domingo, 23 de octubre de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

UN MÉXICO ALENTADOR

Lo único que tenemos es lo propio.  José A. Lozano Díez

Gracias a la maravilla de la tecnología, he disfrutado espectáculos que se vienen presentando en  el Festival Cervantino.  Así pude gozar la presentación del grupo de danza folklórica  de Amalia Hernández, el cual –por cierto—está cumpliendo 70 años de existencia.  A través de la pantalla, como si estuviera en primera fila, vibré con cada uno de los cuadros presentados, el colorido, la maestría de los danzantes y la alegría que lograban transmitir hasta mi asiento en casa, desde  la memorable Alhóndiga de Granaditas.

Por un momento me transporté en el tiempo a mis años de infancia: Me sentí esa niña de siete u ocho años llevada por sus papás a presenciar aquel grupo dancístico por primera ocasión.  Lo que más recuerdo de todo es la emoción con la que mi mamá, justo antes de iniciar el espectáculo, me invitó a poner mucha atención a ese grupo que, ahora que lo veo a través del tiempo, estaba en ciernes. El apoyo audiovisual de los recursos que la tecnología provee, guarda perfecto equilibrio con los movimientos corporales de los danzantes, de manera que, lejos de opacar, exalta sus interpretaciones. Fueron dos horas que se pasaron como el agua, llevándonos desde el extremo norte del país, con la Danza del Venado al oeste y los sones tamaulipecos al este, para más delante recorrer las distintas entidades hasta la frontera sur del país.  Resulta asombroso el colorido de los trajes, en particular de las mujeres, y la coordinación que existe entre los músicos con metales y cuerdas, y los ejecutantes de las distintas danzas al frente.   Una vez terminado el programa oficial nos anunciaron una sorpresa como encore:  la interpretación del Huapango de Moncayo, en un popurrí dancístico desbordante.   Todos los espectadores podríamos haber seguido de largo disfrutando del evento otras dos horas; así de magistral me pareció.

Justo en estos días he venido escuchando los planteamientos de los aspirantes a candidatos de los distintos partidos políticos.  Me gusta mucho la postura  inteligente y puntual de Enrique De la Madrid.  Escucharlo invita a participar en esa planeación global de estrategias para un México mejor y posible.   La comparecencia de Claudia Ruiz Massieu apeló a ese sentimiento patrio que nos lleva a estremecernos al entonar el himno nacional, o cada vez que  frente a nosotros  pasa ondeando la enseña patria. Como me sucedió con el ballet de Amalia Hernández, la emoción de las palabras de Claudia Ruiz Massieu me remontó a esos años de mi infancia, cuando “nación” era un término respetable al que se honraba de manera profunda, con todo el ser, al grado de sentir que se nos cortaba la respiración al ver pasar frente a nosotros el lábaro patrio.

Me parece contrastante con el escenario en el que nos hallamos hoy en día. Se percibe  un México desencantado, poco proactivo; crítico frente a las fallas del sistema, pero más bien poco dispuesto a trabajar por mejorarlo. Muchas veces, ni siquiera se toma el tiempo para  pensar cómo podría cambiar el estado de cosas.   En un panorama así, los ciudadanos no nos hallamos muy dispuestos a echarle ese extra de ganas que México necesita en estos momentos, y que a todos nos corresponde invertir por el bien propio y de nuestras familias.   Señala con sobrado acierto  el Dr. Lozano Díez, rector de la Universidad Panamericana: Estamos sufriendo una profunda crisis de identidad, pues nos hemos olvidado de vivir nuestra propia vida a fondo.  No comparándola con las vidas –reales o virtuales—de otros, ni con paradigmas que no tienen por qué ser los nuestros.   Nos falta autoconocimiento, apreciación de lo propio y gratitud para con la vida.

Cierto, hay que decirlo, el aislamiento social al que nos han llevado, por un lado, la emergencia sanitaria y por el otro el abuso de la tecnología, nos conduce a no conocer muy bien a ese individuo que se asoma al espejo cuando estamos frente a él.  Hay un dejo de vacío existencial que buscamos cómo llenar.  Con algo que provenga de fuera, dado que nuestra falta de conocimiento propio no permite hallar dentro algo  tan interesante como para lanzarnos a explorar y disfrutarlo.  En la búsqueda personal de uno mismo, los elementos más sencillos del entorno despiertan sensaciones, emociones, ideas.   Se alcanza a estar a tal grado entretenidos, que el resto del mundo podría tacharnos de locos.

Ser auténticos: Vivir la propia vida a fondo.  Definir a qué aspiramos y qué herramientas tenemos para lograrlo.  Cierto, siempre necesitamos de los demás para complementar los proyectos individuales; vivimos en sociedad.  Mas lo medular es tarea de cada uno. 

Descubramos ese yo interior que nos permite amar con ahínco lo propio, la vida y a nuestro  México.

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