VÓRTICE DIGITAL
Tuve la oportunidad de seguir una valiosa transmisión en
vivo. Se trató de la presentación de un nuevo libro acerca del suicidio, que se
adivina a todas luces interesante. Está coordinado por el médico reumatólogo y
bioeticista Arnoldo Kraus, con la colaboración de una veintena de especialistas
en diversas disciplinas dentro de las ciencias médicas y sociales. Se intitula “Suicidio” (Penguin Random House,
2021). La pluralidad de los ensayos
incluidos promete una visualización
amplia del tema. No he leído la obra, confieso,
pero conociendo al autor estoy segura de que Kraus, como ha hecho en todos sus
libros previos, nos ofrece una revisión seria, puntual y bien documentada, de
un fenómeno que viene aumentando en los últimos años.
A la sociedad del siglo veintiuno le ha tocado transitar
desde la conceptualización decimonónica del suicidio como una condena al fuego
eterno, hasta la actualidad, tiempo en el que, países de primer mundo
contemplan dentro de sus legislaciones el concepto de “muerte asistida” para
pacientes con estados terminales. Se
pretende transitar a legislaciones más amplias que contemplen la opción del
suicidio por causa del “cansancio de vivir”, según señaló la activista Marta
Lamas, antropóloga social de formación, quien también colabora en la obra de
Kraus.
A los lectores no especializados dicha causal de suicidio nos deja
pasmados. Yo no imagino que un familiar
mío decida optar por esta salida y que yo me quede tranquila con la idea de que
fue su voluntad y que entonces no hay problema.
De inmediato me preguntaría qué fue lo que yo, como familiar hice mal o
no hice, para que mi pariente tomara esa determinación. No imagino un escenario en el cual aparezca
en el centro el suicida después de consumado el acto, de un lado los
profesionales que le ayudaron a cumplir su voluntad, y del otro lado la parentela
en paz porque su familiar decidió morir por voluntad propia. Siento que será, como ha sido hasta ahora,
un asunto que carga de culpa y hasta de ira al núcleo cercano a aquel que optó
por acabar con su existencia.
Al margen de los aspectos morales, religiosos y emocionales relacionados
con el suicidio, sí hay que decir que éste prevalece hoy mucho más que antes, no
sólo por la pandemia, sino por cuestiones que tienen que ver con la “sociedad
líquida” de la que habla Zygmunt Bauman en sus diversos ensayos. Están escritos
con una lucidez extraordinaria, para dar cuenta del proceso interno que
enfrenta el ser humano en estos tiempos, moldeados por una realidad virtual de
la que no podríamos desembarazarnos. Cierto, lo digital tiene sus aspectos muy positivos,
pero también nos lleva a condiciones de
aislamiento y baja de la autoestima, que predisponen a estados depresivos. Es tan sencillo como esto (no lo dice Bauman,
lo digo yo). Antes un joven buscaba
medirse frente a su grupo de pares; unas veces salía bien librado, otras no
tanto, pero sobrevivía. Hoy en día la
medición es frente a personajes irreales, una especie de figuras editadas con
el mejor aspecto, la mejor voz, la mejor trayectoria, frente a los cuales un chavo
de 15 o 16 jamás va a poder ganar. Pero
esa, la de la pantalla, es la realidad que él está percibiendo y frente a la
cual le toca medirse en estos momentos.
Además de lo ya mencionado, tenemos personajes siniestros
sembrando vientos en la red. Son
expertos en localizar notas catastrofistas de países al otro lado del mundo,
para situarlos aquí, en el patio de nuestro vecino, o en la colonia aledaña, o
en la vía que hay que tomar para llegar al centro de trabajo. Los imagino a manera del malvado Moriarty de
Conan Doyle, haciendo uso de sus conocimientos para hacer el mal, pero de una
manera subrepticia. Da la impresión de
que estos sembradores de vientos gozan valiéndose del miedo para aterrorizar a
los internautas que logran caer en sus redes.
Las tasas de suicidio se han disparado a lo largo y ancho
del planeta: De fondo hay factores que tienen que ver con los quebrantos de
salud y enfermedades mentales, como mencionaba Jesús Ramírez-Bermúdez, otro de
los colaboradores del libro de Kraus.
Empero, existen también elementos exógenos que contribuyen a
desencadenar o a agravar estados anímicos que conducen a la idea de suicidio.
De acuerdo con la OMS el suicidio es la segunda causa de
muerte entre jóvenes, algo así como 800,000 muertes al año. Kraus deja muy claro un aspecto inédito en la
causalidad del fenómeno suicida: La terrible angustia de sentir que la vida no
vale la pena, dentro de una condición humana venida a menos.
Hoy se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. La
pregunta entonces sería: ¿Nos quedamos presas de disquisiciones ociosas y
profundas lamentaciones, o vamos recomponiendo nuestra realidad?