domingo, 29 de abril de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No me imagino mi vida sin expectativas. Cada decisión, cada acción va precedida por ellas. Siendo así, con frecuencia habrá posibilidad de sentirse defraudado, decepcionado, porque se fue demasiado ambicioso en aquello que se esperaba de alguien o de algo.

¿En base a que fijamos nuestras expectativas? Quizá esa sea la clave para que nuestra idea del resultado sea compatible con la operación. Demasiado soñadores, poco analíticos, ponemos nuestra fe en algo o alguien, y nos dejamos llevar por la ilusión, rebasando las fronteras de la racionalidad, dejando espacio solo al corazón, yendo incluso contra una realidad que nos intenta prevenir de una catástrofe emocional.

Por el contrario, pudiera ser que un mecanismo de defensa inconsciente nos llevara a tener expectativas muy bajas, preferimos sorprendernos que decepcionarnos, así el golpe será menos. Si acaso nuestra percepción fue errónea, la experiencia de sufrimientos añejos nos hace ser más cautelosos, ya no damos rienda suelta a lo que luego resulta haber sido solo una ilusión.  Nuestras expectativas muchas veces han ido a la baja como consecuencia de no haber tenido previamente congruencia entre lo que esperábamos y lo que realmente sucede.

¿Son las expectativas entonces lo que nos define como optimistas o pesimistas?¿Son ellas las que nos motivan o nos hacen desistir de intentar lograr algo? ¿Cómo llegar a tener la sabiduría necesaria para no crear falsas expectativas, para ser certeros en la magnitud de ellas y que sean herramientas útiles para saber qué esperar de la vida, de los demás, de nosotros mismos?

Equivocaciones habremos de seguir teniendo hasta el final de nuestros días, pero a pesar de saber que me puedo equivocar, tengo y mantengo muy altas mis expectativas sobre lo que el amor puede lograr en el mundo, y aunque muchas veces la vida me ha demostrado lo contrario, sigo confiando en que éste salvará a la humanidad.

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