domingo, 29 de abril de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo

EL HIJO QUE SÍ HE TENIDO
…el hijo que no he tenido es mi verdadera obra maestra: Ramón López Velarde

30 de abril: Día del Niño.  Fecha instaurada por la ONU, festejada por todos, aprovechada por el comercio para lo suyo, y por las buenas conciencias para reivindicar la figura del infante.   Ocasión en la que todos amamos a los preciosos enanos que revolotean alrededor nuestro en casa, en la escuela o en la vía pública.  Hoy los adoramos y  celebramos.  Los restantes 364 días del año: ¿Qué  hacemos?
     Como pediatra me ha tocado conocer el mundo desde la perspectiva de mis pacientes, a partir del  momento cuando llegan al mundo.  Abandonan de manera intempestiva el bendito claustro materno, que les proporcionó  sereno albergue por algo así como 40 semanas, sin contacto con la luz, y percibiendo sonidos como sordos murmullos  de cuando en cuando.  Su única constante era el tum-tum de la circulación materna que los abrazaba mediante esa placenta proveedora de oxígeno y nutrientes.  En el mejor de los casos, acompasados por los dulces cantos de una madre amorosa.  De súbito,  en minutos se enfrentan a la luz,  intensa cuando se trata de un área hospitalaria.  Los sonidos son muy fuertes en comparación con lo que habían conocido.  Aparece la sensación de frío,   extrema para ellos, por su piel tan delgada.  Hay manipulación, los cargan, los mueven, los revisan y pesan; algunas veces los limpian de manera enérgica. En esas primeras  horas  de vida  reciben sus primeros piquetes. Lo más terrible para ellos en esos momentos después del nacimiento,  es la separación de la  madre, fuente de vida.
     Superado, o medianamente superado este episodio, el pequeño va adaptándose poco a poco al ambiente que le tocó vivir.  Freud diría que comienza a elaborar el desprendimiento de la madre; la mamá dirá que no le alcanza el tiempo para todo, llegando a estados de ánimo desde la angustia severa a la depresión profunda,  y al final de todo el desastre  llega la abuela  al rescate.  Por eso es que en la receta para una  infancia  feliz, siempre debe incluirse una abuela amorosa y salvadora.
Es justo este un buen momento para detenernos a analizar bajo qué circunstancias llegó ese chaparrito al mundo, para así entender cuáles son  los compromisos familiares frente a ese nuevo ser que arriba con todo el derecho a una vida feliz.  Aquí sobreviene el primer choque entre sus derechos y nuestra comodidad, en esa realidad absoluta de tener un relojito que llora cada 3 o 4  horas y generalmente ensucia  pañales con igual frecuencia, lo que nos obliga a organizarnos para cumplir con él.
     Comencé con un epígrafe de Ramón López Velarde quien nunca se animó   a participar en ser padre.  Aparte de su convicción personal murió muy joven. De todas formas en su fragmento “Mi obra maestra” expone sus razones, tan válidas entonces como hoy en día.  Sintió no estar preparado para hacerlo.  Ello invita a una reflexión, ojalá que no para que los jóvenes se sumen a la postura del poeta, sino más bien para que analicen si ya están preparados del todo, y en caso de no estarlo,  se den el tiempo para conseguirlo antes de colocarse en situación de engendrar un hijo.
     A estas alturas del desarrollo de la humanidad no es válido decir que esa nueva vida es resultado de “un accidente”.  Habrá que revisarnos por generaciones, si los adultos más adultos estamos cumpliendo con preparar a los  jóvenes a hacerse responsables de sus actos y de las consecuencias de los mismos.  No podemos cerrar los ojos y decir “ya Dios dirá”, pretendiendo transferir la responsabilidad personal a una instancia celestial.
     En estos días la prensa local reportó el caso de una chica de 16 años que le comunicó a su padre que podría estar embarazada, y el progenitor arremetió contra ella golpeándole el abdomen con una tabla.  Yo sé que es el caso extremo, la punta del iceberg, la nota roja que no nos interesa leer.  Sin embargo hay que hacerlo y luego ir al espejo a mirarnos,  a escudriñar bien.
     Demos vuelo a nuestra sana alegría en el Día del Niño.  Alegrémonos con ellos, festejemos también, permitamos salir nuestro niño interior y gocemos.  Pero al final del día, por favor, dejemos la casa recogida, retomemos nuestra postura de adultos y hagamos un examen de conciencia muy personal, muy serio: Analicemos si celebramos por un día a ese niño, o si en realidad estamos construyendo un andamiaje que le permita acceder a las mejores oportunidades en la vida, a las que él tiene derecho por el solo hecho de haber nacido.  Verifiquemos si nosotros tenemos las mejores calificaciones como educadores, y si no las tenemos, habrá que trabajar en conseguirlas.
     La vida del hijo es  obligación sagrada, con una fuerza tal que propicia los mejores cambios en nosotros.  No debemos olvidarlo.

