domingo, 8 de marzo de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

MÉXICO S.A. de C.V.
En una semana se cierra el período para recoger las credenciales de elector solicitadas ante el INE con miras a las elecciones del 7 de junio.  En lo personal tengo mis dudas respecto a la afluencia de votantes a las urnas por muy diversas razones, entre las que destaca la apatía ciudadana, y la experiencia que se vivió en las pasadas elecciones. 
En otros países hay la posibilidad de votar en ausente, sin que ello afecte o amenace las elecciones ante un posible fraude.  En México sin embargo, sucede todo lo contrario, priva la desconfianza en todos los sentidos, lo que lleva a las instituciones al diseño de candados de seguridad.  Esa maravillosa creatividad que distingue a nuestros artesanos a nivel mundial, también lleva a otros individuos a afinar los procedimientos para delinquir.  De este modo sabemos de falsificación de billetes, certificados, pasaportes y otros tantos documentos apócrifos con manufactura de altísima calidad, que se comercializan en la legendaria Plaza de Santo Domingo, en el centro histórico de la ciudad de México.   Algo parecido sucede en otros ramos de la falsificación, de manera que pueden conseguirse en el Mercado de Tepito copias “pirata” de cintas internacionales que aún no se estrenan.
La verdad sea dicha, esta tendencia tan propia a actuar fuera de la ley, es con seguridad lo que vuelve a nuestras instituciones desconfiadas unas de las otras, como de los ciudadanos que a ellas acuden, y para ejemplo va lo siguiente: Un joven está tramitando su título universitario, para lo que le solicitan un acta de nacimiento con menos de tres meses de antigüedad.  Podemos leer entre líneas que las actas de nacimiento caducan, pues la que él entregó a su ingreso a la Universidad ya no sirve, o sea, la Universidad no confía en el Registro Civil, o la universidad no confía en el alumno, o finalmente, la universidad de hoy no confía en lo que ella misma fue cinco años atrás…
De igual manera le solicitan un historial académico “actualizado” de preparatoria, aparte, por supuesto, del original de su certificado de preparatoria donde viene la misma información que en el historial.  ¡Ah! Y además el certificado de secundaria.  Y yo me pregunto quién no confía en quién, o cuál es el propósito de esta duplicidad de documentos.
Recuerdo cuando la sola acta de nacimiento era documento suficiente para identificarse.  Más delante se agregó la CURP, que supuestamente sería el único documento de identidad, pero luego surgió la utilización de la credencial del IFE como identificación oficial. Y ahora amenazan con expedir a partir del nacimiento la cédula única de identidad en donde irán incluidos datos antropométricos y de salud… ya veo a los carteles del crimen organizado frotándose las manos ante la posibilidad de emprender secuestros “sobre pedido” para tráfico de órganos.   Es una iniciativa gubernamental de pantalla, que más que beneficios generaría innumerables riesgos para la población general, y muy en particular para la niñez.  La justificación que pretenden dar es para identificar a los criminales, pero sabemos que ellos se manejan en todo momento al margen de la ley, y que sucederá igual como sucede actualmente con los vehículos que conducen, último modelo, sin placas, y por supuesto, sin jamás ser sancionados por dicho motivo. Esta cédula de identidad personal es una medida facilitadora para el crimen organizado, contra la que debemos manifestarnos.
Para terminar recurro a dos ejemplos familiares: Mi madre nació en el extranjero porque su padre cumplía una función diplomática fuera de México.  Aun cuando, como hija de diplomático  debía considerarse mexicana de nacimiento, al llegar a la mayoría de edad tuvo que firmar una carta de renuncia a la ciudadanía extranjera, pero a pesar de ello más delante tuvo que firmar dos cartas más, pues los términos cambiaban y ella se convertía en “residente ilegal” en su propio país…
Lo último: María del Carmen fue escrito por la secretaria del Registro Civil con Ma. Del Carmen.  Toda mi vida (y en todos mis documentos) he sido  María del Carmen, hasta que el SAT decidió que yo era Ma. Del Carmen, y que tendría que cambiar todos mis documentos oficiales a esta nueva designación. Por tal razón tuve que tramitar lo que se llama “rectificación de nombre”, que me costó poco más de 600 pesos, mismo que estipula que Ma. Del Carmen y María del Carmen es la misma persona.  Yo feliz, porque con ese documento ya no tendría problemas… Claro, con la desconfianza institucional que nos aqueja, ahora, cada vez que requiero mostrarlo para algún trámite: ¡Me exigen que entregue el original!

México, S.A. de C.V. El arte de enfrentar la burocracia y no morir en el intento.

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