domingo, 11 de agosto de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


EL GERMEN DEL ODIO

Noticias de alto impacto: Un día es en un centro comercial de El Paso, Texas; unas horas después den tro de un sector turístico de Dayton, Ohio. Días antes ocurrió en un festival popular en California. Personas que salieron de su casa dispuestas a comprar los materiales escolares de sus hijos, o bien deseosas de divertirse, quizá convivir con familiares y amigos en un restaurante, nunca volvieron. Fueron muertos a mansalva por los disparos de un individuo quien, de ese modo, buscó descargar la carga de odio que lleva dentro. 

Los autores intelectuales de estos crímenes habrán de ocupar un sitio en la galería de famosos criminales de la historia. Lamentable, pero algunos de ellos no tendrán en su vida otro mérito que los distinga, su perfil suele corresponder a niños y jóvenes grises, que pasan inadvertidos para el resto, desde que entran al Jardín de Niños. Unos cuantos provienen de hogares con alta violencia, donde la comunicación se da más con golpes que con palabras. 

En los casos que nos ocupan se han emprendido las investigaciones correspondientes. En el de Texas se habla de un asesino solitario provisto de un rifle de alto poder, que comenzó a recorrer pasillos disparando. Según lo recogido hasta el momento, se enfocó a atacar a personas de piel morena –los mal llamados “hispanos” o “latinos”--, dejando una veintena de personas muertas. 

Cuando ocurren hechos como estos, es el momento en que comienzan a tomarse cartas en el asunto, a rastrear redes sociales para descubrir que había expresiones de odio racial desde tiempo atrás, que nadie tomó muy en serio. 

Jordi Évole, columnista del diario La Vanguardia, describe la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso como dividida por una cicatriz que separa ambas ciudades para siempre, siendo que alguna vez fueron hermanas. Hay factores geopolíticos y económicos que las dividen de manera dolorosa, a pesar de que entre ambas ha habido un riego sanguíneo común, que ha generado elementos que la vuelven única. 

Esa carga de odio que lleva a un joven—tantas veces un adolescente, recordemos el caso de Columbine—a disparar a mansalva tiene un núcleo generador. Lothar Knauth, investigador por la UV, establece que la xenofobia inicia al momento en que llegan individuos de raza aria a colonizar diversas regiones del Continente Americano. Es a partir de entonces cuando surge el término “castas” para denotar relaciones de poder, sobre las cuales se va levantando la estructura social de nuestro continente. En países como México el mestizaje ocurre de un modo afortunado, aunque no deja de haber sus diferencias, colocando por encima a los colonizadores. En Norteamérica esas diferencias son más marcadas, y se acentúan a raíz de la Guerra Civil, a mediados del siglo diecinueve. En particular con el advenimiento del movimiento denominado Ku klux klan, que promueve la supremacía aria, entre otros elementos. Dicho movimiento surgió al término de la Guerra Civil, y sigue presente en algunas regiones de la Unión Americana. 

Ahora bien, ¿cómo se forma el corazón de ese veinteañero que planea detalle por detalle el ataque, en contra de civiles que no conoce? La historia nos ha relatado casos de familias supremacistas, en las que padres e hijos actúan movidos por los mismos principios. Contrario a ello, lo que venimos viendo últimamente tiene como autores a chicos solitarios, marginados de los grupos sociales, que llenan su aislamiento con tecnología, según revelan las investigaciones que se han llevado a cabo después de las masacres. En ese universo creado entre ellos y sus aparatos, sienten ejercer un dominio, algo que allá afuera no logran. Progresivamente se van mentalizando respecto a acabar con aquellos elementos que les provocan malestar, en este caso individuos de un origen distinto al suyo, “inferior”, en su concepción particular. 

Pudiéramos decir que, más que hijos de la violencia familiar, estos chicos son hijos de la indiferencia. Muchas veces provienen de hogares disfuncionales, de familias compuestas que no se han organizado para apoyar a cada uno de los hijos como se requiere. El otro perfil es el del joven de clase acomodada, hijo único o con un hermano, padres ocupados, que descargan su responsabilidad de formadores en el sistema escolar o en la iglesia. En ambos casos son niños solos, probablemente rechazados por sus pares, que no se identifican con los valores de su entorno. En su necesidad de identificación y pertenencia, recurren a las redes sociales, buscando encontrar una persona, un grupo o una ideología, con la cual identificarse y sentirse vivo. 

…Muchas de las veces ese sentirse vivo implica matar a otros, y así vivir la euforia del poder frente a un mundo que los trata de forma indiferente. Así en ello les vaya la vida.

POESÍA de María del Carmen Maqueo

Soy una con el manso mar
en cada ola que renace 
justo al momento en que se agota.
Incansable susurro,
vaivén perenne,
espuma que corona
de nubes cada pulso
de la Madre Tierra.
Me fundo en su vientre-agua,
regreso a mi origen
...Comienzo a entender.

Por el bien de mi hermano: Banda Ma'ayan

POESÍA de Blanca Luz Pulido


Noche
La noche inmemorial, pródiga noche
de los pactos oscuros, innombrables,
de las siniestras, ocultas voluntades
que a la mención del día empalidecen;
la noche feraz, la noche cómplice
que despliega su sombra como un manto
sigiloso y ambiguo, torva noche
agazapada en las márgenes del día
anticipando su reino silencioso:
pero la noche débil, turbia espera,
aire que corre en el país de nadie,
tierra del eco, junta de fantasmas:
cántaro negro que en la luz se rompe.

VIDEO: A favor de la vida

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No solo es cuestión de hablar un mismo idioma. Para entendernos se precisa mucho más que eso.

La palabra transmite de acuerdo no solo a que la pronunciemos, sino al tono de voz que utilicemos, a nuestra expresión facial, al momento en que la expresemos. 

Varía según el estado anímico del que la dice y del que la escucha, a las circunstancias que rodean a los interlocutores. Influyen también los prejuicios, las expectativas de lo que uno espera oír. 

En fin, un sinnúmero de variables más allá del vocablo,  hacen que nuestra comunicación no conduzca nuestro sentir, nuestra intención, sin que sepamos a ciencia cierta que fue lo que falló.

Ser asertiva, elocuente, clara, precisa en el hablar puede no ser suficiente. Se requiere sensibilidad, prudencia, para saber a quién y cu+ando puedes decir tal o cual cosa. No a todos les puedes hablar igual, de hecho creo que todos tenemos más de una manera de expresarnos según sea la persona con quien conversamos.

No es suficiente para ser comprendidos, hablar un mismo idioma, siempre podrá haber malentendidos.  Solo queda buscar ser auténticos, sencillos y claros. Tener congruencia entre nuestro decir y nuestro hacer; de ser posible cerciorarnos de que fuimos comprendidos y de que comprendimos el mensaje. Recordar que la palabra escrita es más susceptible de tener interpretación equivocada, por ello todo aquello que reviste un interés especial, en lo que conlleva emoción de cualquier tipo, siempre será mejor hablarlo en persona.

Recordemos que el error más común no es lo que se dice, sino cómo se dice.

VIDEO; Increíble efecto péndulo