domingo, 23 de noviembre de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 RESIGNIFICARNOS

Esta ha sido una semana de las que bajan los ánimos. Llega la fecha de elaborar la columna y me encuentro buscando el tema que detone la creatividad para el escrito semanal. Recurro, entonces, a alguno de mis poetas favoritos. Me topo con Rainer M. Rilke y sus cartas al joven poeta Franz X. Kappus, en especial con una que, hablando sobre la procreación, establece que “En las profundidades es donde todo se vuelve ley.”

Estas últimas palabras me llevaron a pensar acerca del giro que ha tenido el pensamiento en el siglo que media entre 1903, cuando el poeta consolidado escribía al novato, y nuestro tiempo. El maestro austríaco le aconseja, no solo acerca del arte poética, sino sobre el modo de vivir una vida plena, a partir de fomentar el arte, primero dentro de sí y luego en su entorno. Rilke aconseja como si la poesía le otorgara un par de anteojos muy particulares para ver la vida de un modo distinto.  Lo contrasté, entonces, con la forma más bien ligera como conceptuamos hoy en día tantas cosas: El acto de la procreación, las relaciones humanas, y en sí el valor de la vida.  Si revisamos algunos medios noticiosos nos toparemos con titulares que dan cuenta de ello, como si la vida fuera cualquier cosa de la que se despoja a otro por causas absurdas, como por impulso, sin detenernos por un momento a considerar que esa pérdida no podrá recuperarse jamás.

Si atendemos a lo que Rilke aconseja a su discípulo, y nos vamos un poco más a la profundidad de los hechos, descubriremos que dentro de nosotros habita todo un universo de elementos que nos vuelven únicos sobre el planeta: Nuestra historia familiar; los antecedentes de nuestra infancia; los ideales con que nuestros padres nos forjaron; el núcleo de propósitos personales que se fueron gestando desde que éramos pequeños. Esa pléyade inmensa de sueños e ilusiones que venimos tejiendo desde hace mucho tiempo y que nos permiten levantarnos cada mañana con la ilusión de avanzar en verlos realizados.

Si nosotros no conocemos y valoramos lo que somos en nuestro interior, tampoco podremos valorar y respetar lo que otros son. Tal vez en este punto sea que hoy en día se ha perdido el respeto por la vida para cada uno de nosotros; puesto que no logramos dimensionarla dentro del propio ser, no somos capaces de honrarla en los demás.

“En las profundidades es donde todo se vuelve ley”. Cito nuevamente a Rilke para afirmar que la banalidad con que asumimos las cosas hoy en día proviene, precisamente, de esa lectura superficial que hacemos a la vida. Mientras el viejo poeta aconsejaba al discípulo acerca de cómo aproximarse a quienes le rodean, a los jóvenes e inexpertos, a los iguales enceguecidos y a los viejos que están llegando al fin de su existencia sin haber despertado. Rilke le instruye sobre el modo de actuar para con ellos, a partir de su personal iluminación.

Estamos llegando a un estilo de sociedad que siempre tiene prisa, que prioriza resultados por encima del proceso para lograrlos. Un mundo en constante competencia en donde el vecino se ve como oponente, nunca como hermano, y donde la consigna es avanzar y vencer, aunque se llegue al final de la pista en completa soledad. Ante este panorama el poeta viejo sugiere paciencia para poder avanzar en compañía, y que no sea el logro de la meta una satisfacción que no tenga con quien celebrarse.

Volviendo a Rilke, él sugiere al joven poeta echarse un clavado a su propio interior para redescubrir y amar lo que lleva dentro. En pocas palabras, fomentar el autoconocimiento, algo que, justo en estos tiempos, hemos descuidado tanto. Solemos partir de un pensamiento que dicta que todo lo que nos ocurre viene de fuera, y que los factores que van a modificarlo también vienen del exterior. Ello genera estados ociosos en los que pretendemos culpabilizar de lo que nos ocurre a otros, sin asumir la responsabilidad personal que nos corresponde. O bien, nos sentamos a esperar a que los cambios anhelados vengan de fuera, cuando no será sino desde nuestro propio interior, que se generen.

Más delante nuestro poeta habla del amor verdadero, de ese que implica entrega y sacrificio, antes que goce y complacencia. El amor que se pone a trabajar desde el corazón y a través de nuestros actos, fundamentalmente, haciendo hincapié en desarrollarnos como seres independientes del amado, plenos y completos.

