RESIGNIFICARNOS
Esta
ha sido una semana de las que bajan los ánimos. Llega la fecha de elaborar la
columna y me encuentro buscando el tema que detone la creatividad para el
escrito semanal. Recurro, entonces, a alguno de mis poetas favoritos. Me topo
con Rainer M. Rilke y sus cartas al joven poeta Franz X. Kappus, en especial
con una que, hablando sobre la procreación, establece que “En las profundidades
es donde todo se vuelve ley.”
Estas
últimas palabras me llevaron a pensar acerca del giro que ha tenido el
pensamiento en el siglo que media entre 1903, cuando el poeta consolidado
escribía al novato, y nuestro tiempo. El maestro austríaco le aconseja, no solo
acerca del arte poética, sino sobre el modo de vivir una vida plena, a partir
de fomentar el arte, primero dentro de sí y luego en su entorno. Rilke aconseja
como si la poesía le otorgara un par de anteojos muy particulares para ver la
vida de un modo distinto. Lo contrasté,
entonces, con la forma más bien ligera como conceptuamos hoy en día tantas
cosas: El acto de la procreación, las relaciones humanas, y en sí el valor de
la vida. Si revisamos algunos medios
noticiosos nos toparemos con titulares que dan cuenta de ello, como si la vida
fuera cualquier cosa de la que se despoja a otro por causas absurdas, como por
impulso, sin detenernos por un momento a considerar que esa pérdida no podrá
recuperarse jamás.
Si
atendemos a lo que Rilke aconseja a su discípulo, y nos vamos un poco más a la
profundidad de los hechos, descubriremos que dentro de nosotros habita todo un
universo de elementos que nos vuelven únicos sobre el planeta: Nuestra historia
familiar; los antecedentes de nuestra infancia; los ideales con que nuestros
padres nos forjaron; el núcleo de propósitos personales que se fueron gestando
desde que éramos pequeños. Esa pléyade inmensa de sueños e ilusiones que
venimos tejiendo desde hace mucho tiempo y que nos permiten levantarnos cada
mañana con la ilusión de avanzar en verlos realizados.
Si
nosotros no conocemos y valoramos lo que somos en nuestro interior, tampoco
podremos valorar y respetar lo que otros son. Tal vez en este punto sea que hoy
en día se ha perdido el respeto por la vida para cada uno de nosotros; puesto
que no logramos dimensionarla dentro del propio ser, no somos capaces de honrarla
en los demás.
“En
las profundidades es donde todo se vuelve ley”. Cito nuevamente a Rilke para
afirmar que la banalidad con que asumimos las cosas hoy en día proviene,
precisamente, de esa lectura superficial que hacemos a la vida. Mientras el
viejo poeta aconsejaba al discípulo acerca de cómo aproximarse a quienes le
rodean, a los jóvenes e inexpertos, a los iguales enceguecidos y a los viejos
que están llegando al fin de su existencia sin haber despertado. Rilke le
instruye sobre el modo de actuar para con ellos, a partir de su personal
iluminación.
Estamos
llegando a un estilo de sociedad que siempre tiene prisa, que prioriza
resultados por encima del proceso para lograrlos. Un mundo en constante
competencia en donde el vecino se ve como oponente, nunca como hermano, y donde
la consigna es avanzar y vencer, aunque se llegue al final de la pista en
completa soledad. Ante este panorama el poeta viejo sugiere paciencia para
poder avanzar en compañía, y que no sea el logro de la meta una satisfacción
que no tenga con quien celebrarse.
Volviendo
a Rilke, él sugiere al joven poeta echarse un clavado a su propio interior para
redescubrir y amar lo que lleva dentro. En pocas palabras, fomentar el
autoconocimiento, algo que, justo en estos tiempos, hemos descuidado tanto.
Solemos partir de un pensamiento que dicta que todo lo que nos ocurre viene de
fuera, y que los factores que van a modificarlo también vienen del exterior.
Ello genera estados ociosos en los que pretendemos culpabilizar de lo que nos
ocurre a otros, sin asumir la responsabilidad personal que nos corresponde. O
bien, nos sentamos a esperar a que los cambios anhelados vengan de fuera,
cuando no será sino desde nuestro propio interior, que se generen.
Más
delante nuestro poeta habla del amor verdadero, de ese que implica entrega y
sacrificio, antes que goce y complacencia. El amor que se pone a trabajar desde
el corazón y a través de nuestros actos, fundamentalmente, haciendo hincapié en
desarrollarnos como seres independientes del amado, plenos y completos.
Resignificarnos:
Comenzar a vernos y a ver a otros desde la complejidad de lo que es nuestra
existencia en todas las capas de su profundidad: Su contenido metafísico,
antropológico y personal. Descubrir que tener vida no es cualquier cosa, y que
cuidarla es prioridad. Asumir que estar vivos es un privilegio que habremos de
honrar a cada momento, como lo más sagrado.
