domingo, 1 de abril de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL CANTO DE LA CALANDRIA
Esta vez no pensé que pudiera concluir mi tarea semanal a tiempo.   Una calandria que se había ausentado desde hace meses, hoy me está dando serenata.   Sospecho que me la manda desde el cielo mi mejor amigo José Clemente, quien justo hoy cumple su primer aniversario luctuoso, y que –seguramente-- para que no me entristeciera por la ocasión, mandó por delante a la calandria a cantarme todo el fin de semana.  Es curioso, comencé a escucharla en la ventana de mi oficina; luego me movilicé a otras habitaciones, y lo mismo hizo la calandria para instalarse en alguna rama próxima a aquellos ventanales, y así continuar su concierto. Regresé a mi oficina, y lo mismo hizo el ave canora que, con cada línea que escribo, varía de tonada en su amplio repertorio. Mi querido José, hoy te recuerdo como siempre hago, sé que estás bien y que algún día volveremos a encontrarnos. Gracias por el concierto.
     El canto de la calandria me ayudó a consolidar la idea que venía esbozando para  esta colaboración. Quiero  hablar acerca de nuestra actitud frente a las redes sociales, y  el  modo como aquellos contenidos que mandamos nos dibujan como personas.  El gobierno norteamericano retoma  la posibilidad de revisar nuestras redes sociales dentro de los requisitos para tramitar una visa de ingreso a aquel país.  Buscan cualquier contenido relacionado con actividades potencialmente peligrosas, lo que es muy entendible. Por otro lado vemos cómo ha quedado demostrada la vulnerabilidad de nuestros datos en redes  como Facebook.  En lo personal encuentro hasta estremecedor imaginar que todo contenido que busque o publique en Internet deja una huella digital imborrable, más todavía que cualquier otro medio.  No alcanzamos siquiera a imaginar lo que existe acerca de nuestra persona en la red, al alcance de voluntades ajenas a nosotros,  imposibles de   identificar.
     Ello me llevó a cuestionar hasta qué punto estamos conscientes de la responsabilidad que implica el uso de las redes sociales dentro de nuestra sociedad.  Particularmente lo pienso ahora que  han arrancado todas las campañas políticas.  Ya hemos visto que se ponen buenas las peleas con lodo entre candidatos, y mi pregunta como ciudadana es, ¿vamos a permitir que ese lodo llegue a cegarnos al momento de decidir nuestro voto?
     Al día recibimos infinidad de mensajes, propuestas y cosas chuscas.  Que llegue a mi equipo no implica que yo  los reenvíe de inmediato, al menos es lo que se esperaría de nosotros como entes pensantes: Leer, aquilatar, y tomar la decisión de enviar o eliminar.  Y no me refiero solamente a los mensajes de corte político sino a todo lo que ponemos a circular. Tal vez modifiquemos nuestra actitud si imaginamos que cada envío es como un punto dentro de una pintura impresionista, y que a la vuelta del tiempo aquel conjunto de puntos va a dibujar la imagen personal que  proyectamos al mundo.
     En lo particular –reconozco—soy muy puntillosa con la palabra escrita, tanto que en ocasiones modifico dos o tres veces un párrafo hasta que me convence de que  está diciendo justo lo que yo quiero expresar, y no otra cosa.  Sé que es una conducta que frisa con lo obsesivo, y aún así algunas veces me sorprendo cometiendo lamentables erratas.  Cada palabra tiene un peso específico, para mí tan grande, que una palabra dicha de cierto modo en un determinado momento, llega a modificar toda la existencia de un ser humano.
     La invitación después del canto de la calandria, es a ser más prudentes en los contenidos que manejamos en redes sociales.  Más selectivos a la hora de leer, ponderar qué dice el mensaje, quién lo envía, cómo lo documenta, y si hay una intención oculta tras el mismo.  Mucho más sensatos a la hora de reenviar, haciéndonos plenamente responsables de aquellos contenidos.  Por desgracia el uso de la Internet produce una lectura superficial y fugaz, que nos puede llevar a grandes errores de apreciación.  Recientemente se publicó en cierto  chat algo así: “Mañana lunes habrá venta de tacos de barbacoa afuera de la iglesia de la Luz. Lo recaudado será para ayudar a los niños de Chiapas”. Al minuto comenzaron las preguntas: ¿Cuándo es la venta? ¿Qué es lo que van a vender? ¿Dónde será la venta? ¿De qué son los tacos? ¿Para qué se organiza la venta? ¿Unos niños de dónde?... Este tropel de preguntas puso en evidencia que habíamos leído de tal manera mal, que captamos la información de manera fragmentada y equívoca, ¿o no?
     Vamos saneando las redes de contenidos, contribuyendo a que no circule todo lo que recibimos.   Hagamos una lectura crítica de aquello que nos llega, ¿proviene de una fuente confiable? ¿Es congruente? ¿Desde dónde está escrito, con qué intención? Eso será nuestra mejor huella en Internet, no nos quepa la menor duda.

