domingo, 8 de septiembre de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 ESTAR BIEN TODOS

En fechas recientes, por algún evento aislado, vino a mi memoria un libro leído en los años ochenta, cuando los tratados de autoayuda comenzaron a inundar el mercado literario.  “Yo estoy bien, tú estás bien”, del escritor norteamericano Thomas Harris, abunda sobre las teorías del académico Eric Berne, autor de la modalidad de “análisis conciliatorio”, en contraposición con el tradicional método psicoanalítico de Freud.  Esta nueva técnica de revisión representa una forma más inmediata de abordar y entender nuestro propio mundo interior, sin tanta vuelta al inconsciente, por decirlo de alguna manera.

Simple y simpático el modo como el análisis transaccional nos presenta las posturas que asumimos como individuos, desde el patético “Tú estás mal, yo estoy mal”, pasando por el terrible “Yo estoy bien, tú estás mal”, una de las posiciones de juego más comunes y dañinas.  Este método revolucionario postula las diversas interacciones que establecemos unos con otros, y cómo dichos mecanismos de intercambio influyen para perpetuar determinados comportamientos o para modificarlos.

Trayéndolo hasta nuestros tiempos, si somos honestos habremos de reconocer con qué elevada frecuencia nos manejamos en el “Yo estoy bien, tú estás mal”, para justificar nuestras posturas, tantas veces inamovibles, así como la inagotable ristra de críticas y descalificaciones que emprendemos hacia quienes nos rodean.  Partimos de nuestro criterio personal para juzgar y catalogar las acciones de los demás, sin considerar que no tienen ninguna obligación de ser como nosotros suponemos que debían de ser.  El globo terráqueo tiene una extensión de 510 millones de kilómetros cuadrados, suficiente como para que lo que uno opine sea distinto a lo que el otro piensa. La diversidad de factores geográficos, hereditarios, culturales y económicos, entre otros, va moldeando los comportamientos de cada uno de los habitantes del planeta, de manera que lo que uno realice, conforme a sus propias circunstancias, es tan válido como lo de alguien más.

El análisis conciliatorio se centra en la persona, de manera de hacerle ver que su estado actual es producto de sus propias decisiones, y que sus cambios futuros, de igual manera, habrán de depender de su voluntad.  Postula que todos en esencia somos buenos, pero que hace falta tener una actitud empática para abrirnos y establecer una comunicación de calidad con los demás.

Los cambios que pretende esta técnica parten del supuesto de que, tanto tú como yo estamos bien, de manera de respetarnos y apoyarnos mutuamente.  Al armonizar unos con otros, mejora la calidad de vida para todos, el mundo ya no es visto como poblado de enemigos potenciales que nos amenazan, sino de amigos en germen, que esperan ser descubiertos.  Ello conduce a desactivar esos juegos perversos que no hacen más que dañarnos.

Si yo considero que las ideas del otro merecen ser descubiertas, apreciadas y respetadas, se genera un círculo virtuoso que finalmente favorece a todos.  Ello resulta de gran utilidad en la familia, la escuela, en los centros laborales o hasta entre amigos.  La función del líder no es la de imponerse, sino abrirse a conocer, aquilatar y transmitir las ideas, propias y del grupo.  Un terreno más escabroso para aplicar la técnica es entre padres e hijos; culturalmente estamos acostumbrados a considerar que los padres, como figuras de autoridad, siempre tienen la razón, y que, a los hijos, dada su menor edad, corresponde un menor peso específico a la hora de plantear u opinar. Se nos olvida una verdad fundamental: todos somos humanos, y por tal razón cometemos errores. Que un padre reconozca frente al hijo que se equivocó, no le resta autoridad, por el contrario, inspira un inmenso respeto frente a sus descendientes. La humildad de decir “me equivoqué” es un signo de profunda sabiduría y grandeza de espíritu.