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza

Participación de Claudia Luna durante el homenaje al maesttro Javier Villarreal Lozano.
"Lord" Javier Villarreal Lozano
Más de una vez, el destino me ha privilegiado con colocarme en un lugar y un tiempo que se convierten en toda una experiencia de vida.  Así sucedió el pasado viernes 27, cuando tuve oportunidad de asistir al emotivo homenaje que le brindaron los directivos, docentes, alumnos y egresados de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAdeC, al maestro Don Javier Villarreal Lozano.

"Maestro" en toda la extensión de la palabra, un ser humano sencillo, despojado de cualquier resquicio de egolatría, que durante 38 años enriqueció aulas y pasillos; mentes y corazones, de miles de jóvenes alumnos de la citada facultad, que hoy son mejores personas por haber encontrado a Don Javier en su camino.

Los oradores se dirigieron a él con la emoción  como impronta viva en su voz.  La doctora Zoila Hernández--ex-directora de la carrera-- evocó las formas como Don Javier impactó su vida. Claudia Luna, la poeta, nos puso a vibrar con sus palabras para el maestro. David Brondo --periodista--  hizo lo propio, aunque imprimiendo un tono divertido a sus palabras, mismas que presentaron a Don Javier como lo que es, un ser humano a carta cabal. Fue él quien mencionó la palabra "Lord" en alusión al distinguido porte del maestro, evocando las raíces lingüísticas de la palabra, para significar que es una figura que provee del sustento necesario a una comunidad.  En este caso se refirió al sustento moral, a la congruencia entre el ser y el decir; entre el pensar y el actuar. 

Lord Javier Villarreal Lozano se despide de su labor docente  para continuar con los muchos proyectos que ha debido dejar en obligada pausa, y seguramente para inventarse otros más.  Nos hace saber que va a extrañar las aulas en las que no sabe precisar si sus alumnos aprendieron, pero él sí lo hizo. Lo dice con la sencillez de un espíritu grande que no teme reconocer su condición  humana.  Sabemos que continuará su profunda labor de historiador, que ahondará más en sus investigaciones sobre Carranza.  Recorrerá el mundo y nos obsequiará esas crónicas vivas en las que parece que sus palabras nos llevan volando por encima de montes y planicies; de océanos y desiertos, en búsqueda de la Ítaca soñada, junto con Odiseo y la poeta, y todos los que  se atreven  a soñar, y de este modo salvan al mundo de la desesperanza.

¡Felicidades, maestro! Enhorabuena y larga vida para usted.  

Historia de un oso: Animación

Una hermosa historia de amor y en contra del maltrato de especies animales en los circos. Video producido en Chile, ganador de un Óscar.

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza



ORACIÓN DEL VERDOR

Amanece. Gracias, Señor, por poner frente a mis ojos de este modo  la palabra "equilibrio".

Va despertando la naturaleza.  Despliega la vastedad de estímulos con  que hoy me regala.

