DAÑO MORAL Y
FRACTURA INSTITUCIONAL
Lo expresado por el presidente Andrés Manuel López Obrador,
respecto al Dr. Jaime Nieto Zermeño, director del Hospital Infantil de México
Federico Gómez, es asunto serio. Desde su
investidura como presidente de la república, es muy serio.
Si nuestra actuación rebasa
el entorno personal, nos convertimos en figuras públicas, obligados a un dicho responsable, respaldado en datos
duros. Mandatorio hacerlo, en especial para
salvaguardar la calidad moral de las personas.
Después de un año nos hemos acostumbrado a las expresiones festivas
y hasta ocurrentes, del ejecutivo federal. Atestiguamos su forma de celebrar el
ocupar el cargo que hoy ostenta, ya sea a través de la mañanera, ya con los
pobladores de los diversos lugares que visita.
Una cuestión muy distinta se presenta cuando se trata de
fincar responsabilidades. En este caso,
con respecto a la falta de medicamentos para
niños con cáncer, el mandatario sugiere la posibilidad de irregularidades
en el abasto, por parte del director del Hospital Infantil. Como médico pediatra de provincia, no tengo
el gusto de conocer en persona al doctor Nieto, pero sí sé de su trayectoria profesional,
así como de la opinión que su desempeño dentro del Hospital Infantil merece a
diversos pediatras formados en él. Por cierto, un nosocomio por el que guardo
especial aprecio, puesto que uno de sus primeros especialistas, que llegó a ser
mano derecha de su fundador Federico Gómez, fue Lázaro Benavides, un pediatra coahuilense
de gran valía moral. Así, desde sus inicios
en 1943, y a cargo de excelentes profesionales, dicha institución ha trabajado
teniendo por consigna el interés superior de la niñez mexicana.
Una cuestión es manifestar el sentir propio en redes sociales, tantas veces
bajo un seudónimo que permite atacar a
otros sin consecuencias. Algo muy
distinto es hacerlo desde una tribuna como figura pública, obligado a rendir cuentas a la sociedad. A partir del momento en que se sugirió por
parte del ejecutivo, la posible responsabilidad del doctor Jaime Nieto en malos
manejos, se han hecho escuchar diversas voces que lo refutan como un juicio
temerario, sin fundamento, dicho tal vez para salir del paso en ese momento,
como ha sucedido más de una vez en esta administración. Hoy sumo mi opinión a la
de esos colegas que conocen al doctor
Nieto, que han trabajado con él, y que manifiestan su rechazo a señalamientos hechos sin pruebas que los sustenten.
En el ejercicio periodístico, como función pública que es, cada
expresión personal debe tener datos duros que la respalden, principio que
aprendí en los albores de mi oficio. Así se trate de un artículo de opinión, no
puedo escribir por simple corazonada; el periodismo y la fe no son compatibles,
de manera que el “yo creo” no aplica al momento de hacer pública mi opinión.
Tengo plena libertad de expresarla, sin
lugar a duda, pero siempre más allá de mi particular parecer, con base en datos
comprobables.
Atribuir desde una tribuna, determinada responsabilidad a
una persona, sin la debida comprobación de hechos, equivale a una forma de daño
moral. Como lo mencioné al inicio, es
algo que repetidamente se hace en redes sociales, tantas veces desde el
anonimato. Pero como figura pública desde una tribuna, estamos obligados a
hacernos responsables de nuestro dicho.
Reconozco en usted, señor presidente, una notable
inteligencia interpersonal. De acuerdo
con los principios expresados por Alex Grijelmo, en su magistral obra “La
seducción de las palabras”, su mensaje ha
sabido llegar a donde se necesita, al corazón de ciudadanos desesperanzados, hambrientos de un
cambio. Ese encantamiento sigue vigente en gran parte de la población, al grado
que algún tuitero expresó, con relación
al problema del desabasto y en defensa suya, que “esos angelitos darán la vida
por un México mejor”.
Los problemas de un país no se resuelven destruyendo sus
instituciones. El doctor Nieto es muy
claro en afirmar que la nación es lo primero, y vaya que lo dice desde la
difícil situación que él y su familia están
sufriendo.
Los médicos enfrentamos la enfermedad y la muerte cada día.
Nuestra formación profesional nos aleja de ser indiferentes ante el sufrimiento
del paciente o de sus familiares. Un especialista
que ocupa la dirección de un hospital nacional de alto renombre, regido por un
cuerpo de gobierno, difícilmente va a ser un ladrón insensible. Pero, si así se sospechara, antes de
señalamientos públicos habría que hacer las diligencias por los canales
correspondientes, con las pruebas en la mano.
Señor presidente: Me preocupa la liviandad de sus
declaraciones, tanto por el daño moral a un colega de excelencia, como por la
fractura de las instituciones más sólidas que México tiene.