VIVIR: APRENDER A MORIR
El proyecto de un nuevo año se despliega frente a
mí como un blanco lienzo; en este momento los pinceles permanecen inmóviles en el caballete con sus cerdas
apuntando al cielo, cargados de promesas.
La vida
es un continuo que se renueva de manera constante, solamente sus protagonistas
van cambiando de tiempo en tiempo. El
ave que ahora canta no será la misma que lo haga en un tiempo más, pero el
canto seguirá.
Algo similar
sucede con los humanos, la obra del hombre continúa a lo largo del tiempo,
aunque los arquitectos y los obreros se renueven sobre el escenario de la vida.
No
acertaría a saber cuánto me queda por vivir, pero una cosa sí sé, quiero
imprimir a cada día mi sello particular,
aprovechar cada uno de ellos como si
fuera el único que tengo.
Sea la
dicha un estado de ánimo permanente que me permita sortear dificultades, a la
vez que sacar de cada experiencia el máximo provecho.
Sea cada
compañero del camino el mejor de ellos, simplemente porque así me lo propongo, esto
es, mirarlo con los mejores ojos.
Que no vaya
a la cama ninguna de las noches, sin haber antes recogido una experiencia nueva
y positiva para mi vida.
Que no
existan apegos que me sujeten, que entorpezcan la marcha, lo que me restaría libertad para ser
aquello que me he propuesto.
En este
momento significativo cuando un año se va y otro nuevo llega, quiero hacer un
balance, medir lo logrado contra lo pendiente por conseguir, bajo la consigna de llegar a ser un mejor ser
humano.
…Quiero
revisar lo que sueño, no sea que haya aspiraciones que lejos de impulsarme
estén frenando mi marcha, y deba desecharlas.
…Quiero
renovar el entusiasmo, motor de todos y cada uno de mis proyectos, pero sobre
todo, quiero renovar mi fe.
La fe en
un poder superior que me sostiene y alienta.
La fe en los seres humanos que, al igual que yo, albergan dentro de su
casa de barro un aliento divino.
La fe en
mi propia persona, en mis capacidades, en que soy un proyecto especial del Creador destinado a consolidarse a partir
de dos dimensiones, tiempo y espacio.
Hoy en
particular quiero dar gracias a la vida por todo lo que me ha sido concedido. Por aquellas flores que embellecen y alegran mi camino, y del mismo modo agradezco aquellas espinas a través de las cuales he podido conocer el
dolor, como una forma de apreciar más la
existencia.
Gracias
por aquella mano que se tendió en el momento cuando caí; por el hombro que
estuvo allí para hacerme fuerte; por la palabra de aliento que halló su camino
hasta mis oídos justo cuando más necesitaba escucharla.
Gracias
por el hermano, por el amigo, y también por el enemigo cuyos señalamientos me
permitieron mirarme en el espejo de otra manera.
Agradezco
aquello que coseché sin mayores dificultades, y del mismo modo aquello por lo que debí luchar
arduamente hasta ver florecer.
Gracias por
cada uno de mis cinco sentidos, que me permiten conocer y gozar todo lo
grandioso que me rodea y que está allí para mi disfrute, en la medida en que
decida acogerlo.
Gracias
por los altibajos de este año, a través de los cuales he podido poner a prueba
los instrumentos de viaje que llevo en mi mochila, y que de otra forma no
conocería.
En el
umbral de un nuevo año quiero iniciar con renovado entusiasmo, como hace un
niño pequeño frente a aquello que ha esperado con mucha ilusión.
Quiero
proponerme metas asequibles, que me permitan ir midiendo el avance.
…Reconocer a cada paso que el ser humano no logra por sí mismo tanto
como cuando avanza en equipo, dentro del cual la suma de talentos rinde frutos.
Desarrollar la capacidad para reconocer
mis responsabilidades y asumir mis errores.
Alcanzar
la sencillez de disfrutar las pequeñas cosas, alegrarme con los hechos cotidianos,
sin esperar motivos extraordinarios para comenzar a ser feliz.
No
olvidar que es una bendición el hecho de tener una familia y algunos amigos que
me acompañan en todos los momentos, que me aceptan y toleran tal como soy.
Y
entender que tengo mi propia nave, un derrotero y un puerto solo míos, y que la
vida no consiste en navegar la ruta de
otros.
¡Hay
tanto qué aprender, y el tiempo no se detiene! No quiero que me sorprenda la
noche con las manos vacías y el corazón pesaroso.
Quiero
pues, cada mañana proponerme vivir de modo de aprender a morir de la mejor
manera. Siendo la vida un continuo, preparar de esta carrera el último paso,
aquél que ha de pisar la meta final
cuando el tiempo se cumpla.