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza

EL DÍA DE LA CONEJA
En el mes que hoy inicia se cumplen 34 años de que llegué a esta ciudad fronteriza por 6 meses, pero como dicen los oriundos, “tomé agua del Bravo” y aquí sigo.
     A ambos lados del caudaloso río que divide dos países en su geografía, palpita la vida de un modo muy singular, como no sucede en ninguna otra parte de México. Los de uno y otro lado son hermanos de sangre, de costumbres, de ocupación. El puente internacional número 1, en sus inicios de madera, vino a sustituir la función que hasta entonces llevaban a cabo las barcazas para el cruce de personas y mercancía entre ambas fronteras. En la actualidad su mole de concreto presenta, según el día de la semana del que se trate, un flujo particular: Estudiantes de la High School; obreros que cruzan a tomar la “combi” rumbo a San Antonio, después de visitar a la familia por el fin de semana; empleados de los distintos comercios, o residentes del lado americano que hacen sus compras del lado mexicano. Además de los imperdibles clientes de las “pulgas” cada lunes y viernes. Es un conjunto de rostros, modos de caminar e indumentarias que hablan por sí mismas, un lenguaje único. Es la expresión corporal de la frontera de padres y abuelos, una expresión única que nada podrá quebrantar.
     Hoy es “Día de la Coneja”. Más que domingo de Pascua, la fiesta lleva el nombre de una actividad que en el vecino país del norte es tan característica, la búsqueda de huevos que escondió la coneja traviesa en este día. El evento es familiar, se lleva a cabo en espacios abiertos, y en derredor al mismo se teje todo un entramado de actividades singulares. Con mucho tiempo incontables familias recolectan cascarones de huevo que luego pintan de vivaces colores y rellenan de confeti o harina. Finalmente sellan su abertura con un pedazo de papel de china. Los días previos a este domingo se ponen a la venta las tapas de cascarones, además de canastas multicolores que contienen algún juguete alusivo a la ocasión y diversas golosinas, para deleite de los niños y uno que otro papá goloso.
     Todo ello da pie a memorables reuniones familiares, carnes asadas –como el propio Vasconcelos describiría en su “Ulises Criollo”--, de las cuales se recogen y conservan bellas memorias para obsequiar a hijos y nietos. Mucho se ha perdido la ancestral costumbre de, al caer la tarde, sacar sillas y mecedoras a la banqueta para platicar con familiares y vecinos. Esta actividad se lleva a cabo hoy, tal vez en la cocina familiar, mientras la madre palotea “las de harina”, y el resto de integrantes charla animadamente sobre las novedades del día, o sigue la telenovela en turno. 
     Esta frontera viva, original y auténtica, no podrá ser sometida por elementos ajenos a la misma. Seguirá escapándose una y otra vez a la sujeción de ordenamientos que pretendan sofocarla. La cultura es híbrida en historia y tradiciones, compartida por la magia y por la sangre, desde antes de la promulgación de límites fronterizos en 1886. Es la frontera indomable que da muestra de su vigor durante las grandes fiestas como la de hoy, que nos indica una vez más, que sobre la mesa familiar que todos compartimos, no puede levantarse un muro que divida a los hermanos de una misma sangre.