En conclusión: “Yo estoy bien, tú estás bien”, de padres a hijos favorece la comunicación, al otorgar al hijo el beneficio de la duda y sentarse a escucharlo.   “Yo estoy bien, tú estás bien”, de hijos a padres, rompe con la frecuente intolerancia de los jóvenes hacia sus mayores y propicia el entendimiento.  Finalmente, todos salen ganando.

Una dolorosa realidad de nuestros tiempos es la intolerancia.  Nuestra misma ligereza frente al mundo genera irritabilidad.   Fácilmente nos exasperamos ante quienes piensan o actúan distinto a nosotros. Como dice el refrán popular, “es más fácil condenar que tratar de entender”, y en ocasiones nos dedicamos al estéril oficio de señalar lo ajeno, así enrareciendo el aire que respiramos.

El conocimiento se va actualizando al paso del tiempo, no caducan del todo con los años.  Se aplica, tanto para recetas de cocina, como para libros sobre la vida.

CARTÓN de LUY

 


Adagio de Johann Sebastian Bach por Five lines

POESÍA DE Ronald Rondon


Somos solo una vez en la vida,
un suspiro breve en el vasto tiempo,
una estrella fugaz en la noche herida,
un eco efímero en el viento.

Somos el latido de un momento,
la llama que arde con intensidad,
el reflejo de un sentimiento,
un sueño tejido de realidad.

Somos la risa y también la lágrima,
la alegría y el dolor compartido,
un verso escrito en el alma,
un amor que deja huella en el camino.

Somos solo una vez en la vida,
pero en ese instante tan pequeño,
vivimos la eternidad contenida,
y en el corazón llevamos nuestro sueño.

Tomado del muro de Tiramisú de Limón

Victor Küppers | El Poder de la Actitud

 
Küppers habla muy rápido y utiliza diversos regionalismos. Les invito a tener la paciencia de escucharlo con atención. Su mensaje es muy poderoso.

CONFETI DE LETRAS


He perdido en la vida amores importantes, amores que no puedo llamar me hayan sido arrebatados, porque la muerte no arrebata, puede ser que llegue sin anunciarse, otras nos irá dando señales de que se aproxima, pero nada oculta, nadie ignora que la muerte es el fin único que tenemos seguro en esta vida.

Han calado hondo en mi corazón, han dejado espacios que nada ni nadie puede llenar, tan solo la nostalgia, los recuerdos que anidan en ellos y que constantemente transitan en mi cabeza, agitando el paso de mi corazón, provocándome a veces sonrisas, otras llanto, emociones diversas de lo que viví y que el pasado guarda, pero la memoria recrea en mi presente.

Ante esto solo queda la resignación, la aceptación, sin reproches, sin convertir la vida en una lamentación crónica, que solo nos impide ser y estar en paz con nosotros mismos, y nos convierte en seres que contagian tristeza y desánimo.

He recorrido más camino que el me queda por andar, aprendido a vivir con lo que la vida me ofrezca, he perdido afectos incluso en vida por distintas razones y he seguido deseando que donde quiera que hayan quedado, quizá envueltos en el olvido, hayan dejado por lo menos una huella que los haga valer tan solo un poco. Conservo sin embargo tanto amor en mi vida, que al lado de mis amores inmortales que físicamente, tan solo físicamente se me han ido, serán combustible suficiente para mantener en mi alma encendida la pasión por vivir, por seguir riendo, por sobrellevar las penas propias y ser empática con las ajenas.

Voy a seguir en este último tramo, más lenta la marcha, pero en incesante búsqueda de ser yo misma, sin falsear mi imagen para agradar, aceptándome y al lado de aquellos que me ofrecen su afecto sin reservas, con tolerancia, sin juicios que me roben la paz y a los cuales por supuesto retribuya con lo mismo o más a cambio.

La muerte no nos arrebata afectos, pero sin duda en la vida si que somos presas de que se nos despoje de ellos, a veces sin siquiera darnos una sola razón.

Cortometraje sobre el amor perruno