domingo, 24 de diciembre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

CRISTINA PARA NAVIDAD

La vida es algo así como una travesía que habremos de cumplir, desde el primer momento de nuestra existencia.  Para algunos es muy breve, para el resto el puerto se avizora a diversas distancias, y conforme avanza nuestra edad comenzamos a verlo de forma más evidente.  Un final innegable para todos los vivos que, finalmente, se asimila de muy distintas maneras.

Los mexicanos nos caracterizamos por hacer burla de la muerte.  Nuestro folclor está cargado de expresiones que dan cuenta de que la muerte “nos hace los mandados”, como se diría en la jerga popular.  Sin embargo, muy en el fondo, más allá de las artes y artesanías que hacen mofa de la muerte, dentro de cada uno de nosotros existe la certeza del propio final.  Sabemos que, por más que le hagamos “guasa”, no vamos a escaparnos.

Durante la semana que termina falleció Cristina Pacheco, periodista, cronista y presentadora que hizo historia en el mundo de la palabra escrita.  Su formación académica como licenciada en Letras Españolas en la UNAM y la cercanía a su esposo, el gran José Emilio Pacheco influyeron en gran medida en su estilo de contar la vida.  Más allá de esas influencias Cristina Pacheco imprimió una pátina muy personal a su labor periodística: Sus temas –invariablemente—tocaron el corazón humano.

En sus distintas etapas, desde las iniciales como reportera de calle, hasta las últimas en su estudio, la periodista abordó un sinfín de personajes con historias de lo más variado.  Si algo la distinguió fue la empatía con el entrevistado.  En palabras de mi maestra Magali Tercero: Se metía bajo su piel para sentir como los propios entrevistados.   Con toda seguridad fue esta identificación entre entrevistador y entrevistado lo que más será recordado cuando se hable de ella.

Hace unas cuantas semanas Cristina Pacheco, al final de un programa televisivo, dio la noticia de que se retiraba “al menos por un tiempo”.   Su estado anímico traicionó el tenor de sus palabras; lo dijo con voz entrecortada, sabiendo que el regreso no sería posible.  Un problema de salud que al momento de detectarse se encontraba en una fase avanzada, puso fin a su vida.  Hay que decirlo, a su vida física, porque el espíritu con que imbuyó su impecable crónica urbana, la hará seguir presente para futuras generaciones.

Un último guiño de su generosidad: Cristina Pacheco muere en vísperas de la Navidad. Me hizo recordar a mi abuela paterna quien partió a mediados de diciembre, precisamente para, dada la cercanía de la Nochebuena, evitar ser evocada con tristeza.  Cristina nos deja un legado inspirador: Para ella nunca hubo entrevistados de primera o de segunda.  Halló la profunda sabiduría que movía las manos del artesano, del zapatero remendón o del organillero.  A través de su palabra cinceló el material verbal de sus entrevistados, para presentárnoslos de manera más que original  y poner en evidencia que cada oficio es único en nuestra sociedad.  Su labor periodística dignificaba cualesquiera tareas en las que se enfocara.

Un creador nunca muere.  Queda su obra como testimonio que se renueva cada vez que los sentidos de quien se aproxima a ella son tocados por la magia de su creador.  Tomar elementos tan simples como la palabra en su expresión oral, para crear catedrales del amor por la vida, es una forma de trascender, de seguir en este mundo, navegando en las aguas por las que todos emprendemos nuestra personal travesía.  Son obras que hacen las veces de salvavidas, o de faros, o de islas, para que el cansado navegante se reponga, antes de continuar.

¡Qué bello regalo nos deja Cristina Pacheco: la enseñanza de ver a nuestro amado México con ojos de amor! Nos llama a descubrir lo trascendente en lo nimio; lo profundo en lo más leve, y el verdadero sentido de nuestra existencia cada mañana, ahora cuando nuestro sol invernal emerge de oriente como brasa viva, inflamando todo lo que toca.   Los dichos de la artista de la palabra nos llevan a sentirnos más que privilegiados de vivir en donde vivimos, y dar gracias al cielo por ello.

Descanse en paz un gran ser humano a quien habremos de recordar cada vez que fijemos la mirada en personajes  de apariencia modesta, en  los que se encierran grandes maestros en el arte de vivir.  Mucho nos deja ella a todos acerca del uso de  la palabra para descubrir, exaltar y agradecer por el hecho de haber nacido aquí.

Felices fiestas.  Vivámoslas con la sencillez y el asombro de un niño pequeño que forja memorias para toda la vida.  Gocemos con agradecimiento lo que hoy tenemos en nuestra vida y en nuestra mesa, y en la medida de lo posible, compartamos con quien menos tiene.  Que, en ese generoso acto de dar, se acrecienta nuestra propia alegría.

¡Gracias, Cristina, ¡por tu enseñanza de vida para México!

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