domingo, 5 de octubre de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CON EL ESCUDO O SOBRE EL ESCUDO
Octubre se ha constituido a nivel mundial como el mes de la lucha contra el cáncer de mama, período del año cuando se insta a la población en general a  utilizar los diversos métodos para la detección oportuna de esta enfermedad.
La palabra “cáncer” en sí es agresiva, no podemos considerarla, como a otras palabras, melodiosa o dulce, tanto en lo sonoro de las dos sílabas que la componen, cuanto por su significado  intrínseco. Este término es utilizado desde los tiempos de Hipócrates (460-371 AC), médico de la Antigua Grecia, considerado como el padre de la Medicina, quien comparó los vasos sanguíneos que observaba  dentro del tumor con las tenazas de los cangrejos, de modo que comenzó a llamar a los tumores “karkinos”.   Tres siglos después otro gran médico, Galeno (130-200 DC) consideró que si los tumores se retiraban de manera temprana del organismo, había posibilidades de que la enfermedad remitiera, principio que continúa vigente más de dos siglos después, y se aplica, entre otras,  a la campaña de detección de cáncer mamario que se emprende cada octubre desde hace poco más de treinta años.
Quienes tienen la fortuna de no  haber contado hasta ahora ningún caso entre sus seres queridos, muy probablemente vean el escenario de un paciente con cáncer como el más terrible.  Sin embargo conforme nos encontramos próximos a un enfermo, o hemos padecido alguna forma de la enfermedad, tenemos muchas historias de vida qué compartir.  Está visto que el espíritu humano se coloca por encima de la enfermedad, aprende a sortearla, y aún más, aprende de ella.
En mi  historia personal mi padre enfrentó dos tumoraciones independientes una de otra, lo que lo convirtió en un gran luchador hasta el final.  Recuerdo una frase muy suya: “Con el escudo o sobre el escudo, pero nunca bajo del escudo”; el largo curso de la enfermedad en sus dos presentaciones abarcó una tercera parte de su vida, y lo fue convirtiendo en poeta, algo que jamás hubiera imaginado durante mi niñez, cuando a mi padre, como ingeniero civil que fue,  lo caracterizaba el pensamiento lógico matemático.   No podría decir yo que no sufrió dolores físicos; los tuvo y algunos de ellos muy intensos, pero de alguna manera todo ello lo llevó a sublimar su espíritu en ese fuego modelador, hasta su último suspiro. Su postrera obra de Ingeniería, la sustitución de los soportes del Puente Colgante de Ojuela, la llevó a cabo  teniendo la enfermedad muy avanzada; como él siempre lo refirió, fue su mejor obra, tanto porque constituía un reto de Cálculo muy grande, como porque él sabía que sería la  última  como profesional.
Luego me tocó a mí, hace casi seis años, en lo que ha sido una experiencia de vida muy singular.  He aprendido a ver las cosas de otra manera, a divertirme más, a complicarme menos, a descubrir la riqueza de las pequeñas cosas, y a sentirme afortunada por lo que tengo, sin rezongar por lo que no tengo.   Mi familia y mis amigos han sido un apoyo que yo no alcanzaría a pagar ni volviendo a nacer. 
En este trayecto he conocido seres humanos maravillosos que han sabido lidiar con la enfermedad física de una forma admirable; algunas, como mis queridas Carmen Julia y Paty  se han adelantado en el camino, no sin dejarnos un cúmulo increíble de enseñanzas a quienes tuvimos la fortuna de conocerlas y acompañarlas en la parte final de su camino.  Otras como mis amigas Aída Bertha y Martha, fundadoras del GAC (Grupo de Apoyo a personas con Cáncer) en Piedras Negras, son las estrellas polares que guían el camino de muchísimos enfermos de cáncer y sus familias.
Un diagnóstico de cáncer no significa necesariamente una sentencia de muerte, y menos en los tiempos actuales, cuando los avances de la Medicina vienen logrando cosas que en otras épocas ni siquiera pudieron imaginarse.  Claro, cuando nos dicen que albergamos una enfermedad de esta naturaleza el suelo se cimbra a nuestros pies, y de inmediato nos ponemos a temer por nuestro destino y el de nuestra familia. En esas épocas de zozobra la labor que llevan a cabo grupos como el GAC es imponderable, en cuanto a apoyo moral, a reforzar la espiritualidad, a llevar al enfermo a comprender que no está solo en su lucha.  Del mismo modo apoyan a la familia en sus necesidades, ya sea de tipo emocional, o cuando así se requiere, con material de curación, complemento alimentario, o pago de gastos de traslado para su tratamiento en otra ciudad.  Ellas dos encabezan un increíble grupo de sobrevivientes que día a día, en toda circunstancia, dan testimonio de su amor por la vida.
Esta tarde se lleva a cabo su evento anual; un privilegio poder ser parte del mismo. ¡Larga vida al GAC!

