SENSATEZ Y
COVID-19
Al tiempo en que esto escribo, se
ha confirmado en México un par de casos de infección por el COVID-19, o
coronavirus de Wuhan. Sucede como en el 2009, cuando la influenza AH1N1: Nos
invade una zozobra cercana al pánico. La
influenza española de 1918 terminó con la vida de cerca de 50 millones de seres
humanos. La cifra es difícil de precisar, puesto que no existían las
condiciones para un registro sanitario confiable. Hoy, aparte del registro
universal, vivimos la hiperinformación, lo que complica el asunto.
La aparición de la influenza AH1N1 permitió desarrollar protocolos de prevención. Colateralmente surgió una considerable
cantidad de información sin bases científicas, o hecha a modo, que no dejó de
alarmarnos. El panorama actual, ante el
surgimiento de la infección por COVID-19 se presenta más complejo todavía. Hay factores económicos, políticos y
culturales que dependen en forma directa de los gobiernos, y que, de no
atenderse en forma adecuada, agravarían el problema. Hay otros elementos relacionados con la
comunicación, que dependen mucho de nuestro modo de actuar como
internautas. En seguida me explico,
primero un dato para ilustrarlo:
Hace una semana tuve la
oportunidad de participar en una sesión de taller virtual con Liliana Blum,
extraordinaria narradora duranguense, quien acaba de publicar: “La tristeza de
los cítricos”. Al referirse a la creación de personajes, hizo una
simpática y clara alusión al maniqueísmo de los personajes de telenovela popular
mexicana: Los buenos son siempre buenos en todo, y los malos son malvados, sin excepción. Nos llamó a no perder de vista que los
personajes con los que nos sentimos identificados, están dados en tonos grises,
con virtudes, pero también con defectos.
Con aciertos y desaciertos, porque así es la vida. Fue un principio muy
aleccionador para mí, en particular al tiempo de abordar asuntos relacionados con el uso que
hacemos de la Internet.
Cuando surge un evento
potencialmente catastrófico, como sería una pandemia por COVID-19, afloran en
redes sociales actitudes contrastantes: Aparecen comunicadores bien informados,
con la debida autoridad moral; dominan el tema y parten de datos duros para
escribir. Más delante están los entusiastas, que, bien intencionados, pero sin información
confiable, pretenden alertar a los internautas, en ocasiones agregando ideas de su propia cosecha. Luego están aquellos que dan vuelo a cierta
narrativa perversa con el fin de sembrar pánico; muchas veces parten de datos
duros que manejan a modo; otras dan
vuelo a su imaginación, atribuyendo el origen del virus a elementos
fantásticos, o dictando medidas de prevención o manejo carentes de bases científicas.
¡De los mal informados y de los malvados, cuídanos, Señor!
Cuando la aparición de la
influenza AH1N1, el doctor Julio Frenk, entonces titular de la Secretaría de
Salud, llevó a cabo un impecable protocolo de prevención, de manera que la enfermedad
no alcanzó en absoluto niveles catastróficos.
En todo momento estuvo respaldado por su especialización en el área de
Salud Pública, así como el acatamiento puntual de las indicaciones dictadas por
la OMS. Ello representó una garantía de
control epidemiológico. El panorama que
se presenta cuando surgen los dos primeros casos de COVID-19 es distinto: El Dr. Jorge Alcocer, titular de la
Secretaría de Salud, no es especialista en Salud Pública. Confiemos en que se rodee de un equipo de
epidemiólogos que marquen la ruta crítica; que prive la sensatez para atender a
la OMS, y sobre todo que se dé el apoyo necesario de otros niveles, para acatar
los lineamientos epidemiológicos de manera estricta. Una enfermedad como ésta no puede tomarse a
la ligera, con improvisaciones ni dando entrada a la sensiblería.
Volviendo a nuestra función como
internautas: Ya a estas alturas las redes sociales se hallan inundadas de
hipótesis, recomendaciones y vaticinios sobre lo que podría ser una amenaza de
pandemia por el COVID-19. Se manejan
asuntos varios, desde teorías de conspiración
hasta rechazo a ciertos países por comer víbora, sopa de murciélago y algunos
otros platillos. No ha faltado quien
recomiende remedios: qué tomar o no
tomar; qué comer o dejar de comer, y con qué medicarnos. A ratos nos sentimos abrumados por un alud de
contenidos que, una vez verificados, podrían estar muy alejados de la realidad.
Ante la información que recibamos
a través de redes sociales, las recomendaciones que pudieran funcionarnos como
internautas son: 1) Ser sensatos al leer como al reenviar, 2) No creer todo lo
que se dice, 3) Desconfiar de notas alarmistas, 4) Procurar fuentes confiables
de información, 5) No caer en pánico.
Que cada uno cumpla con lo que le
corresponde, para bien de todos.