UN MÉXICO
ALENTADOR
Lo único que tenemos
es lo propio. José A. Lozano Díez
Gracias a la maravilla de la tecnología, he disfrutado
espectáculos que se vienen presentando en
el Festival Cervantino. Así pude gozar
la presentación del grupo de danza folklórica de Amalia Hernández, el cual –por cierto—está
cumpliendo 70 años de existencia. A
través de la pantalla, como si estuviera en primera fila, vibré con cada uno de
los cuadros presentados, el colorido, la maestría de los danzantes y la alegría
que lograban transmitir hasta mi asiento en casa, desde la memorable Alhóndiga de Granaditas.
Por un momento me transporté en el tiempo a mis años de
infancia: Me sentí esa niña de siete u ocho años llevada por sus papás a
presenciar aquel grupo dancístico por primera ocasión. Lo que más recuerdo de todo es la emoción con
la que mi mamá, justo antes de iniciar el espectáculo, me invitó a poner mucha
atención a ese grupo que, ahora que lo veo a través del tiempo, estaba en
ciernes. El apoyo audiovisual de los recursos que la tecnología provee, guarda perfecto
equilibrio con los movimientos corporales de los danzantes, de manera que,
lejos de opacar, exalta sus interpretaciones. Fueron dos horas que se pasaron
como el agua, llevándonos desde el extremo norte del país, con la Danza del
Venado al oeste y los sones tamaulipecos al este, para más delante recorrer las
distintas entidades hasta la frontera sur del país. Resulta asombroso el colorido de los trajes,
en particular de las mujeres, y la coordinación que existe entre los músicos
con metales y cuerdas, y los ejecutantes de las distintas danzas al
frente. Una vez terminado el programa
oficial nos anunciaron una sorpresa como encore: la interpretación del Huapango de Moncayo,
en un popurrí dancístico desbordante.
Todos los espectadores podríamos haber seguido de largo disfrutando del
evento otras dos horas; así de magistral me pareció.
Justo en estos días he venido escuchando los planteamientos de
los aspirantes a candidatos de los distintos partidos políticos. Me gusta mucho la postura inteligente y puntual de Enrique De la
Madrid. Escucharlo invita a participar
en esa planeación global de estrategias para un México mejor y posible. La comparecencia de Claudia Ruiz Massieu
apeló a ese sentimiento patrio que nos lleva a estremecernos al entonar el
himno nacional, o cada vez que frente a
nosotros pasa ondeando la enseña patria.
Como me sucedió con el ballet de Amalia Hernández, la emoción de las palabras
de Claudia Ruiz Massieu me remontó a esos años de mi infancia, cuando “nación”
era un término respetable al que se honraba de manera profunda, con todo el
ser, al grado de sentir que se nos cortaba la respiración al ver pasar frente a
nosotros el lábaro patrio.
Me parece contrastante con el escenario en el que nos
hallamos hoy en día. Se percibe un
México desencantado, poco proactivo; crítico frente a las fallas del sistema,
pero más bien poco dispuesto a trabajar por mejorarlo. Muchas veces, ni
siquiera se toma el tiempo para pensar
cómo podría cambiar el estado de cosas.
En un panorama así, los ciudadanos no nos hallamos muy dispuestos a
echarle ese extra de ganas que México necesita en estos momentos, y que a todos
nos corresponde invertir por el bien propio y de nuestras familias. Señala con sobrado acierto el Dr. Lozano Díez, rector de la Universidad
Panamericana: Estamos sufriendo una profunda crisis de identidad, pues nos
hemos olvidado de vivir nuestra propia vida a fondo. No comparándola con las vidas –reales o
virtuales—de otros, ni con paradigmas que no tienen por qué ser los
nuestros. Nos falta autoconocimiento,
apreciación de lo propio y gratitud para con la vida.
Cierto, hay que decirlo, el aislamiento social al que nos
han llevado, por un lado, la emergencia sanitaria y por el otro el abuso de la tecnología,
nos conduce a no conocer muy bien a ese individuo que se asoma al espejo cuando
estamos frente a él. Hay un dejo de
vacío existencial que buscamos cómo llenar.
Con algo que provenga de fuera, dado que nuestra falta de conocimiento propio
no permite hallar dentro algo tan
interesante como para lanzarnos a explorar y disfrutarlo. En la búsqueda personal de uno mismo, los
elementos más sencillos del entorno despiertan sensaciones, emociones,
ideas. Se alcanza a estar a tal grado
entretenidos, que el resto del mundo podría tacharnos de locos.
Ser auténticos: Vivir la propia vida a fondo. Definir a qué aspiramos y qué herramientas tenemos
para lograrlo. Cierto, siempre
necesitamos de los demás para complementar los proyectos individuales; vivimos
en sociedad. Mas lo medular es tarea de
cada uno.
Descubramos ese yo interior que nos permite amar con ahínco lo
propio, la vida y a nuestro México.