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Cortesía
Ya es el tiempo de reeditar el Manual de Carreño sobre reglas de cortesía para una nueva sociedad,.
Por ejemplo el uso del celular y otros gadgets en público, sobre todo cuándo apagarlos.
En misa, en una conferencia, en un velorio, cuando se le está declarando a la novia.
Es una ofensa que en una mesa de cuatro, tres estén chateando y el otro esperándolos papando moscas.
Cuando le confían un secreto no se vale ponerlo en el Facebook al momento siguiente.
Hay un límite para las selfies, que no se le imponen a artistas o personalidades.
Son herramientas de trabajo y de comunicación, no armas de agresión.
jvillega@rocketmail.com

Tabletas SEP: ¿mejoran la educación? por Luis Felipe Lomelí

Es un placer contar, por primera vez, con una colaboración de Luis Felipe Lomelí, quien publica en la revista digital SinEmbargo una interesante columna.  Atento y generoso como es él, me permitió reproducir en el blog su colaboración del día 1 de octubre acerca de la introducción de tabletas en la educación de niños de primaria.

Está usted en una reunión de trabajo aburridísima, pero tiene la suerte de estar en el rincón de la sala, allá donde ni su jefe ni el chismoso de la oficina lo ven y, además, trae consigo su teléfono inteligente. ¿Qué hace? 
Ahora imagine a su hijo de 11 años con su nueva y reluciente tableta SEP en clase de matemáticas, o de historia, ¡de ortografía! ¿Qué hará? 
Por años fui profesor del Tec de Monterrey, la institución que tuvo el primer servidor de internet del país e hizo obligatorio que sus estudiantes tuvieran una laptop desde hace más de 15 años. Al inicio, antes de Facebook y otras redes sociales, efectivamente los universitarios usaban las computadoras para tomar sus apuntes y, los más inteligentes, para buscar en internet información que complementara lo que se decía en clase. Era la gloria: las clases eran más ágiles pues escribían más rápido (la mayoría había tomado mecanografía en la prepa o secundaria y no miraban ni el teclado ni la pantalla al escribir), tenían más tiempo para hacer preguntas, eliminamos el papel al mandar las tareas por correo electrónico y los temas se enriquecían muchísimo con las aportaciones de los estudiantes. 
Pero la gloria duró poco. Pronto los estudiantes se dedicaron a chatear (ese verbo obsoleto, abuelito de watsapear) o a jugar (buscaminas, Age of Empires, solitario…) en lugar de tomar notas. En el mejor de los casos, se dedicaban a hacer la tarea de la siguiente clase. Y si uno les llamaba la atención, decían que estaban tomando apuntes o buscando información adicional. Pero ya no hacían comentarios que nutrieran la clase, como antes, y los apuntes desaparecieron: “es que todo ya está en internet, profe, pa’ qué apunto”, decían ya en confianza, fuera de las aulas. El colmo era en las asignaturas donde no podían tomar notas en la computadora, como ecuaciones diferenciales, pues pocos tenían LaTeX o algún otro programa para escribir notación matemática y, sin embargo, ¡juraban estar tomando apuntes! 
Esta debacle que en mi caso comencé a ver hace 11 años, en 2003, fue empeorando con el tiempo. Las nuevas generaciones ya no habían llevado clases de mecanografía en su educación previa y no podían escribir sin ver el teclado o la pantalla, el resultado: su atención era harto deficiente. Los alumnos se volvieron expertos en “corromper” los archivos de la tarea (“qué raro, profe, se la vuelvo a mandar hoy”), en enviar archivos repletitos de virus o en creer que hacer copy-paste de cualquier página de internet era hacer una investigación (y aparecieron sitios como rincondelvago.com y otros tantos que lo facilitaron). 
Para contrarrestar lo anterior, las universidades se vieron en la necesidad de adquirir softwares especializados como Blackboard, Moodle, Educ, etc… para verificar la presencia de virus e, incluso, para hacer una revisión automática del texto y arrojar el “porcentaje de plagio” del mismo. Dichas plataformas o softwares también ofrecían el servicio de hacer los exámenes en línea y, si eran de opción múltiple, verdadero/falso y similares, los revisaba automáticamente. ¡La alegría del profesor!: ¡poner exámenes y que se revisen solos! Pero como en esta carrera entre el Coyote y el Correcaminos ya sabemos quién gana, los estudiantes comenzaron a buscar en internet las respuestas. Entonces hubo que adquirir otro software que bloqueara los buscadores de internet. 
