domingo, 17 de agosto de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 PEQUEÑAS ACCIONES CÍVICAS

A ratos volvemos la vista en torno nuestro y percibimos un mundo hasta cierto punto hostil, se observa poca amabilidad de unos con otros en las diversas interacciones que emprendemos. Simplemente, si analizamos el gesto que porta gran parte de las personas que nos topamos de frente, detectaremos que es serio, si no es que de fastidio o enojo.  La excepción son aquellos que van por la vida con una sonrisa en el rostro. Es de esperarse, puesto que vivimos en un mundo muy complejo en el que no tenemos tiempo para la alegría.

Cuando vemos el conjunto global de gestos y de acciones, entenderemos que la suma de estos no es precisamente alentadora.  Nos presenta el mundo como un desafío ante el cual hay que estar preparados en todo momento, a la defensiva, sin confiar en otros, dejando de lado las actitudes optimistas que, de entrada, prejuzgamos como cándidas y poco útiles.

Habría que revisar, entonces, qué hay detrás de esas formas de ser de personajes que demuestran que viven felices y que enfrentan cada nuevo reto como una plataforma de crecimiento personal. De qué sustancia están hechos ellos, que parecen gozar el experimentar los distintos escenarios de cada día, con singular entusiasmo.

Yo diría que el principal ingrediente es que son seres humanos conscientes de vivir el presente a plenitud.  No se hallan enganchados a un ayer que ya no puede regresar, ni viven con las expectativas de un mañana que aún no ha llegado.  Viven el hoy de manera intensa y propositiva, poniendo en ello todo lo que son.

Otro punto importante es que se saben parte de un todo, conocen su situación en tiempo y espacio y viven la gratitud por lo que son y por lo que tienen en su persona.  Identifican los elementos realmente importantes que nos dotan de identidad y permanencia, y dejan de lado aquello que no resulta esencial para la vida.  Esperan poco de los demás y más bien se centran en desarrollar lo propio como una forma de sentirse realizados.

Esos seres humanos contentos han aprendido el disfrute de las pequeñas cosas: Despertar y sentirse con vida y energía; gozar los colores de la mañana y los tonos tan variados de la naturaleza que nos rodea.  Aplicar la cordialidad en su trato con otros, saber conectar y perpetuar esas relaciones en un dar y recibir enriquecedor continuo.

Ellos han desarrollado la resiliencia.  No se estancan frente al problema en turno, sino que utilizan su creatividad para hallar el modo de solucionarlo.  Viven conscientes de que hay cuestiones en el camino que no podemos modificar, por lo que corresponde aprender a vivir con ellas de la mejor manera.  Le llaman resiliencia; yo agregaría que también es sabiduría.

La inteligencia emocional nos enseña a vivir con nuestras diversas emociones, a sacar partido de cada una de ellas. Nos instruye, ante un inconveniente, a detenernos por un momento, respirar, y en vez de reaccionar de manera refleja, darnos un momento para diseñar la respuesta más apropiada ante la dificultad. No ser presa de nuestras emociones, sino maestro en el arte de conducirlas.

En esta vida todos tenemos sueños por lograr. Reconocerlo brinda una gran tranquilidad de espíritu, saber que no estamos en una competencia en la que hay que derrotar al otro para triunfar yo. Que todos tenemos la misma oportunidad, y que expresar la generosidad de reconocer y apoyar al otro, hará para ambos más llevadero el camino. Tener la apertura de aplaudir los logros de los demás nos regala un mejor panorama a todos.

Un punto elemental para sentirnos contentos es rodearnos de personas positivas.  No tienen que ser grandes multitudes; uno o dos amigos auténticos es número suficiente para sentir que tenemos con quien compartir lo que vivimos. Dentro de la familia siempre habrá aquellos con los que nos identificamos; ellos también serán un apoyo incondicional y una fuente de alegría.

Es fundamental vivir conscientes de que cada uno es el arquitecto de su propia vida.  Cuando esperamos que venga de fuera lo que necesitamos para construirla, viviremos frustrados.  Nadie tiene obligación de proporcionarnos lo que a nosotros mismos nos corresponde aportar.  Vivir de esa manera, esperando que todo venga de fuera, es hundirnos en un bucle de amargura que a nada lleva.

Cuando descubrimos que la persona que nos va a acompañar toda la vida somos nosotros mismos, estaremos en camino de desarrollar lo mejor con nuestros propios recursos. Aprenderemos a disfrutar todo al máximo, de modo que la respuesta lógica de nuestra actitud será una sonrisa que podremos llevar a donde vayamos, y así desarrollar esas pequeñas acciones cívicas de amabilidad y empatía que se vean reflejadas en una mejora a nuestro entorno.

CARTÓN de LUY

 


Filmaciones increíbles de 1896 en México

REFLEXIÓN de Carlos Sosa

Llega

Sin anuncio, sin ceremonia, sin moño.
Un día cualquiera, mientras esperás el café o cerrás una herida, lo comprendés.
Así, de golpe, como quien tropieza con la verdad en plena sala de espera.

Te cae encima la certeza de que todo lo que venías persiguiendo —lo material, los títulos, el aplauso ajeno, el prestigio de cartón— no pesa nada cuando el alma se cansa.
Porque al final, lo único que sostiene es eso que nunca se puede comprar:
el amor genuino, la amistad sin dobleces, la paz que no hace ruido pero se siente como una cobija tibia en el pecho.

Y empezás a mirar distinto.
El primer respiro de la mañana ya no es automático, es un privilegio.
El sol que se asoma por la ventana deja de ser “un día más” y se vuelve milagro.
Las pequeñas cosas, esas que antes ignorabas por andar a las corridas, ahora son altar.

Aprendés a agradecer lo que antes dabas por hecho.
Una carcajada, un café compartido, el mensajito de alguien que te quiere sin agenda.

No se trata de volverse sabio, se trata de haberse roto lo suficiente como para entender.

Y entonces, por primera vez, sentís que estás vivo.
Pero de verdad...

Video alentador de Marian Rojas Estapé

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez




No hay nada como el buen humor y el mexicano se pinta solo para eso.

Un amigo mío al que yo visitaba pensando encontrar abatido, apesadumbrado por lo difícil de lo que yo esperaba estaba siendo su enfermedad, me dice: Pues con la novedad de que seguiré en quimioterapia; la primera vez ni el pelo se me cayó, pero al parecer la que debo seguir si me causará pérdida del pelo.

Yo ya iba a empezar a buscar como consolarlo, a decirle que era temporal, que todo fuera como eso, pero no me dio ni tiempo; se sonrió, con una sonrisa franca de verdad, nada aparente, y me dice: Siempre quise raparme y mi esposa no me dejaba porque estaba muy gordo y no me iba a ver bien, ahora que he perdido tanto peso, ¡por fin se me va a hacer!

Tu vida es tan trágica como la quieras hacer, pero darle un toque de comedia ¡créanme que en buena parte el dolor remedia!

Pudo escribir los versos: Por Florentina González y Héctor Silva