Resignificarnos: Comenzar a vernos y a ver a otros desde la complejidad de lo que es nuestra existencia en todas las capas de su profundidad: Su contenido metafísico, antropológico y personal. Descubrir que tener vida no es cualquier cosa, y que cuidarla es prioridad. Asumir que estar vivos es un privilegio que habremos de honrar a cada momento, como lo más sagrado.

CARTÓN de LUY

 


Rapsodia en pelotas con Les Luthiers

CARTAS A MÍ MISMO por Carlos Sosa

El arte de fluir

Fluir con la corriente… aprendí que no es rendirse, es un acto de profunda sabiduría.
Durante años creí que vivir era nadar contra todo, que el valor se medía en resistencia y que doblarse era sinónimo de derrota. Pero con el tiempo —y con algunas cicatrices que no se ven— entendí que hay una fuerza mayor en dejarse llevar sin perder el centro.

El río no lucha contra la piedra; la rodea, la acaricia, la desgasta con paciencia hasta que deja de ser obstáculo. Así también la vida, cuando uno deja de aferrarse a lo que no puede cambiar, empieza a fluir con una suavidad que no conocía.

Fluir no es pasividad. Es confiar en que el cauce sabe más que nosotros, que cada recodo, cada curva, incluso cada remolino, nos está llevando a donde debemos estar. Es entender que hay momentos para remar con furia y otros en los que la mayor valentía es soltar los remos.

Y entonces uno descubre que no se trata de controlar el agua, sino de ser agua: suave pero invencible, libre pero fiel a su destino, siempre encontrando el camino hacia el mar.

Porque al final, fluir no es perderse… es permitir que la vida nos lleve justo donde más necesitamos llegar...

Encontrando el propósito: Carla de Efrén Martínez

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Vamos siendo en la vida lo que la genética, epigenética y circunstancias modelan en nosotros. A través del tiempo, de las experiencias vividas, nuestro entorno familiar, social, escolar, nos va dejando cinceladas en cerebro y corazón para ir esculpiendo una personalidad, un carácter, que a través de distintas experiencias, emociones, de enseñanzas o imposiciones conforma la estructura de ese personaje multifacético en el que nos vamos convirtiendo y que se transforma a veces imperceptiblemente para nosotros mismos. Nuestra capacidad de adaptarnos a distintas situaciones, a pérdidas, a logros y fracasos, a ser aceptados o rechazados, nos permite tolerar las embestidas de la vida sin que la frustración nos hunda en profunda depresión o por el contrario, nos convierta en personas soberbias, con orgullo malentendido que no valora más que sus propios logros.

En lo personal yo tengo la fortuna de haber tenido dos etapas de mi vida en lugares distintos, con distintas personas y en ámbitos totalmente diferentes, y poder decir que en ambos he sido feliz.
He encontrado pertenencia en ambos lugares, me he sentido cajemense sin perder el orgullo de haber nacido en Chihuahua, Dos ciudades,, donde se me ha ofrecido en cada etapa de mi residencia en ellos, la oportunidad para lograr mis metas, para encontrar personas maravillosas que me rodearon de cariño, creando un entorno idea para mi desarrollo personal, familiar y profesional,.

¿Quién soy y cómo soy? finalmente no es mi descripción la real, tengo tantas identidades como las percepciones que la gente tenga de mí, lo único que deseo es que se haya encontrado en mi intención la buena fe y el amor que llevan mis acciones, aunque a veces mis palabras o actitudes sean equivocadas o malentendidas, nunca lo son malintencionadas.

Aún sigo en una tercera etapa, regresando a mi tierra natal en donde reintegrarme a mi familia, a mis amistades de niñez y juventud, me permite reafirmar que en esta vida no se tiene que ir en pos de la felicidad, sino en saber encontrarla en los pequeños detalles, en la gracia enorme de poder cada día recibir una señal de que estás vivo, de recibir y dar amor, de tener un ambiente fraterno que te cobija, que te hace saber que no estás solo, en poder sentirte útil y al mismo tiempo tener el invaluable apoyo de quienes te quieren cuando más lo necesitas.

Somos lo que la vida va forjando en nuestro espíritu, somos uno para nosotros mismos y otro para aquellos que nos rodean. Lo deseable es que sean más las coincidencias que las diferencias.


LOS CANTANTES DE BREMEN (1935)