MÉXICO S.A. de C.V.
En una semana se cierra el período para recoger las
credenciales de elector solicitadas ante el INE con miras a las elecciones del
7 de junio. En lo personal tengo mis
dudas respecto a la afluencia de votantes a las urnas por muy diversas razones,
entre las que destaca la apatía ciudadana, y la experiencia que se vivió en las
pasadas elecciones.
En otros países hay la posibilidad de votar en ausente, sin
que ello afecte o amenace las elecciones ante un posible fraude. En México sin embargo, sucede todo lo
contrario, priva la desconfianza en todos los sentidos, lo que lleva a las
instituciones al diseño de candados de seguridad. Esa maravillosa creatividad que distingue a
nuestros artesanos a nivel mundial, también lleva a otros individuos a afinar
los procedimientos para delinquir. De
este modo sabemos de falsificación de billetes, certificados, pasaportes y
otros tantos documentos apócrifos con manufactura de altísima calidad, que se
comercializan en la legendaria Plaza de Santo Domingo, en el centro histórico
de la ciudad de México. Algo parecido
sucede en otros ramos de la falsificación, de manera que pueden conseguirse en
el Mercado de Tepito copias “pirata” de cintas internacionales que aún no se
estrenan.
La verdad sea dicha, esta tendencia tan propia a actuar
fuera de la ley, es con seguridad lo que vuelve a nuestras instituciones desconfiadas
unas de las otras, como de los ciudadanos que a ellas acuden, y para ejemplo va
lo siguiente: Un joven está tramitando su título universitario, para lo que le
solicitan un acta de nacimiento con menos de tres meses de antigüedad. Podemos leer entre líneas que las actas de
nacimiento caducan, pues la que él entregó a su ingreso a la Universidad ya no
sirve, o sea, la Universidad no confía en el Registro Civil, o la universidad
no confía en el alumno, o finalmente, la universidad de hoy no confía en lo que
ella misma fue cinco años atrás…
De igual manera le solicitan un historial académico
“actualizado” de preparatoria, aparte, por supuesto, del original de su
certificado de preparatoria donde viene la misma información que en el
historial. ¡Ah! Y además el certificado
de secundaria. Y yo me pregunto quién no
confía en quién, o cuál es el propósito de esta duplicidad de documentos.
Recuerdo cuando la sola acta de nacimiento era documento
suficiente para identificarse. Más
delante se agregó la CURP, que supuestamente sería el único documento de
identidad, pero luego surgió la utilización de la credencial del IFE como
identificación oficial. Y ahora amenazan con expedir a partir del nacimiento la
cédula única de identidad en donde irán incluidos datos antropométricos y de
salud… ya veo a los carteles del crimen organizado frotándose las manos ante la
posibilidad de emprender secuestros “sobre pedido” para tráfico de
órganos. Es una iniciativa
gubernamental de pantalla, que más que beneficios generaría innumerables
riesgos para la población general, y muy en particular para la niñez. La justificación que pretenden dar es para
identificar a los criminales, pero sabemos que ellos se manejan en todo momento
al margen de la ley, y que sucederá igual como sucede actualmente con los
vehículos que conducen, último modelo, sin placas, y por supuesto, sin jamás
ser sancionados por dicho motivo. Esta cédula de identidad personal es una
medida facilitadora para el crimen organizado, contra la que debemos manifestarnos.
Para terminar recurro a dos ejemplos familiares: Mi madre
nació en el extranjero porque su padre cumplía una función diplomática fuera de
México. Aun cuando, como hija de
diplomático debía considerarse mexicana
de nacimiento, al llegar a la mayoría de edad tuvo que firmar una carta de
renuncia a la ciudadanía extranjera, pero a pesar de ello más delante tuvo que
firmar dos cartas más, pues los términos cambiaban y ella se convertía en
“residente ilegal” en su propio país…
Lo último: María del Carmen fue escrito por la secretaria
del Registro Civil con Ma. Del Carmen.
Toda mi vida (y en todos mis documentos) he sido María del Carmen, hasta que el SAT decidió que
yo era Ma. Del Carmen, y que tendría que cambiar todos mis documentos oficiales
a esta nueva designación. Por tal razón tuve que tramitar lo que se llama
“rectificación de nombre”, que me costó poco más de 600 pesos, mismo que
estipula que Ma. Del Carmen y María del Carmen es la misma persona. Yo feliz, porque con ese documento ya no
tendría problemas… Claro, con la desconfianza institucional que nos aqueja,
ahora, cada vez que requiero mostrarlo para algún trámite: ¡Me exigen que
entregue el original!
México, S.A. de C.V. El arte de enfrentar la burocracia y no
morir en el intento.