lenguaje
inclusivo. Por desgracia hubo fallas técnicas
durante la transmisión en vivo. Se
perdía mucho el sonido y era difícil captar todas sus palabras. Ya al final, cuando mejoró un tanto el
sonido, ella expresaba que el lenguaje inclusivo es una mera cortina de humo
que nos distrae del verdadero origen del problema de la inequidad. Polarizados entre los “ellos” y los “elles”
perdemos de vista que el verdadero sentido de la equidad de género es trabajar
para que la mujer tenga las mismas oportunidades que el varón; que por un mismo
trabajo gane igual que él, y que los micromachismos “normales” en nuestra
cultura, vayan siendo erradicados.
Lo que ha propiciado la mayor ebullición respecto a los
derechos de la mujer, es la despenalización del aborto. Yo entiendo que hay casos muy delicados, que
en mi vida médica me tocó alguna vez enfrentar: Chiquillas de 11 o 12 años
violadas, con una prueba de embarazo positiva.
Mucho qué revisar por organismos especializados, al margen de las
aristas religiosas y morales. Pero eso
de salir a la calle empuñando un martillo, en actitud de golpear al primero que
se atraviese, no abona a los derechos humanos.
Es más bien imponer el propio sentir a la brava, contra todo. Para mí, como mujer y médico, equivale a desvincular
la condición femenina de la posibilidad de traer vida al mundo. Retomando la mitología griega, Cronos, hijo
de Urano y de Gea, reinó en los cielos. Tuvo muchos hijos con su hermana Rea.
Los devoraba para impedir ser destronado por ellos. Ahí está la terrible pintura de Rubens que nos lo
recuerda. Rea logró salvar a Zeus, uno
de sus hijos, y fue así como, a través de él, la historia no se extinguió en
las fauces del caníbal. A esa imagen me remontó la de la joven embozada
empuñando el martillo, cual dispuesta a deshacer en pedazos a su propio hijo
nonato.