UN SER HUMANO EXCEPCIONAL
Es
un hecho innegable que todos vamos a morir.
El principio se cumple desde el momento de nuestra concepción y en
adelante; para cada uno hay un momento en que la vida como tal termina, y es a
partir de entonces, cuando abandonamos este plano físico, cuando comienza a
descubrirse la obra que una persona labró sobre la estofa del tiempo, y por lo que
habremos de recordarlo siempre.
Esta
mañana me topé con una triste noticia: El fallecimiento del profesor José
Guadalupe Betancourt Flores, gran personaje en la educación media y media
superior de Piedras Negras. A mi
llegada a esta ciudad tuve la enorme fortuna de tratar de cerca al profesor y a
su familia, y puedo decir sin temor a equivocarme, que todos ellos son grandes
seres humanos, que saben entregar lo mejor de su persona, sin reparar en ningún
aspecto para hacerlo. Hoy el profe
parte hacia una nueva dimensión. Los que nos quedamos lo hacemos convencidos de
que con su vida ha dejado grandes beneficios alrededor de la parcela que le
tocó trabajar. Fue un ser humano sabio,
generoso, siempre entusiasta, dispuesto a ayudar a todo el que pudiera
necesitarlo.
El
CBTIS 34 de Piedras Negras, del cual formó parte de la plantilla de maestros y
del cuerpo directivo, puso su nombre a la biblioteca del plantel. Esto resulta muy significativo, siendo ese
magno espacio el venero a donde los jóvenes preparatorianos van a abrevar conocimientos,
como parte medular de su formación.
Pocas
son las personas a las que, invariablemente, cuando las recordamos, no podemos
menos que esbozar una sonrisa. Ese es el
caso del profe Betancourt, cuyo rostro alegre y su absoluta buena disposición
lo caracterizaron siempre. Sería una
labor titánica tratar de enumerar las ocasiones en que cualquiera de nosotros
recibió, no uno sino muchos regalos de su parte: Tiempo, atención, interés y
empatía. De esos regalos costosísimos
que no cualquiera es capaz de brindar.
Ahora
viene el tiempo de despedirlo, de darle las gracias por su vida y el amor que
dispendió para con todos los que tuvimos en suerte conocerlo y tratarlo. Lo
vamos a extrañar de muchas maneras. La familia que ha formado puede estar por
demás orgullosa de él, y continuar esa obra sagrada que él y su esposa algún
día iniciaron, y que ahora ha fructificado de muchas maneras, a través de sus descendientes,
hombres y mujeres de bien. Qué orgullosos
deben de sentirse de saber que en la mente y el corazón de cada uno de los
alumnos que él tuvo en las aulas, hay una fracción del amor que supo imbuir en
ellos. De igual manera amigos, vecinos y
compañeros de lides académicas y políticas, van a echar de menos al colega
animoso y emprendedor que supo vivir en forma auténtica el concepto de una
ciudadanía siempre proactiva a favor de los demás.
La
integridad es un valor que, por desgracia, cada día se pierde más y más. Nos hemos ido encerrando en nuestra propia
esfera individual, y llegamos a ser capaces de faltar a la verdad y a la
congruencia de muchas maneras. Para nuestra fortuna hay figuras, como la del
profe Betancourt cuya vida nos proyecta precisamente eso, la integridad del ser
humano; la coherencia entre el pensar, el sentir y el actuar, con total
honestidad y transparencia, sin dobleces. Podemos afirmar que, aunque él ya no
esté, su testimonio como persona recta y honorable perdurará para ejemplo de
muchas generaciones más.
Descanse
en paz un ser humano excepcional. Sepa, profe querido, que todos nosotros seguiremos
adelante sorteando las vicisitudes de la vida inspirados en su ejemplo, con la
mejor cara y la mejor actitud, tal y como usted, con su ejemplo cabal de cada
día, nos enseñó a hacerlo.