En el verdor pujante del amanecer cada ave tiene su espacio y su voz.

Vuelvo al origen de la vida, a tratar de entender cómo es que aves de plumajes tan distintos consiguen convivir en armonía. Ni siquiera  la vanidad del cardenal rojo amapola se resiste al orden.

Hay gritos agoreros que se encuentran en el aire con chirridos que llegan a ser armónicos.  Más allá un tum-tum marca el ritmo de la danza que emprende la naturaleza solo para mí. Por acá un canto como chasquido en las diestras manos de la crotalista.

Es frente al amanecer que palpita a temprana hora, antes de que las acciones del hombre ensordezcan trinos y cantos,  que consigo medir mi talla real, y entender la pequeñez de mi ser en el cosmos.

A mis cavilaciones las interrumpe el golpeteo de alas del ave cubierta de charol.  Reta al rugido de los motores de una pesada máquina que cruza la bóveda celeste.  Me admira cómo la silencia.

Más allá algo cae del árbol de pesadas ramas.  No logro precisar si sea una hoja que se desprende o un ave que se lanza en picada por un grano oculto entre los verdes copetes de césped.  Habrá que esperar con la mirada atenta para descubrirlo.

Hay árbol para todos, grandes y pequeños; veloces y lerdos; tempraneros o tardíos.  Hay fronda para todos, frescura al  cansancio de cada uno.

Pienso en nosotros los humanos y nuestra pasión por adueñarnos del mundo: ¿Por qué pelear si hay árbol para todos?

Aquí frente a mí se cumplen los ciclos de la vida con mansedumbre. Como viva lección que me veo obligada a compartir.

El concierto de la naturaleza me deja  sin saber responder  a la pregunta: ¿Cuál es mi canto, Señor?


MINIMALISMO: ¿Qué y por qué?

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No me imagino mi vida sin expectativas. Cada decisión, cada acción va precedida por ellas. Siendo así, con frecuencia habrá posibilidad de sentirse defraudado, decepcionado, porque se fue demasiado ambicioso en aquello que se esperaba de alguien o de algo.

¿En base a que fijamos nuestras expectativas? Quizá esa sea la clave para que nuestra idea del resultado sea compatible con la operación. Demasiado soñadores, poco analíticos, ponemos nuestra fe en algo o alguien, y nos dejamos llevar por la ilusión, rebasando las fronteras de la racionalidad, dejando espacio solo al corazón, yendo incluso contra una realidad que nos intenta prevenir de una catástrofe emocional.

Por el contrario, pudiera ser que un mecanismo de defensa inconsciente nos llevara a tener expectativas muy bajas, preferimos sorprendernos que decepcionarnos, así el golpe será menos. Si acaso nuestra percepción fue errónea, la experiencia de sufrimientos añejos nos hace ser más cautelosos, ya no damos rienda suelta a lo que luego resulta haber sido solo una ilusión.  Nuestras expectativas muchas veces han ido a la baja como consecuencia de no haber tenido previamente congruencia entre lo que esperábamos y lo que realmente sucede.

¿Son las expectativas entonces lo que nos define como optimistas o pesimistas?¿Son ellas las que nos motivan o nos hacen desistir de intentar lograr algo? ¿Cómo llegar a tener la sabiduría necesaria para no crear falsas expectativas, para ser certeros en la magnitud de ellas y que sean herramientas útiles para saber qué esperar de la vida, de los demás, de nosotros mismos?

Equivocaciones habremos de seguir teniendo hasta el final de nuestros días, pero a pesar de saber que me puedo equivocar, tengo y mantengo muy altas mis expectativas sobre lo que el amor puede lograr en el mundo, y aunque muchas veces la vida me ha demostrado lo contrario, sigo confiando en que éste salvará a la humanidad.

Virtuosos al violín.

Christian Li, de 12 años, ganador de la categoría Junior en la competencia Yehudi Menuhin 2018 Gracias, amiga Ginnette por tu excelente sugerencia.