Hace cuatro años decidí tomar el camino que ya habían iniciado otros profesores “rebeldes”: prohibir las computadoras y los celulares en el aula, hacer exámenes a mano, tareas a mano, exposiciones sin Powerpoint ni Prezi, etcétera. Fue el pandemónium. Los estudiantes ya no tenían la habilidad para prestar atención en clase como sucedía hace 15 años y en pocos minutos estaban como leones enjaulados (conforme pasaba el semestre se les iba bajando). Ante la presumible falta de uso, su letra se había vuelto horrenda y batallaban realmente al escribir. La ortografía brillaba por su ausencia pues estaban acostumbrados a los correctores automáticos (“además eso qué importa, profe”). Como ya se habían familiarizado con los exámenes de opción múltiple o similares, su capacidad para redactar de forma coherente una idea era la que se espera de un estudiante de secundaria, no de uno de universidad. Peor aún para escribir ensayos a mano en el aula: ilegibles. Eran, salvo una o dos excepciones por grupo, incapaces de exponer un tema utilizando sólo su memoria y sentido común (de la lógica y la retórica mejor ni hablamos). Y, tal vez porque se habían creído el cuento de que “en internet está todo”, su memoria era terriblemente más corta en comparación con los estudiantes de hace 15 años: me tocaron alumnos, por ejemplo, que iban a la mitad de la carrera de derecho y eran incapaces de citar de memoria el artículo primero de la Constitución. 
Para más inri, como los profesores ya teníamos estas maravillosas herramientas educativas, a los administrativos se les ocurrió que podíamos dar clases a grupos más numerosos. Y así, pasé de grupos de 12 estudiantes en una clase de “Historia de la ciencia” en 2003, en Campus Monterrey, a grupos de 66 alumnos en una asignatura de “Ciencia, tecnología y sociedad” en 2010, en Campus Puebla. Ya se imaginará la alegría de revisar el ensayo semanal de cada muchacho. Por supuesto, la paga no aumentó seis veces. Así, si estas nuevas tecnologías habían provocado ya una baja en el nivel académico y la pérdida de habilidades indispensables de los estudiantes (ortografía, expresión oral, redacción, memoria, relación de ideas, argumentación…), los cambios administrativos volvían heroico recobrar algunas buenas prácticas de antaño: como dejar de tarea el mentado ensayo semanal. 
¿Ya se imaginó el resultado educativo de estas prácticas? Si usted ha tenido que contratar recién egresados en los últimos años, ya lo sabe de cierto. 
Ahora bien, si esto sucedió y sucede con los estudiantes universitarios, jóvenes mayores de edad que en teoría ya saben lo que quieren y estudian lo que les gusta, imagine lo que va a pasar con niños de primaria. 
¿Y cuáles son las ventajas de las Tabletas SEP (que ya vienen con Angry Birds instalado y Google Play para adquirir más jueguitos)? Digo, ¿aparte de fanfarronear que estamos al último grito tecnológico? La única ventaja educativa que yo encuentro es la que ya tenían las salas de cómputo: que los niños se familiarizarán con el uso de una tableta y de la Web, si es que su escuela sí cuenta con electricidad e internet, pues hay un porcentaje que no cuenta ni con lo uno ni con lo otro; además de que los servicios de atención, a según me han dicho varios usuarios, son tremendamente deficientes: “yo he llamado diez veces y no me contestan”, me dijo un padre de familia la semana pasada, “y la tableta de mi hijo no se puede conectar a internet”. Si usted, o la SEP, o quien sea, ve otras ventajas, ¿dónde están los estudios al respecto? 
La pregunta es en serio. Si usted busca en internet, se encontrará con que casi todas las ventajas de las tabletas (aquí o en Estados Unidos o en China) son supuestos, imaginación pura, gente que especula que van a servir muchísimo. También se podrá encontrar con algunos estudios diminutos como éste , muchos de ellos patrocinados por las mismas compañías que se beneficiarían con el cambio tecnológico, como consta acá. 
Así que aquí llegamos al meollo del asunto: en este cambio tecnológico las únicas ventajas que yo encuentro son económicas. Primero, porque los administrativos tendrán una “razón” más para aumentar el número de alumnos por grupo, y ya sabemos qué pasa por lo general con la educación en grupos numerosos. Después, para los proveedores de servicios de internet (que se volverán indispensables y tendrán que costearlos las escuelas o las familias). Y, por último, para los proveedores de software y hardware. La SEP se gastó este año 2 mil 500 millones de pesos en tabletas para los estudiantes de quinto grado de seis de los 32 estados de la República. De modo que apenas inicia el gasto. ¿Lo seguirá haciendo la SEP? 
¿O se pasará el gasto directamente a las familias? 
Bajo una promesa vaga, oscura o inexistente de una mejora educativa (pues los estudios son escasos, vagos o inexistentes al respecto), se condena a las familias mexicanas al maravilloso ciclo de la obsolescencia programada: “Te regalo algo que sé que, una vez que lo uses, necesitarás volverlo a comprar una y otra vez, cada que yo decida que será obsoleto”. No sé, a mí este esquema de ventas me recuerda al que se usa con otro tipo de productos, ¿a usted?

