CRISTINA PARA
NAVIDAD
La vida es algo así como una travesía que habremos de
cumplir, desde el primer momento de nuestra existencia. Para algunos es muy breve, para el resto el
puerto se avizora a diversas distancias, y conforme avanza nuestra edad
comenzamos a verlo de forma más evidente.
Un final innegable para todos los vivos que, finalmente, se asimila de
muy distintas maneras.
Los mexicanos nos caracterizamos por hacer burla de la
muerte. Nuestro folclor está cargado de
expresiones que dan cuenta de que la muerte “nos hace los mandados”, como se
diría en la jerga popular. Sin embargo,
muy en el fondo, más allá de las artes y artesanías que hacen mofa de la
muerte, dentro de cada uno de nosotros existe la certeza del propio final. Sabemos que, por más que le hagamos “guasa”,
no vamos a escaparnos.
Durante la semana que termina falleció Cristina Pacheco, periodista,
cronista y presentadora que hizo historia en el mundo de la palabra
escrita. Su formación académica como
licenciada en Letras Españolas en la UNAM y la cercanía a su esposo, el gran
José Emilio Pacheco influyeron en gran medida en su estilo de contar la
vida. Más allá de esas influencias
Cristina Pacheco imprimió una pátina muy personal a su labor periodística: Sus
temas –invariablemente—tocaron el corazón humano.
En sus distintas etapas, desde las iniciales como reportera
de calle, hasta las últimas en su estudio, la periodista abordó un sinfín de
personajes con historias de lo más variado.
Si algo la distinguió fue la empatía con el entrevistado. En palabras de mi maestra Magali Tercero: Se
metía bajo su piel para sentir como los propios entrevistados. Con toda seguridad fue esta identificación
entre entrevistador y entrevistado lo que más será recordado cuando se hable de
ella.
Hace unas cuantas semanas Cristina Pacheco, al final de un
programa televisivo, dio la noticia de que se retiraba “al menos por un
tiempo”. Su estado anímico traicionó el
tenor de sus palabras; lo dijo con voz entrecortada, sabiendo que el regreso no
sería posible. Un problema de salud que
al momento de detectarse se encontraba en una fase avanzada, puso fin a su
vida. Hay que decirlo, a su vida física,
porque el espíritu con que imbuyó su impecable crónica urbana, la hará seguir
presente para futuras generaciones.
Un último guiño de su generosidad: Cristina Pacheco muere en
vísperas de la Navidad. Me hizo recordar a mi abuela paterna quien partió a
mediados de diciembre, precisamente para, dada la cercanía de la Nochebuena,
evitar ser evocada con tristeza.
Cristina nos deja un legado inspirador: Para ella nunca hubo
entrevistados de primera o de segunda.
Halló la profunda sabiduría que movía las manos del artesano, del
zapatero remendón o del organillero. A
través de su palabra cinceló el material verbal de sus entrevistados, para
presentárnoslos de manera más que original y poner en evidencia que cada oficio es único
en nuestra sociedad. Su labor
periodística dignificaba cualesquiera tareas en las que se enfocara.
Un creador nunca muere.
Queda su obra como testimonio que se renueva cada vez que los sentidos
de quien se aproxima a ella son tocados por la magia de su creador. Tomar elementos tan simples como la palabra
en su expresión oral, para crear catedrales del amor por la vida, es una forma
de trascender, de seguir en este mundo, navegando en las aguas por las que
todos emprendemos nuestra personal travesía.
Son obras que hacen las veces de salvavidas, o de faros, o de islas,
para que el cansado navegante se reponga, antes de continuar.
¡Qué bello regalo nos deja Cristina Pacheco: la enseñanza de
ver a nuestro amado México con ojos de amor! Nos llama a descubrir lo
trascendente en lo nimio; lo profundo en lo más leve, y el verdadero sentido de
nuestra existencia cada mañana, ahora cuando nuestro sol invernal emerge de
oriente como brasa viva, inflamando todo lo que toca. Los dichos de la artista de la palabra nos
llevan a sentirnos más que privilegiados de vivir en donde vivimos, y dar
gracias al cielo por ello.
Descanse en paz un gran ser humano a quien habremos de
recordar cada vez que fijemos la mirada en personajes de apariencia modesta, en los que se encierran grandes maestros en el
arte de vivir. Mucho nos deja ella a
todos acerca del uso de la palabra para
descubrir, exaltar y agradecer por el hecho de haber nacido aquí.
Felices fiestas.
Vivámoslas con la sencillez y el asombro de un niño pequeño que forja
memorias para toda la vida. Gocemos con
agradecimiento lo que hoy tenemos en nuestra vida y en nuestra mesa, y en la
medida de lo posible, compartamos con quien menos tiene. Que, en ese generoso acto de dar, se
acrecienta nuestra propia alegría.
¡Gracias, Cristina, ¡por tu enseñanza de vida para México!