CARTOGRAFIA TERCER MILENIO
El pasado día 5 celebramos la Batalla de Puebla, comandada
por el general Ignacio Zaragoza, durante la invasión francesa de 1862. Zaragoza nació en Goliad, población asentada
junto a la Bahía del Espíritu Santo, del entonces estado de Coahuila-Texas,
razón por la cual en el país norteamericano se celebra la mexicanidad más en
esta fecha que en septiembre.
Sorprende la forma como, a lo largo de la historia, las
fronteras físicas han ido cambiando por razones sociales y políticas, de manera
que tienen un impacto cultural en sus
habitantes. Ahora me vino a la mente este ejemplo de Zaragoza para representar
los cambios ideológicos que vienen teniendo nuestras sociedades en este tercer
milenio. Me permito citar algunos
ejemplos:
Nasson Joaquín García, actual líder de la iglesia “La luz
del mundo” ha sido condenado en California a dieciséis años de prisión por la
violación de tres menores de edad. Se
quedaron en capilla otros 19 cargos por el mismo delito, aunque se supone que
son, tal vez, centenares de víctimas. En un sistema autocrático como el de esta
iglesia, los fieles, la mayoría de las veces, se encuentran bloqueados para actuar en contra de la figura
de autoridad. A tal grado han sido
desacreditados por el propio sistema, que no se atreven a alzar la voz. En contraste con estas personas que hicieron
la denuncia, hay muchas más que han callado.
Y lo más grave, hay estructuras externas a la propia iglesia que, del
mismo modo, se hacen de la vista gorda para considerar dichas acusaciones. Ahí tenemos, hace 3 años, a Martí Batres
permitiendo, por parte del gobierno de la Ciudad de México, que en el Palacio
de Bellas Artes se organizara una gran celebración por los 50 años de Nasson,
cuando ya pesaban sobre él graves acusaciones.
Recuerdo en esas fechas haber viajado por tierra a la Riviera Nayarita,
y observar en las pequeñas poblaciones rurales grandes espectaculares alabando
a Nasson por su aniversario. De ese
tamaño el peso del sistema sobre los fieles creyentes.
En muchos sentidos vivimos en una sociedad con fronteras
cambiantes: En el lenguaje, en las costumbres, en la política. Tenemos incontables funcionarios que utilizan
y sacan tajada de un cargo público para beneficio propio y de los suyos. Actúan como si fuera lo esperado, y el resto
de nosotros nos comportamos de manera
indiferente, cual diciendo: “Claro, se esperaba que hiciera mal uso de su
cargo, como todos los demás lo hacen”.
Esa apatía ciudadana es la que ahonda los problemas de corrupción.
Nuestro primer mandatario actúa de manera ambigua: Tacha de
traidores a la patria a aquellos representantes populares que no coinciden con
su forma de pensar, en tanto protege y justifica a los integrantes del crimen
organizado. El mensaje que da a la
población es muy confuso. Quien tiene
conocimientos para “echar las luces largas” y ver más allá de los hechos, podrá
entender qué hay en el fondo del asunto.
Quien maneja sólo las luces cortas, concluye que ahora así son las
cosas, asunto grave para todos, puesto que genera un fenómeno de impunidad.
Con esta misma óptica podemos ir analizando muchos hechos en torno nuestro: Los tiroteos en la
Unión Americana son cada día más frecuentes.
El gobierno de aquel país permite
la libre venta de armamento y cartuchos a partir de los 18 años, argumentando la
protección personal. Sigo sin entender
la razón para la venta sin control de armas semiautomáticas de combate. Nuevamente, esas fronteras entre lo sensato y
lo insensato se dan de manera incierta, y para ello tenemos un buen número de
casos en los que, por razón de esa libertad, han pagado con su vida personas
inocentes.
Algo similar se presenta respecto a la muerte: Amanecen los
medios impresos y digitales dando cuenta de incontables asesinatos con
violencia. Cuerpos regados sobre la
cinta asfáltica, que dejan un mensaje muy claro de desprecio por la vida. Estos códigos llevan a reforzar la idea de
que, como diría José Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”. Nuevamente, las fronteras entre lo que debe
ser y lo que es, se pierden, para desánimo de quienes somos testigos de tales
hechos terribles, que nos van taladrando el entendimiento.
Como sociedad nos preguntamos cómo nos desbarrancamos hasta el punto donde nos
hallamos ahora. Volteamos en búsqueda de
una solución, y algunos ya comenzamos a soñar con que llegue un personaje a
salvar a México en el 2024. Lo que necesitamos
asimilar es que, mientras no nos consolidemos como sociedad y actuemos haciendo
frente común, las cosas seguirán igual o peor.
Si no nos proponemos salir de nuestra tibieza y de manera valiente
comenzar a definir las fronteras entre lo ético y lo que no lo es, nunca podremos
salir del bache en el que estamos.