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/01-10-2014/27750#comment-98947

Variaciones de "Para Elisa" de LV Beethoven/Titanic/

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez.

Dicen que ser feliz es una decisión, una actitud, no precisamente indica que tengas todo para serlo, sino la capacidad de adaptarse a lo que la vida te va sumando o restando para bien o para mal.

Dejar de llevar a cuestas resentimientos añejos con olor a rencor, y no reavivar este día a día como si le rindiéramos homenaje.

Que las heridas cicatricen y dejen de doler y no seguir hurgando en ellas hasta que sangren para sentirnos entonces miserablemente infelices.

No insistir en ver los defectos de los demás a través de lupas, mirar más hacia dentro y descubrirnos, quizá nos hayamos dedicado tanto a reclamar a los demás que hemos perdido la autocrítica, sintiendo que a nosotros no se nos pueda pedir más, porque todo lo damos, pero las unidades para medir los sentimientos finalmente son individuales y muchas veces nos hemos de haber quedado cortos, sin que se nos reclame, sin que se nos culpe, quizá hasta se nos justifique.

La vida ofrece un corto trayecto, hay que viajar ligero, el rencor es equipaje pesado que nos impide avanzar, que nos nubla la vista y el pensamiento, que envenena el alma, que impide disfrutar la maravillosa sensación de ser felices.

Aventuras de un carrito temerario

Una dosis de ese buen humor simple que tanto ayuda para no tomar las cosas tan en serio.

Acerca del matrimonio por Paul Newman

En este mes se cumplen ya 6 años de la partida física de Paul Newman, un actor excepcional, que antes que  actor supo ser un excelente ser humano, un magnífico esposo y un dedicado padre de familia.  Esta carta la escribió  para su esposa Joanne Woodward en 1958, justo el día de su boda.
La alegría en el matrimonio no es  algo que sucede por casualidad. Un buen matrimonio  debe crearse.
En el Arte del Matrimonio, las pequeñas cosas son las más grandes. Es no sentirse demasiado viejo como para tomarse de las manos. 
Es recordar decir "Te amo" al menos una vez al día. Nunca ir  a la cama enojados. 
Es nunca dar por hecho el cariño del otro, el cortejo no termina  después de la luna de miel, sino que debe continuar a través de los años. 
Es  tener un sentido mutuo en cuanto a  valores y objetivos. Es  estar juntos para enfrentar al mundo.
Es formar un círculo de amor que abarque a toda la familia. 
Es hacer cosas uno por el otro, no en actitud de obligación o sacrificio, sino con gozo. 
Es expresar palabras de aprecio y demostrar gratitud de manera considerada.
No es esperar que el esposo tenga un halo o que la esposa tenga alas de ángel.
No se trata de buscar la perfección en el uno y el otro. 
Es cultivar la flexibilidad, la paciencia, la comprensión y el sentido del humor. 
Es tener la capacidad de perdonar y olvidar. 
Es darse uno al otro un ambiente en el cual puedan crecer.
Es  dejar espacio para la espiritualidad. 
Es la  búsqueda común de la bondad y la belleza. 
Es establecer una relación en la cual la independencia sea igual para ambos, la dependencia  mutua, y la obligación recíproca.
No es casarse con la pareja adecuada, es ser la pareja adecuada.