"Coincidir" por Fernando Delgadillo

Poema de Manuel Rodríguez Marín


LA VERDADERA IMAGEN DE CRISTO

¿De qué quiere usted la imagen?
- Preguntó el imaginero-
Tenemos santos de pino,
Hay imágenes de yeso.
Mire este Cristo yacente,
madera de puro cedro.
Depende de quién la encarga:
una familia o un templo.
O si el único objetivo
es ponerla en un museo.
- Déjeme, pues ,que le explique
Lo que de verdad deseo:
Yo necesito una imagen
Del Jesús el galileo
que refleje su fracaso
intentando un mundo nuevo,
que conmueva las conciencias
y cambie los pensamientos.

Yo no la quiero encerrada
en iglesias ni conventos,
ni en casa de una familia
para presidir sus rezos.

No es para llevarla en andas
cargada por costaleros.
Yo quiero una imagen viva
De un Jesús, hombre, sufriendo
que ilumine a quien la mire
el corazón y el cerebro,
que den ganas de bajarlo
de su cruz y del tormento,
y quien contemple esa imagen
no quede mirando un muerto
ni que con ojos de artista
solo contemple un objeto
ante el que exclame admirado:
“¡qué torturado más bello!”
………………………………..
-Perdóneme si le digo
- responde el imaginero -
Que aquí no hallará seguro
la imagen del Nazareno.
Vaya a buscarla en las calles
entre las gentes sin techo,
en hospicios y hospitales
donde haya gente muriendo.
En los centros de acogida
En que abandonan a viejos,
en el pueblo marginado
entre los niños hambrientos,
en mujeres maltratadas
en personas sin empleo.

Pero la imagen de Cristo
no la busque en los museos,
no la busque en las estatuas
en los altares y templos,
ni siga en las procesiones
los pasos del nazareno.
No la busque de madera,
de bronce, de piedra o yeso.
Mejor…¡busque entre los pobres
su imagen de carne y hueso.

Tomado de https://www.loscuatrolugares.com
Agradezco a Alicia su hermoso aporte.

TED Talks: Hay que tomarse en serio la felicidad

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


En las relaciones humanas de cualquier índole, es imposible que no existan situaciones de riesgo. Todas por bien asentadas que estén en la confianza, en el respeto, en un gran afecto, son vulnerables, y aún aquella que parecía mejor consolidada puede derrumbarse, a veces, tristemente, sin una razón justificada. 

Las relaciones requieren muchos elementos para su edificación y muy pocos para su derrumbe. En nuestra interacción humana, no podemos dejar a la deriva aquello que con tanto afán logramos llegara a ser una amistad, una relación de pareja, fraternal o filial. El esfuerzo continuado, el  impedir que surjan entre nosotros  grietas que amenazan con separarnos, el mantenimiento constante de cualquier deterioro visible en ese vínculo de afecto que nos hace mantener el equilibrio necesario para afrontar el destino, cualquiera que sea el que la vida nos depare. Todo ello es una responsabilidad que no debe implicar sacrificio, que por sí misma nos incentiva a sostenerla, porque es placentera, porque significa plenitud, porque en esa o esas relaciones se encuentra gran parte nuestra estabilidad como seres humanos. 

No es que nuestros afectos mueran de un día para otro, es que los vimos languidecer y no hicimos nada por impedirlo, los dejamos marchitarse, por ineptos, por indolentes, por irresponsables. No es suficiente sembrar amor, sino cuidarlo hasta levantar la cosecha, y mantenerlo a salvo en un sitio seguro, ahí donde permanezca y acompañe por toda una vida. No conformarnos con ser coleccionistas de efímeros afectos, sino conservarlos, protegerlos al abrigo de un corazón que siempre tenga cabida para el amor.

Debajo del árbol; Videocuento

La magia de las pequeñas cosas se hace presente en esta linda historia de un viejo y un gatito.